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Cómo cabrear al pediatra de su hijo

JESÚS MARTÍNEZ ÁLVAREZ
El médico de mi hij@

Los pediatras no siempre somos tipos cercanos y agradables, abunda el modelo House o Vilches; lejano queda el modelo George Clooney en la serie televisiva Urgencias y no siempre se puede congeniar o empatizar como se dice ahora. No es infrecuente que los padres salgan de una consulta de pediatría con preguntas por hacer, o con un sinsabor por la crítica recibida o incluso mirándose uno al otro y preguntándose: ¿Qué ha querido decir? ¿Qué se habrá pensado?
Mucho más frecuente es que sea solo uno de los progenitores el que sale mosqueado:
- ¡Será engreído!
- Pues a mí me ha parecido simpático.
- Un gilipollas, eso es lo que es.
No es fácil caer bien a todo el mundo, no es fácil dedicar tiempo y simpatía a ciertas cuestiones de hoy en día cuando los padres están a menudo demasiado empeñados en la perfección de sus hijos. Esto es otro tema en el que no quería entrar hoy, pero sí les recomiendo una lectura en el caso de estar interesados en el asunto. Se llama: La extinción del niño sano, del blog El bálsamo de Fierabrás y que firma su editor Antonio Ruiz.
Si ustedes se encuentran en esta situación me permito sugerirles desde el conocimiento de lo que a mí me molesta, una serie de recomendaciones para tocarle los huevos al pediatra de su hijo. Son unas sencillas medidas para enervar y sacar de quicio a este sujeto que no les gusta.
  • Primero y principal: llegue tarde. Estar puntual es un error y además no se lo va a agradecer nadie. Hágase esperar, así podrá irónicamente disculparse aunque no lo sienta y además podrá decir que un imbécil había aparcado mal, cuando sabe que el propietario del coche en cuestión es el propio pediatra.
  • La indumentaria también podría tener su importancia. Si es verano vaya en bañador y chanclas, recuérdele que está de vacaciones y que él está trabajando. Si es invierno pase por unos charcos o un terreno embarrado usted y el niño antes de entrar. Dejar un recuerdo de su paso por allí beneficiará a ambos.
  • Siente al niño en la mesa del despacho y permita al crío que toquetee las cosas que hay encima de la mesa. Que no las hubiera puesto ahí. O si es mayorcito déjele corretear. Un niño debe sentirse feliz y libre y es obligación del médico no dejar al alcance de los menores cosas peligrosas.
  • Si el niño dice que el médico no tiene pelo, o qué bajito es, ríase a carcajadas por la ocurrencia y cuando lleve un rato diga. "¡Uy disculpe! ¿No le habrá molestado?" Y siga riendo un poco más mientras afirma que son cosas de críos.
  • Antes de contar a lo que ha venido, pregunte otra cosa diferente y según le esté respondiendo cambie de tema sin dejarle acabar. Así verá que le importa una mierda lo que diga.
  • Independientemente de a lo que vaya, ofrezca un bollo de chocolate al chaval y en ese momento comente a su pediatra que le dolió la garganta el otro día y que le mire por... tocar los cojones, digo... por si acaso.
  • Si es un bebé es imprescindible llevarle con un traje de muchos botones y entretenerse en quitarlo excusándose por su impericia repetidamente, mientras deja de desabotonar y mira al profesional como pidiendo ayuda. Si quiere ir más rápido que se lo quite él. No hay prisa, total hasta que acabe su turno hay tiempo.
  • Es básico y sería imperdonable no llevar al niño cagado, si es con diarrea mejor, ofreciendo el pañal al médico para que observe lo patológico de la defecación.
  • Si su pediatra es de buena pasta y todavía aguanta intente con los trucos clásicos: no me come nada, nada. ¿No le parece que está bajito? ¿No habría algo para que no se ponga malo? O afirmaciones como: todavía no le baja lo de la cola, unas vitaminas le vendrían bien, creo que tiene el pecho agarrado. ¿Y unos análisis por si acaso? Luego no se los va a hacer, pero así molesta.
  • Cuando ya esté vestido recuerde que tiene un grano en la ingle que no le gusta nada. Para esto recuerde que le ha llevado con todo el pastel y no tiene pañal de recambio.
  • Cuando haya terminado y se esté despidiendo deje que el niño abra la puerta. Si no llega mejor, así tarda más. Una rabieta en este momento sería ideal. Cuando lo haya conseguido y estén a punto de salir vuélvase y observe si ya ha cerrado su historial. Si es así, pídale por favor que le haga una receta de paracetamol, que se le ha acabado. Está usted en su derecho.
  • Si ha conseguido salir por la puerta y su pediatra todavía esboza una sonrisa, desconfíe y póngale una reclamación, algo trama.
 

Seguir a Jesús Martínez Álvarez en Twitter: www.twitter.com/jmartinezal 

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