ÁNGELES LÓPEZ / MADRID
"Durante milenios, los seres humanos han suprimido la fiebre sin
comprender sus potenciales efectos más allá del obvio alivio de los
síntomas [...] Pero a mayores temperaturas, la replicación bacteriana y
vírica es menos eficiente, mientras que la respuesta adaptativa del
sistema inmunológico funciona mejor", señalan los investigadores de la
universidad canadiense McMaster en su estudio publicado por la revista Proceedings of the Royal Society B.
Además, no es sólo que en el cuerpo humano luche peor contra los
virus ante una menor temperatura sino que esa ausencia de fiebre genera
mayor confianza para continuar con el día a día. Como explica David
Earn, del Departamento de Enfermedades Infecciosas y profesor de
matemáticas de dicha universidad canadiense: "Las personas con
frecuencia toman -o les dan a sus hijos- fármacos para bajar la fiebre
con el objetivo de poder ir a trabajar o al colegio. Y pueden pensar que
el riesgo de infectar a otros es mínimo porque la fiebre es baja. Pero,
en realidad es lo contrario: esas personas enfermas pueden liberar más
virus porque la fiebre ha sido reducida".
Para conocer cuál es el impacto de la ingesta precoz de antitérmicos
en la epidemia de gripe, han establecido un modelo matemático que
cuantifica los casos de transmisión que pueden deberse a este hecho. Así
tras incluir datos de experimentos previos en animales y humanos, los
investigadores concluyen que la supresión de la fiebre aumenta el número
anual de casos en un 5%, lo que corresponde a más de 1.000 muertes
adicionales por gripe a lo largo de un año en Norteamérica.
"Como siempre, la madre naturaleza es la que más sabe. La fiebre es
un mecanismo de defensa que nos protege a nosotros mismos y a los demás.
Los medicamentos que reducen la temperatura deberían tomarse sólo para
aliviar el malestar, y no se debería permitir que las personas salgan a
la calle cuando ellas deberían estar en casa", afirman los
investigadores en su estudio.
Valorar cada caso
Estas conclusiones son demasiado rotundas para los expertos
consultados por este periódico. Como señala José Luis del Pozo,
especialista en enfermedades infecciosas de la Clínica Universitaria de
Navarra, "es cierto que en ocasiones no hay que ser tan agresivo con la
fiebre porque se trata de un mecanismo de defensa del organismo, pero
eso lo debe decidir un médico. Si la fiebre se prolonga más de 24-48 horas
es el especialista el que debe decidir si hay que tratarla o no, porque
una temperatura elevada durante dos o tres días puede generar más
riesgos que la propia infección".
Dicho esto, señala que, en otro tipo de infecciones, "hemos podido
comprobar en el hospital que los pacientes que tienen una infección y no
hacen fiebre suelen tener peor pronóstico. Los infectólogos solemos decir que la fiebre es nuestra amiga, no hace falta quitarla siempre".
Con el aumento de temperatura, "se frena el ciclo vital de
los virus y se estimula la producción de citoquinas inflamatorias que
son buenas para acabar con los microorganismos. Pero si la
situación se prolonga en el tiempo, es malo porque se genera una
reacción inflamatoria en cascada. El cuerpo humano se agota por el gasto
de energía que supone una fiebre durante varios días seguidos y se pone
en riesgo el hígado y el riñón. Porque todos los mediadores
inflamatorios son proteínas grandes que pueden bloquear el sistema de
eliminación renal y generar daño en el riñón, y lo mismo ocurre en el
hígado donde también se almacenan".
No obstante, eliminar la fiebre sin conocer su origen puede conllevar
un enmascaramiento de la enfermedad. "A veces estamos en una fiebrefobia y la liebre es sólo un síntoma de una expresión de algo.
Hay que dejarla, aunque claro, en ocasiones hay que intervenir", señala
Antonio Redondo, pediatra del Hospital Internacional de Medimar de
Alicante.
Este pediatra explica que hay que tener en cuenta una combinación de
cosas. "Hay niños que con 38ºC están muy activos y otros que, con menos
temperatura, están más postrados. También hay que ver la preocupación de
los padres, que normalmente se asustan más con la fiebre del primer
hijo que con la del segundo", afirma.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la administración de antitérmicos en las primeras horas puede enmascarar una enfermedad.
"Es mejor ver cómo evoluciona el niño antes de darle un antipirético",
asegura Redondo que entiende que el miedo de los padres con la fiebre es
por la aparición de convulsiones, "pero la tolerancia a la fiebre varía
mucho de un niño a otro".
En este sentido, el pediatra José María Paricio recomienda que "hay
que quitar el miedo a las convulsiones. Es verdad que entre los nueve
meses y los tres o cuatro años los niños están predispuestos a tener
convulsiones por fiebre. Pero no hay que exagerar con la medicación,
porque además las convulsiones de este tipo suelen ocurrir en el primer
día de elevación de la temperatura. Empeñarse en bajar la fiebre pasado
este tiempo no tiene sentido a no ser que el niño esté molesto".
Por su parte Enrique Fernández Mondejar, vicepresidente de la
Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias,
se muestra totalmente contrario a las conclusiones del estudio
canadiense. "Es un artículo teórico sobre un modelo matemático, no
clínico y su utilidad es para generar una hipótesis que hay que
demostrar en estudios clínicos. No debe cambiar nada nuestra pauta habitual de tratamiento.
Aunque la fiebre es un mecanismo de defensa, tiene efectos adversos y
sobre todo produce mucho malestar y eso se puede controlar reduciendo la
temperatura". De forma similar se expresan los demás especialistas
consultados por El Mundo pues insisten en que este trabajo no es un
ensayo clínico sino un modelo teórico.
- Mejor, en casa
- Un punto en el que todos estos expertos se muestran de acuerdo es en que se deben mejorar las medidas para evitar la transmisión de la gripe. "Habría que intentar aislar al sospechoso de gripe cuando lo sea, porque el virus está presente horas antes de que empiecen los primeros síntomas. Si se acude al colegio, instituto o trabajo es fácil que un portador de la gripe la transmita al grupo con el que comparte un espacio. No se debería salir de casa hasta pasadas 24 horas de haber tenido fiebre", apunta Redondo. Y en casa, entre otras medidas, se aconseja usar mascarilla para evitar contagiar a otros miembros de la familia, y realizar lavados frecuentes de manos para no dejar ningún rastro del virus en los objetos. En cuanto a las medidas para aliviar el malestar, los especialistas recomiendan el reposo, una dieta blanda rica en líquidos, fármacos para expulsar el moco, facilitar la respiración y antiinflamatorios para romper la cascada inflamatoria que es la que genera el dolor articular y muscular y el cansancio. No obstante, todos abogan por la prudencia en la ingesta de medicamentos y la consulta con el médico ante cualquier duda.
EL MUNDO, Miércoles 22 de enero de 2014
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