MARCOS TORÍO
NO SÉ en qué momento ha ocurrido, pero el niño al que contaba cuentos y cambié pañales en su día me manda ahora enlaces de canciones de reguetón y me da negativas por whatsapp con un «nah». A veces le escribo y lo pillo charlando con su «mejo» o «meja» -mejores amigos- o me pide que medie con su madre para que deje de arrancarle los pelos del bigote con cera. «No te preocupes, yo te compraré una cuchilla», le digo. Debo hacerlo. Quiera su madre o no. Pobre. Lo último que he visto es alguno de los vídeos que sube a Musical.ly, una red social que funciona como una suerte de karaoke en la que los chavales gesticulan y coreografían canciones tremebundas. Desde fuera, es como un lenguaje de signos, similar a la parodia de Martes y 13 pero en modo imberbe. No le veo la gracia, pero lo entiendo. Es adolescente y mi última batalla intrascendente es defender a los adolescentes, oponerme a ese paternalismo y suficiencia que gastamos los adultos solo porque estamos en otro momento vital muy amnésico.
Nosotros no teníamos redes sociales, pero hacíamos idioteces similares, solo que las hemos borrado de nuestra memoria. Ya no me opongo ni al reguetón, cada vez mejor producido y globalizado. Es solo la música de moda en la etapa en la que más te importa la música (y todo lo demás). Yo le envío Mayores de Becky G y él intenta que comulgue con el trap. Por ahí sí que no. De paso, aprovecho y rasco -sin ponerme plasta- para que aprecie el machismo presente en la canción que me envía. Le digo que es una mierda y me llueven los emoticonos de la risa. Y así vamos, tratando de no ahondar en la brecha natural, en que no se nos olvide que nosotros también fuimos -no hace tanto, pero cada vez más- adolescentes maravillosos llenos de incoherencias. Las mantenemos, solo que no viene un crío a afeárnoslas.
Hace nada he descubierto que no soy millennial por unos meses, pero tampoco pertenezco a la Generación X que retrataba Reality bites, donde todo el mundo llevaba el pelo grasiento y paseaba una tristeza a lo Kurt Cobain. Por lo visto, estoy en los xennials, una subespecie que abarca a los nacidos entre el estreno de las tres películas de La Guerra de las Galaxias, franquicia que, paradójicamente, no me interesa lo más mínimo. De los X afearon en su momento su indolencia, incapacidad para concretar o el hedonismo. Lo mismo que los de estos millennials. Al final resultará que el problema no son los adolescentes sino los adultos que los miran siempre con los mismos ojos condescendientes. ¿O no, bro?
EL MUNDO, Domingo 27 de agosto de 2017
Comentarios
Publicar un comentario