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Consejos para conseguir que tus hijos se vayan a la cama

DIANA GUTIÉRREZ ORTEGA
- ¡Miguel! ¡Lucía! ¡Son las 9:30 y todavía no estáis en la cama! ¿Cuántas veces os lo tengo que repetir? ¡Mañana hay colegio! ¡Vamos!- Sí mamá, un minuto más, solo uno... ¡Mira mamá! ¿Ves qué chulo este dibujo que estamos haciendo? ¡Mira qué bien me ha salido esta construcción? ¿Me ayudas a terminar el puzle?
- ¡Ya es muy tarde! ¡Recoged todo ya!

Pasados 10 minutos, Miguel y Lucía siguen hablando, jugando, y saltando en la cama...
- ¡No os lo repito más! ¡A dormir! ¿Me tengo que enfadar para que me hagáis caso? ¿A quién tengo que castigar?

¿Nos sentimos identificados con esta situación? Es muy habitual y se repite cada noche en muchas casas... Pero, ¿Por qué ocurre? ¿Qué debemos hacer para que la hora de irse a la cama no se convierta en una batalla?
Antes de dar algunos consejos prácticos que nos ayudarán a manejar mejor el final del día, tenemos que recordar quién es nuestro hijo y qué pasa por su cabeza, algo que se nos olvida con mucha frecuencia.

Algo para recordar...

  1. Los niños no tienen una noción clara del tiempo:

    El tiempo es un concepto muy abstracto para los niños, no es algo que puedan ver, oler, tocar o escuchar, y no se pueden guiar por elementos que durante esta etapa utilizan para su aprendizaje. Por eso, entender qué hora es y cómo pasan los minutos, es muy difícil de comprender para la mente de un niño. No es hasta aproximadamente los 10 años cuando entienden el concepto del tiempo como nosotros. Bajo este "concepto" de tiempo, se entregan de lleno a la actividad o juego que les ocupa en ese momento, y todo lo demás carece de valor o importancia.
  2. Nuestros hijos desean estar con nosotros:

    Si a este deseo, sumamos que habitualmente durante el día, entre el colegio de ellos y nuestro trabajo no ha sido posible compartir unos momentos juntos, el niño tratará de alargar el día con el propósito de compartir un encuentro con nosotros. No lo expresa verbalmente, sino que es a través de su comportamiento como trata de robar minutos y/o segundos al reloj, para lograr su objetivo: Tiempo con nosotros.
A partir de estas dos ideas, podemos poner en práctica algunas iniciativas que nos ayuden a conseguir que la hora de irse a la cama se convierta en algo agradable, y no en una lucha continua, aburrida, y frustrante.

Cómo crear una rutina

  1. Decide una hora para acostarse y establece una rutina

    Comunica al niño la hora a la que queremos que se acueste y ayúdale a entender que ese momento llega al final de una rutina habitual que le ayude a integrar el concepto del tiempo.
    Imaginemos que le decimos al niño que la hora de irse a la cama es a las 9. Para que él entienda qué momento del día es ese, explícale las secuencias temporales o el orden en el que van a ocurrir las cosas dentro de la rutina nocturna. Por ejemplo: La hora de irse a la cama viene después de la cena, lavarse los dientes y preparar la mochila para el día siguiente. Esto es una rutina clara y concreta, que le ayudará al niño a identificar que el momento de acostarse se acerca.
  2. Incorpora una actividad de ocio a la rutina que puedas compartir con tu hijo

    Es necesario establecer un tiempo de juego compartido dentro de la rutina nocturna. De esta forma, el niño sabe de antemano que tendrá este tiempo contigo, y no desarrollará un comportamiento rebelde o rabioso en torno al momento de irse a la cama. Para el niño, todo el mundo gira en torno a sus necesidades. Si considera que no ha satisfecho o completado su necesidad de juego y tiempo contigo, la rutina no tendrá el efecto deseado.

    Con esta actividad, que debe ser corta (entre 10 - 15 minutos), le estamos enseñando a autorregular el tiempo y a trabajar la paciencia, puesto que tiene que esperar a que termine la actividad anterior para que llegue el momento de juego deseado.

    Algunas ideas y consejos: - Si se trata de un juego, que no le estimule físicamente mucho. Si queremos algún juego corporal, es bueno optar por ejercicios de relajación para bajar la intensidad del día, utilizando la respiración como vehículo de conexión entre el cuerpo y la mente. ¿Qué te parecería jugar a representar animales con el cuerpo? Uno se convierte en un león dormido, mientras el otro es un perro roncando... deja fluir tu imaginación para que este momento se convierta en un final de día entrañable, generando una sensación cálida y confortable.
    Las canciones o lectura de cuentos ayudan mucho a generar este clima agradable y óptimo para finalizar el día.
    Preguntarle por su día pidiéndole que te diga las tres cosas que más le han gustado de su día, y luego tú le cuentas a él otras tres cosas que te han gustado a ti. Con esto favorecemos la comunicación y la cercanía entre padres e hijos.
    Recuerda algo importante: No anuncies al niño actividades de la rutina que más adelante no puedas llevar a cabo.
  3. Decide cuándo terminar la rutina

    Si no pones firmeza y decisión en cuándo acabar la rutina y apagar la luz, ésta puede convertirse en algo cansado o interminable. No cedas a las evasivas del niño, ni entres a la sugerencia de "solo un cuento más...". En lugar de esto, anuncia de antemano las historias que leeréis esa noche, y cumple con lo acordado. También puedes utilizar elementos externos como señalar las manillas de un reloj, indicándole en qué momento cerraremos el libro y apagaremos la luz. Otra opción es programar o asociar una campana/alarma para que cuando suene el niño sepa que ha llegado el momento de acostarse.
  4. Crea una rutina agradable y segura para tu hijo

    Coloca junto a la cama del niño aquello que le ofrezca seguridad: Su peluche, camión, muñeca, mantita... y hasta una cajita con una linterna si tu hijo ya ha logrado el control de esfínteres nocturno, fomentando así su autonomía para levantarse por la noche al baño.

    Para el caso de los niños que temen irse a la cama por miedo a la oscuridad, la rutina puede incluir cuentos cuya moraleja o mensaje implícito ayude al niño a asociar la noche con algo placentero, así como realizar ejercicios de visualización que le lleven a evocar lugares seguros y relajantes. Por ejemplo: "Vamos a hacer el juego del mar, cierra los ojos... ahora voy a contarte cómo las olas del mar juegan a seguirse las unas a las otras, como van y vuelven a casa". El niño se mete en la cama y con los ojos cerrados ve narrándole el cuento con un tono de voz suave y cada vez más lento. Tras repetir este juego varias veces, también puedes sugerirle que continúe él pensando sus propias escenas, las que él quiera imaginar.

    ¡Deja fluir tu imaginación, y convierte el "vamos a la cama" en un momento especial!
EL MUNDO, Miércoles 20 de enero de 2016

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