CARLOTA FOMINAYA
Las cifras son escalofriantes. Un total de 23 menores se han ahogado en nuestro país en lo que va del 1 de enero al 31 de julio de este año. La cifra supera ya en más de doble las muertes ocurridas en el mismo periodo de 2016 (11 niños). De hecho, los expertos vaticinan un año «especialmente negro» en este sentido. «Los ahogamientos infantiles ocurren en su práctica totalidad por una relajación en la supervisión. Es decir, que los despistes parecen ser la causa principal de estos accidentes», apunta Jéssica Pino, responsable del Informe Nacional de Ahogamientos y miembro del Comité de Prevención de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS).
Todas estas muertes, asegura Pino, «podrían ser evitables con formación y prevención». Por este motivo las familias deberían empezar por enseñar a nadar a sus hijos cuanto antes. «Ya existen cursos de autosalvamento de bebés donde les enseñan a girarse y a flotar hasta que buscan la orilla», señala, aunque no son tan mayoritarios. Además, pese a que los niños sepan nadar (a partir de los 3, 4, 5 años...), prosigue Pino, «los padres deben que estar siempre cerca de sus hijos. Porque a la postre, la supervisión continua es la medida más eficaz contra los ahogamientos, junto con la prudencia. A menudo escuchamos frases como "esto no me va a pasar a mi", "venga salta de las rocas que no pasa nada", "ahora vuelvo te quedas un segundo con tus hermanos" (solo un poco más mayores...) La inconsciencia, la imprudencia o la falta de vigilancia están detrás de muchos de estos terribles accidentes».
La figura del socorrista
«Por ejemplo, si el padre o la madre salen del agua, el niño debería salir con ellos», recomienda esta socorrista. «Al final los pequeños de 4, 5 y 6 años que empiezan a desenvolverse en este medio son confiados, pero por muy bien que lo hagan, no están exentos de peligro. Todavía bucean mejor que nadan y empiezan a jugar, juegos en principio divertidos, como rastrear el fondo, coger cosas del suelo... en los que inconscientemente pueden llegar a poner al limite sus capacidades hasta que se produce el fatal desenlace. Más adelante, con los niños de 8, 10 añitos hay que tener más cuidado con las apneas, que pueden resultar mortales».
Así pues, «siempre, siempre, siempre, supervisión», insiste. Que en el caso de que el grupo familiar o de amigos sea numeroso, se puede realizar estableciendo turnos de vigilancia para que los menores estén constantemente supervisados. En ningún caso, añade Pino, «los padres pueden dejar la responsabilidad en manos del socorrista. Esta figura está para salvar vidas y debe estar súper atento a los usuarios, pero no es una niñera. Y siempre buscar una playa donde exista este servicio, porque donde no hay socorristas, a nada que pase, podemos estar hablando de una víctima más», advierte.
Campaña #StopAhogados
Ya en 2016, y a la vista de que las cifras de ahogados crecen cada año, la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS) creó la campaña #StopAhogados con el objetivo de intentar concienciar a la sociedad de los peligros del medio acuático. «Queremos que los ahogamientos empiecen a ser un debate, que se hable de estas muertes silenciosas. Que comience a verse la magnitud de un problema que lleva hasta el día de hoy 303 muertos en España de todas las edades, uno cada ocho horas. Por no hablar de los rescates de niños que no salen en prensa y de los datos que no tenemos de ahogamientos incompletos y sus repercusiones (como lesiones cerebrales por falta de oxígeno durante un tiempo prolongado)».
Para Pino, «es urgente y necesario que las administraciones públicas tomen cartas en el asunto, que son los que tienen los medios», aunque se podría empezar enseñando a nadar y dando nociones de primeros auxilios en los centros escolares. «El caso es que haya un acercamiento, al menos. Que nuestros menores sepan qué no hay que hacer y cómo tienen que reaccionar en caso de que ocurra. Esa esa la dirección».
Estos sería algunos de los consejos que tendría que seguir una familia con niños para disfrutar seguros de un día en la playa, según la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo:
1. Llevar siempre elementos de protección a la playa como: toalla, crema solar (para protegerse la piel), chanclas, gorra (para protegerse del sol) y agua para hidratarse.
2. Leer los carteles informativos de acceso a las playas y fijarse siempre en el color de la bandera. Los carteles informativos hacen referencia a si hay vigilancia, teléfonos de emergencias, los horarios de los socorristas y de las mareas (alta y baja) y los accesos a la playa.
La bandera roja nos indica que el baño está prohibido, ya sea por corrientes, fuerte oleaje o presencia de animales marinos. La bandera amarilla indica que tengo que tener precaución en el baño, y la verde que el baño está permitido.
3. Recordar siempre el número de un familiar por si te pierdes y que puedan localizar a la persona responsable. Es recomendable enseñar a los niños a buscar puntos de referencia para no perderse. Localizar objetos fijos como árboles o edificios puede ayudar a orientarnos.
4. El sol es peligroso, tengo que protegerme a la sombra y usar siempre crema solar. Estar mucho tiempo al sol puede provocarme quemaduras o/y una insolación.
5. Tengo cuidado con las corrientes de retorno, suelen formarse donde no hay olas. Nadar paralelo a la playa es fundamental para no alejarse de la orilla y hay que volver buscando las olas. Si no lo hacemos de esta forma, puede que nos alejemos sin darnos cuenta.
Hay que tener en cuenta las corrientes de retorno. El agua que llega a la orilla es en forma de olas y a veces vuelve formando una corriente que nos empuja hacia dentro. La zona donde no hay olas y sí una espumilla blanca («borreguitos blancos» según el término que usan marineros y surfistas) puede ser la más peligrosa, por eso, para volver a la orilla hay que nadar buscando las zonas de olas.
6. Siempre hay que estar vigilado por una persona adulta y responsable mientras un menor se está bañando. Si pierden de vista al menor no le podrán ayudar en caso de estar en peligro.
7. Me baño siempre en zonas vigiladas por socorristas. La mayoría de las muertes se producen en espacios no vigilados. Aunque hay que tener claro que la presencia del socorrista no exime la responsabilidad a los adultos de estar atentos a los menores.
8. No hago ejercicio después de comer. Es necesario entrar despacio al agua y mojarse poco a poco para acostumbrar al cuerpo a la temperatura del agua y así evitar posibles accidentes: mareos, calambres, que estando dentro del agua puedan empeorar la situación llegando incluso al ahogamiento.
9. Cuidado con el material de flotación. El uso de este material no garantiza la seguridad e incluso puede ser peligroso. En las playas, por ejemplo, nos aleja de la orilla sin darnos cuenta y después no sabemos regresar.
10. No juego en zonas rocosas ni realizo juegos peligrosos. Al final nos podemos golpear, hacernos daños y provocar graves lesiones. El juego y la aparente diversión sin control se pueden convertir en trágicos desenlaces.
11. Ante cualquier duda o situación de peligro acudo al socorrista y sigo sus indicaciones. Es la persona con autoridad y la que conoce las condiciones cambiantes del mar.
Si seguimos estos simples consejos, todos ganamos.
ABC, Jueves 3 de agosto de 2017
Imagen: Huelva junio de 2017
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