BERTA G. DE VEGA
Marta fue muy buena estudiante y ahora es una eficaz interventora en un pueblo de Málaga. Vivió con angustia los problemas de su hija Carla, novios y exámenes, al estudiar en una universidad privada en Madrid.
Cuando ya la tuvo en casa, con cierto sentimiento de culpa por haberla
sacado de un centro de élite, tomó las riendas y eso significó impostar
la voz de su hija en llamadas a la universidad para tramitar el traslado
de matrícula y las convalidaciones.
Marta no es un ave exótica en
el universo de los padres profesionales. En Estados Unidos ya hay
varias universidades que han publicado guías para tratar con este tipo
de padres que se presentan a la revisión de exámenes de sus hijos. Lo
explica un estudio sobre Padres helicóptero: un examen sobre los efectos del hiperparentismo
en los universitarios, de la Universidad de California en Fresno.
Empieza a pasar aquí: «Muchos alumnos me dicen que han sido sus padres
quienes han rellenado los impresos, explica Teresa, profesora universitaria. Los hay que, en el Bachillerato, compran pinganillos para copiar en los exámenes.
El fenómeno empieza a estar suficientemente estudiado. Hace unos meses se publicaba el libro Cómo educar a un adulto, de Julie Lythcott-Haimes,
ex responsable académica de Stanford, una de las mejores universidades
del mundo. En él explica las consecuencias en la universidad para
chavales que han crecido vigilados permanentemente por sus padres y con
miedo a frustrar sus expectativas. Durante dos años, Lythcott-Haimes
participó como voluntaria en el grupo de atención psicológica, ayudando a
muchos estudiantes deprimidos por culpa de sus padres.
El hiperparentismo, los llamados padres helicóptero o superprotectores, empiezan a ejercer antes. Desde la cuna. Cada vez más niños acaban la noche durmiendo con sus padres. Nunca como hasta ahora, mantiene Gregorio Luri, experto
en educación, escritor y filósofo, los padres de la clase social media
alta han estado tan preocupados por sus hijos, se han sentido tan
culpables por todo, han buscado su felicidad con más ahínco. Error.
Azar y capricho
«La vida es compleja, con incertidumbres y bastante azar», dice Luri, que critica que se oculte la realidad a los niños con tal de procurarles un tipo de felicidad que luego se vuelve en su contra.
La obsesión es quitarles preocupaciones, «y son éstas las que te dan
una visión compleja de la vida. No me extraña que estemos viendo ahora
un sujeto político caprichoso», explica Luri, convencido de que los
estilos de educación repercuten en el discurso público del país. ¿Cuándo
cambió la crianza? El especialista tiene dos explicaciones. El futuro
parece más incierto que nunca, de ahí el afán para preparar a los hijos
lo mejor posible. Además, «ya no viene la cigüeña: ahora casi marcamos
en el calendario cuándo los queremos tener». Más mayores y en menor
cantidad.
Según el Instituto Nacional de Estadística,
las familias con tres o más hijos bajo el mismo techo son un 3% de los
hogares españoles. En los años 60, los nacimientos se concentraban en
abril y en septiembre, coincidiendo la concepción con las vacaciones de
verano y Navidad. Desde los 90, la distribución es casi la misma por
meses. La natalidad está más controlada y, por ende, la paternidad.
Se
ha eliminado casi el azar en el carácter de los hijos. Los niños ya no
salen bien o mal; ahora son un trabajo. Muchos, en sus perfiles de las
redes sociales, añaden, como parte de su currículo, padre de dos o madre
de tres. «Paternidad neurótica», lo llama Luri.
El filósofo
advierte a su vez sobre un estilo parental que evita que el músculo
emocional de la experiencia de los niños se ejercite. Pese a las clases
de natación o los sábados de fútbol con mamá de cheerleader. «Estamos criando a niños sin ninguna tolerancia a la frustración, al fracaso, y en la vida real la van a necesitar», explica Luis de la Herrán, psicólogo
infantil. Además, alerta de algo más nefasto que la educación
hiperprotectora: «Veo a adolescentes con padres incoherentes. Si uno de
ellos está todo el día encima del niño, a veces pasa que el otro
progenitor radicaliza más su postura y hace todo lo contrario que el
otro».
«La culpabilidad es el estado de ánimo en serie de los
padres posmodernos porque nunca consiguen lo mejor para sus hijos. En
mis charlas, reivindico el derecho a tener padres imperfectos», añade
Luri.
Protegidos mucho o no tanto, algunos vuelan en la
adolescencia a pasar un año fuera de España. Para ellos se redactan
manuales que aconsejan no mantener contacto con el hogar paterno para no
provocar «nostalgia». Se prohíbe expresamente que la familia los visite
o los agobie con el móvil. Así no se produce la «inmersión» en la
realidad.
Carla dejará la universidad y, en un
trabajo, su madre no se podrá presentar por ella. Es el nido vacío.
Hasta que vengan los nietos. También sobreprotegidos.
EL MUNDO, Martes 24 de noviembre de 2015
Imagen: Violeta Lópiz
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