RAQUEL TOMÉ
Partiremos de un universal: “toda persona es creativa o tiene la
potencialidad de serlo”, pero convendría antes de desarrollar esta
afirmación aclarar primero a qué nos referimos con creatividad. Y por
creatividad entendemos el hecho de dar vida a cosas nuevas o al percibir
la realidad de forma original. Ésta puede materializarse tanto en la
realización de pequeñas cosas como en acabadas obras de arte.
Sin
embargo, no es a esta dimensión última a la que nos vamos a referir y
que además ocurre que podrá o no darse en una persona cuando emplea todo
su ser en “ser creativo”. Más bien, a algo más primario al “impulso
creador”, es decir, a la posibilidad que anida en todos nosotros de
expresar nuestra individualidad para otorgar novedad a lo usual, a lo
cotidiano. Esta puede acaecer de mil y una maneras tanto en la forma de
cocinar un plato, de decorar nuestro hogar, de componer una canción, de
escribir una carta de amor, una oda a la amistad, una misiva a Hacienda,
etc. Y por encima de todo, de algo esencial, de vivir nuestra vida
creativamente y de reaccionar ante ella. Hoy más que nunca se apela social y políticamente a la creatividad y
a la originalidad de las personas para salir de situaciones personales
difíciles a la que esta crisis económica nos aboca. Por tanto, parece
bueno entender la creatividad como herramienta valiosa para la vida.
¿Por qué es tan importante la creatividad?
Desde
un punto de vista psicológico lo es hasta tal punto que un prestigioso y
afamado pediatra y psicoterapeuta perteneciente a la escuela
psicoanalítica inglesa llamado Donald Winnicott (1960, 1971) afirmó que “lo
que hace que un individuo sienta que la vida vale la pena de vivirse
es, más que ninguna otra cosa, la apercepción creadora”. Por lo
tanto, considera que la creencia de que vivir de forma creadora es un
estado saludable. Y entendió el impulso creador como una cosa en sí
misma otorgándole tanta importancia que relacionó el vivir creador con
el vivir mismo. Atestiguó a través de su incontable experiencia clínica
una sólida relación entre la pérdida de una manera creativa de vivir y
la desaparición del sentimiento por parte de la persona de que la vida
es real o significativa y de que merece la pena ser vivida.
Cientos
de psicoterapeutas han realizado y realizan ímprobos esfuerzos para
tratar de aportar mayor luz en la comprensión de la psicología de las
personas y a los procesos dinámicos que operan en nuestro desarrollo. Y
en éste punto dónde nace la creatividad o se pierde, declaran que un elemento crucial es el ambiente en el que el bebé y el niño se desarrolla. Identificando
dos elementos que interrelacionan entre sí como es la biología que
aportamos en nuestro genoma y el ambiente en el que crecemos, familiar y
social. Para ilustrar la comprensión de lo expuesto seguiremos de nuevo
a Winnicott (1960) quien subraya que “la historia de un bebé no se
puede escribir solamente en términos de él”. Hay que escribirla además
en términos del ofrecimiento de un ambiente facilitador que satisfaga
las necesidades del bebé y del niño. Todo lo cual interviene en la
creación de un destino y en la construcción de una vida más o menos
plena.
¿Cómo influye en el desarrollo del individuo el ambiente en que nos criamos?
¿Qué
actitudes parentales o familiares facilitan el crecimiento de un
individuo creativo? Conscientes de abordar un tema complejo y amplio que
daría para incontables libros, hemos acotado nuestras ambiciosas
pretensiones focalizando nuestra atención en desarrollar algunas de las actitudes parentales que intervienen en el desarrollo de la creatividad y la favorecen. Para
ello vamos a guiarnos por las aportaciones realizadas por los estudios
realizados en psicología infantíl, estando entre ellas:
- Aceptar la curiosidad del niño sin juicios ni críticas
- Apoyar la actitud del niño hacia el aprendizaje
Ilustraremos cómo hacerlo: por ejemplo, si su hijo pequeño muestra un decidido interés hacia algún objeto o tema, ayúdele en la exploración del mismo
y si fuere posible con todos los sentidos para que obtenga la mayor
cantidad de información posible. Eso sí, tenga en cuenta unas normas de
seguridad básicas. De esta sencilla manera, estará potenciando en él la
memoria asociativa y afectiva porque constituirán experiencias valiosas
que él podrá conectar con numerosas sensaciones: si le ha gustado o no,
cómo olía, cómo era su tacto, qué le dijo usted, etc.
Si se tratase a su vez de un problema que requiere una solución, procure no resolverle las cosas inmediatamente. Déjele
espacio suficiente para que el niño vaya encontrando sus propias
alternativas de solución a los problemas. Asimismo aliéntele para que le
cuente sus impresiones y le explique qué es lo que está haciendo, lo
que piensa, cómo siente o ve las cosas, etc.
De ésta u otras
muchas maneras puede embarcarse en compartir con sus hijos divertidas
experiencias de aprendizaje colaborando con ellos en el descubrimiento
del mundo. Tenga en cuenta que resultará clave la atmósfera afectiva en que éste intercambio se produce,
dado que los niños van a comunicar abierta y espontáneamente sus
experiencias sólo si les ofrecemos un clima afectivo de seguridad, es
decir, cuando saben que sus ideas y sentimientos cuentan con nuestro
respeto.
Por eso es importante no desacreditar sus soluciones
sino aceptar otras imaginadas por ellos como válidas dado que estamos
privilegiando el aprendizaje dejándoles espacio para usar su propia
imaginación y otorgándoles confianza.
Los niños necesitan la práctica
temprana de la solución de situaciones problemáticas (Corkille Briggs,
1970, 2010). Incluso se ha demostrado experimentalmente que se puede
extrapolar a los humanos el conocimiento animal de que la adquisición
temprana de habilidades en la solución exitosa de los problemas hace a
una persona más apta en la resolución de los mismos frente a aquellas
personas que carecieron de ellas. Por lo tanto, descubrimos algo
fundamental que con esta manera estamos mejorando las habilidades
adaptativas al medio de nuestros hijos. Por último, subrayaremos algo
esencial y es la relación existente entre la posibilidad de mostrarse creativo y la fortaleza de la autoestima.
Anteriormente
mencionamos la importancia de privilegiar el ser creativo y disfrutar
de esa experiencia otorgando al niño la confianza de que sus
producciones serán aceptadas por sus padres como valiosas e
importantes. Esto actuará como condición necesaria para que éste impulso
florezca y se manifieste. Simple y llanamente el niño se sentirá
profundamente motivado. Es decir, estaremos haciendo algo
importantísimo: alimentar en él la creencia básica de que tiene
capacidad para hacer y tiene cosas valiosas que ofrecer a los demás
(Corkille Briggs,1970). Y eso, será el motor que le impulse a mostrarse vital y profundamente creativo.
En
ocasiones, ya de adultos nos encontramos con personas que sufren
profundamente y se sienten incapaces de ser creativos. Se hallan
atenazados por dificultades expresivas debido a una exigencia excesiva
que devalúa cada intento o un superyó crítico que juzga insuficiente o
imperfecto cada paso, anegando cualquier espacio de libertad expresiva
en que el individuo pueda experimentar el sentirse caótico,
confuso, perdido, espontáneo, etc.
Una exigencia exacerbada o la búsqueda de un ideal de perfección nos aleja de la experiencia creativa en sí misma,
del deleite de su disfrute y de la emocionante aventura de la
exploración: ¿cómo es eso de ser creativos, de hacer algo a nuestra
manera con todo nuestro ser?. Privilegiar la expresión, el disfrute y
la aceptación frente a la precisión ayuda enormemente a que tenga lugar,
a darle cuerpo, entidad y existencia vital.
Para concluir voy a reproducir las palabras vivas y emocionadas con las que Bertrand Russell en su autobiografía nos desvelaba algo de lo que a él le impulsaba a buscar la manera de expresar sus más hondos anhelos:
“Antes
de morir, tengo que encontrar alguna manera de expresar lo esencial que
hay en mí, algo que nunca he dicho, algo que no es amor, ni odio, ni
piedad, ni desprecio sino el intenso hálito propio de la vida que viene
de muy lejos y que introduce en la vida humana la inmensidad y la tremenda fuerza imparcial de las cosas no humanas”.
*Raquel Tomé es psicóloga y psicoterapeuta clínica del Centro Guía de Psicoterapia.
EL CONFIDENCIAL, Viernes 14 de febrero de 2014
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