ANA DEL BARRIO
Lo reconozco. Siempre fui negada para las matemáticas. Recuerdo
vagamente las tablas de multiplicar, hago divisiones con gran dificultad
y si me hablas de ecuaciones, entonces me echo a temblar.
¿Sabéis lo que significa llegar a casa después de una dura jornada de trabajo y tener que enfrentarte al máximo común divisor y al mínimo común múltiplo? ¿Os acordáis de aquella tortura?
Intento
descifrar en vano toda esa sucesión de números que no he visto desde la
EGB y aparentar que sé de lo que va el tema, cuando en realidad entiendo incluso menos que mi propio hijo.
Por mucho que disimule, no logro enterarme de nada y tengo que
recurrir a su hermana, la más lista de la familia y también a su padre
y, al final, montamos todo un cónclave familiar para resolver los ejercicios de mates del niño. ¿Es esto normal? ¿Pasa en todas las familias o sólo en la mía?
Porque
a las madres de ahora, aparte de trabajar dentro y fuera de casa, nos
ha salido un nuevo empleo (fijaos qué suerte tenemos): el de profesoras adjuntas.
Todas las tardes me veo inmersa en una vorágine de deberes,
exámenes y trabajos de toda clase y condición. Al final, llegamos a la
cena con la lengua fuera tras la sobredosis diaria de tareas escolares.
De jugar, ya ni hablamos y, a duras penas, tenemos tiempo de ir a las
actividades extraescolares.
Que conste que estoy a favor de los deberes
y que creo que son necesarios. Pero, por favor, tengamos una cierta
mesura porque los niños españoles tienen una sobrecarga de tareas.
No lo digo yo, sino la OCDE. España es el quinto país que más deberes
pone de una lista de 38 naciones. Y lo peor es que todas estas tareas
no suponen mejores rendimientos, sino todo lo contrario. Los niños
finlandeses realizan menos deberes y consiguen muchos mejores resultados
en el informe Pisa.
Harta de esta situación, Eva Bailén, ingeniera de Telecomunicaciones y madre de tres hijos, ha lanzado una campaña en change.org para reclamar unos deberes justos. El vídeo de la campaña se ha convertido en viral al denunciar que nuestros hijos desempeñan el trabajo más esclavo, no sólo durante la semana, sino también en fines de semana y vacaciones.
No
creo que los niños de ahora trabajen como esclavos y también es cierto
que los padres pecamos de una excesiva sobreprotección, pero sí que
considero necesaria una reflexión sobre los deberes.
¿Utilizan los profesores las tareas como castigo? ¿Se coordinan entre
ellos? ¿Es normal que la víspera de un examen tengan tantos ejercicios
que apenas hay tiempo para estudiar la prueba?
Sí, ya sé que los
niños deben hacer los deberes por sí mismos. Yo nunca tuve que ayudar a
mi hija mayor. Es lista, trabajadora y saca todo sobresalientes. Pero,
hay muchos niños a los que les cuesta más y que no
entienden las cosas a la primera. Mi hijo pequeño está tan desbordado
que necesita que le eche un cable: ¿Debo ayudarle para que alcance el
ritmo de la clase o dejarle que caiga en el fracaso escolar? ¿Qué sucede
con los niños que no tienen ninguna ayuda?
EL MUNDO, Martes 17 de noviembre de 2015
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