La
dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que cursa en brotes,
es decir, hay periodos en los que apenas presenta síntomas y otros en
los que empeora bruscamente. La piel se enrojece, se inflama, aparece seca o descamada, y en el caso de los bebés a veces se forman pequeñas vesículas que supuran.
El principal problema es el
picor,
a veces intenso y difícil de controlar, que pone en marcha una espiral:
pica, el niño se rasca produciendo microheridas, éstas alteran aún más
la piel (se infecten o no las heridas), pica más, se rasca más, la piel
sigue empeorando... Además el picor, cuando es intenso, puede influir en
la calidad del sueño del niño, en su humor o atención. Mantener el picor y el rascado bajo control son los principales objetivos del tratamiento.
¿Cómo es de grave y cómo evoluciona?
La
dermatitis atópica tiene tres estadios: leve, moderada y grave. Se
evalúa en función de la distancia entre los brotes, el picor y la
superficie de piel que ocupa. La mayoría de los niños suelen tener brotes leves, otros moderados y otros graves. Es una enfermedad que tiende a remitir, muchas familias observan una mejora a partir de los dos años
y en ocasiones tal y como ha aparecido, desaparece a partir de los 4 ó 5
años de edad o en la adolescencia. Los datos lo corroboran: en la
infancia afecta a un 15-20% de los niños, mientras que en la edad adulta
la población afectada está entre el 1 y el 3%.
¿Cuándo y dónde aparece?
Puede aparecer por primera vez a partir del segundo o tercer mes de vida, pero también puede hacerlo en la edad adulta. En los bebés
aparece en la cara, cuero cabelludo, pecho, brazos y piernas. A partir
de los dos años suele cambiar la localización y concentrarse en los pliegues (codos y rodillas), manos, pies y orejas.
¿Cuál es la causa?
La causa originaria no se conoce, aunque los últimos estudios señalan una alteración de la barrera de la piel
que hace que ésta tenga dificultad para mantener el agua (y por tanto
la hidratación). La piel se reseca mucho, lo que produce picor y pone en
marcha la espiral descrita. Esta alteración de la barrera cutánea
parece tener una fuerte base genética.
Se habla de la relación entre la dermatitis atópica y otras
alergias,
por ejemplo al polen o a los ácaros. En general se ha comprobado que
una persona con dermatitis atópica puede ser sensible a otros alérgenos
como los ácaros o el polen, sin que necesariamente estos produzcan los
brotes. También se ha comprobado que en algunos casos, cuando empieza
muy pronto, la dermatitis atópica puede ser el primer paso de «la marcha
alérgica», es decir que bebés que con pocos meses tienen dermatitis, a
los cuatro o cinco años desarrollan asma, rinitis, o cualquier alergia.
También se habla mucho sobre la relación de esta alteración de la
piel con los alimentos. Si la causa de la dermatitis es realmente un
alimento, al retirarlo remite; sin embargo no es lo más común. Sí puede
ocurrir que ciertos alimentos favorezcan los brotes (sin ser la causa):
el 30% de los niños con dermatitis atópica severa tienen, además,
alergia a algún alimento. En esos casos retirar el alimento no acaba con
la dermatitis, pero controlar su ingesta limita los brotes.
¿Qué pone en marcha los brotes?
Aparece por primera vez normalmente tras un cambio
brusco, por ejemplo en el clima o la alimentación. Pero como esta
circunstancia no es la causa, la enfermedad seguirá su curso aunque se
vuelva a la situación anterior. Pasado el primer brote es importante que
los padres observen cuánto se desencadenan: a veces podrán detectar un
patrón (cambios estacionales, ingesta de determinados alimentos, etc.) y
otras veces no podrán hacerlo.
Lo que sí está demostrado es que el estado emocional del niño influye en la dermatitis atópica, por lo que en situaciones de estrés
es fácil que se desencadene un brote o empeore su estado. Y que la
dermatitis influye en su estado emocional, por lo que se puede poner en
marcha otro círculo vicioso: pica, el niño se irrita, pica más, se
irrita más... Es importante aprender a mantener la calma durante los
brotes. La capacidad de los padres y del niño para manejar los problemas
de la piel y todo lo que conlleva mejora la calidad de vida de toda la
familia.
¿Qué la empeora?
El rascado, por supuesto, pero también hay condiciones ambientales como el calor seco o el frío que pueden propiciar un brote o empeorarlo. Todo lo que, en realidad, afecte a la piel. También las prendas sintéticas
que no permiten una buena transpiración, o las que aprietan y
dificultan la circulación, por lo que es muy importante que el niño
utilice ropa suelta de algodón. El sudor puede, en algunos niños, poner en marcha el picor. Los productos de higiene
y limpieza pueden empeorarla, por lo que utilizaremos jabones suaves y
neutros para la ropa de nuestro hijo y para su piel. El estrés y ciertos
alimentos, como hemos dicho, también pueden tener efectos negativos.
¿Se puede prevenir?
No por completo, pero se pueden limitar los brotes
y su duración manteniendo la piel del niño bien hidratada. Es la gran
clave. La piel hidratada, sana y elástica podrá enfrentarse con mucha
más efectividad al deterioro que puede suponer el brote, limitar el
rascado y la espiral que pone en marcha. Lo que hagamos entre brotes es
lo que realmente va a marcar la diferencia. Requiere de constancia, pero
merece la pena.
¿Cómo mantener sana e hidratada la piel del niño?
• Hidratación diaria: Hay niños que necesitarán
crema
una vez al día y otros que la necesitarán tres. Imaginemos que estamos
ofreciendo agua a su piel... Ésta nos dirá cuántas veces necesita
tomarla, todos reconocemos una piel sana. Y ese “agua” ha de estar
“limpia”. Las cremas deben ser lo más sencillas y naturales posibles,
sin perfumes, alcohol o colorantes, y con el menor número posible de
conservantes. Las más adecuadas tienen ingredientes exclusivamente
vegetales; debemos evitar ingredientes derivados del petróleo, como la
parafina, presente en tantos productos de cosmética, incluso infantiles.
Lo mejor es probar hasta encontrar la que mejor le vaya a nuestro hijo.
• Existe controversia con respecto al baño diario. Hay quienes
no lo recomiendan por considerar que reseca aún más la piel y quienes
consideran que tiene beneficios y ayuda a calmar el picor. En cualquier
caso, lo hagamos cada uno o cada tres días, el baño debe ser corto, de
unos 5 o 10 minutos máximo, en agua templada, con jabón sin detergente y
de pH inferior a 7. Al sacarlo del agua lo secaremos con golpecitos,
sin frotar, y con la piel aún un poco húmeda podemos ponerle la crema.
• Uñas cortas
• Ropa suelta de algodón
Durante el brote
El
brote puede ocurrir en cualquier momento. Contamos con algunos
medicamentos que alivian el picor y malestar. Será el pediatra de
nuestro hijo, o el dermatólogo en el caso de la dermatitis severa, quien
paute el tratamiento a seguir durante los brotes. Normalmente contamos
con:
1. Los corticoides en crema (antiinflamatorios), ésos
que a veces nos dan tanto miedo, pero que bien utilizados alivian el
picor y el rascado con eficacia. La potencia de los corticoides va desde
baja hasta muy alta; en una dermatitis leve suelen usarse los de baja
potencia, y los de potencia media en la moderada. La clave está en
utilizarlos siguiendo al pie de la letra las indicaciones del
especialista: evitaremos los efectos secundarios y nos beneficiaremos de
sus efectos si no los utilizamos ni más ni menos de lo indicado.
2. Los antihistamínicos se utilizan habitualmente para
controlar el picor. Los últimos estudios empiezan a señalar que su
efecto es bastante moderado, o relativo respecto al picor por lo que
cada vez se utilizan menos con este fin. A veces se utilizan para
aprovechar especialmente su efecto calmante, ya que el prurito puede ser
muy irritante.
3. Los inmunomoduladores son fármacos que pretenden
modificar la respuesta inmunológica alterada que da lugar a la
dermatitis atópica. Se utilizan, como en el caso de los corticoides, los
inmunomoduladores por vía tópica, es decir en crema, con este fin. Como
en el caso de los corticoides, es un tratamiento que ha de pautar el
médico y debe ser seguido al pie de la letra.
A menos que la dermatitis sea muy severa, no se utilizan corticoides
ni inmunomoduladores sistémicos, es decir por vía oral. Si hiciera
falta, es el especialista el que ha de pautarlos.
Por: Lidia García-Fresneda
Asesora: Dra. Candelaria Muñoz Román, pediatra alergóloga en el Hospital Materno Infantil de Málaga, sección Alergología.
Imagen: Diego 24/06/2012
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