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Aumenta la automedicación en niños

GEMA LENDOIRO

¿Medicamos muchos a nuestros hijos por nuestra propia cuenta y riesgo? ¿Tomamos decisiones que sólo un facultativo debería tomar? Las cifras dicen que sí. Andrea Masía de Barbieri, pediatra en CAP CUNIT (del Instituto Nacional de Salud), asegura que ve con frecuencia a padres que medican a sus hijos, siempre creyendo que hacen lo mejor, pero porque alguien se lo recomendó.
Para la doctora los españoles de este frenético mundo tendemos a automedicarnos por razones simples: falta de tiempo para ir al médico, cercanía y accesibilidad de servicios farmacéuticos o de para-farmacia, conocimientos adquiridos a través de familiares, amigos o vecinos que nos dicen qué tomar, cuánto y cómo. Aunque, añade, «esta sabiduría popular se ha visto desplazada por la diosa Internet que nos informa de todo y a todos por igual».
Los datos no mienten. Según la Encuesta Nacional de Salud del año 2006 el porcentaje de personas que se automedicaban era de un 14,4%, siendo una cifra bastante estable ya que en el 93 era de un 11,9%. En esas encuesta, por ejemplo, también se aportaban datos como que la automedicación es el doble de frecuente en niveles socio económicos altos y, en población universitaria, así como en el sexo femenino.
Los datos acerca del aumento de consumo de medicamentos en España son alarmantes. La doctora muestra su preocupación: «hemos pasado, según los datos de la Encuesta Nacional de Salud, de un 37,5% en el año 1987 al 65,7 % en el año 2006, es más marcado en hombres que en mujeres y se produce en todos los grupos de edad». Es evidente, agrega, que «estamos sobre medicalizados, sobre informados sobre tensionados, formamos parte de una sociedad donde necesitamos estar bien a toda costa y dónde cada día hay nuevos productos para todo, desde para adelgazar o para tratar una lesión en el pie o la caída del pelo. Absolutamente todo tiene un fármaco y podemos acceder a él sin movernos de casa ya que por internet se puede comprar prácticamente todo».
Es un hecho incuestionable: Los padres cada vez están más informados, de hecho quizás vivimos una sobre información y no siempre de calidad. La información llega por muchas vías: televisión, radio, internet, farmacias, cartelería publicitaria. Para la doctora Masiá esto tiene una finalidad: «vender un producto para dormir, para calmar un dolor, para abrir el apetito, para que crezcan sanos y fuertes, y lo malo de todo esto es que toda esta publicidad no es real; es decir, no necesariamente el niño se tiene que tomar las vitaminas de la publicidad de la televisión para crecer sano y fuerte, una cosa no está condicionada a la otra, pero esto los padres no lo saben. Ellos lo que quieren es darle todo a su hijo, comprarle todo lo que haga falta para su salud y que no le falte nada, actuar como buenos padres, pero, en ese sentido, nuestra labor como pediatras (si se dejan...) es orientarles y guiarles».
La pediatra reconoce que «los padres pasan por varias etapas en la automedicación: inicialmente no automedican nada. Vienen cada vez que tiene fiebre o cada vez que tiene una diarrea o un vómito o se queja de algo. Las pautas prácticamente son siempre las mismas, y se van de la consulta con los consejos acerca de cómo calmar dolor o bajar la fiebre, o despejar la nariz de mucosidad o rehidratar en un episodio de diarreas».
A partir de ahí y en los siguientes episodios van tomando confianza, van conociendo los síntomas y van actuando con mayor o menor temor, pero lo van haciendo.
¿Qué pasa con los fármacos de uso común? Es decir, con los utilizados para bajar la fiebre? Andrea Masiá es clara: «Hay fármacos que son básicos como los analgésicos o los antipiréticos que los padres tienen que conocer el uso, las dosis según peso, la frecuencia de administración y que personalmente creo los deben utilizar cuando lo consideren oportuno. El problema es cuando se van de la consulta sin ninguna medicación y sólo les ofrecemos consejos, pautas de actuación, signos de alarma, en ese momento se genera un poco el desconcierto porque la responsabilidad de reconocer signos, de vigilar y de hacerse cargo, y todo eso sin administrar ningún jarabe, les genera temor, y eso provoca muchas veces la visita a las farmacias donde, para mí personalmente, existe el gran problema de la venta libre de fármacos que son potencialmente peligrosos como, por ejemplo, un simple antitusivo».
¿Qué hacer para evitar, en la medida de lo posible, que los padres actúen con cabeza? La pediatra apuesta porque «sea fundamental y, sobre todo para los pediatras que trabajamos en atención primaria, aprovechar las visitas de controles de niño sano para hablar de las posibles patologías que puedan venir y cómo enfrentarse a ellas, hablar de cómo enfrentarse a una fiebre, a un dolor, a una tos, cómo tratar estos episodios, qué está aconsejado y qué no, en fin conversar sobre salud, resolver dudas, desterrar mitos y miedos».

Medicar a los hijos para que duerman

Si hay algo que desquicie más a un ser humano es no poder dormir. De hecho la falta de sueño genera agresividad, ira y, sobre todo, deteriora la salud. Pero es evidente que es un paso por el que hay que pasar cuando se tienen hijos, que no se puede dormir como antes, al menos en una temporada.
Para Masiá de Barbieri la consolidación del ritmo del sueño pasa por muchas etapas y cada niño las vive diferente, por lo que hay muchos que no llegan a adquirir un ritmo de sueño adecuado hasta pasados los 5 años. «Normalmente —añade— el lactante tiene muchos despertares nocturnos, ya que el ciclo sueño-vigilia no lo tiene incorporado, no sabe cuándo es de noche o cuando de día, independientemente de que apaguemos la luz o le pongamos música relajante, ya que se trata de una inmadurez a nivel cerebral que la irá adquiriendo con el tiempo, y este tiempo será diferente para cada niño, por lo que los padres en esta etapa tienen que ser pacientes y adaptarse a ello». En este punto la doctora es tajante: «No se puede medicalizar bajo ningún concepto un proceso normal porque interfiera en el sueño de los adultos y no hay ningún fármaco seguro e indicado para ese fin».

Antibióticos como caramelos

Los antibióticos son los medicamentos más consumidos después de los analgésicos y España sigue siendo uno de los países desarrollados con mayor consumo de antibióticos por habitante. Se estima que, aproximadamente 24 individuos por cada 1000 habitantes están diariamente bajo su tratamiento.
La doctora está convencida de que hay una falsa creencia de que se trata de medicamentos seguros, fiables y efectivos, les atribuyen propiedades prácticamente milagrosas. Los hace merecedores de toda la confianza para tratar todas las patologías que cursen con fiebre, sean merecedoras de ellos o no. «Somos culpables tanto el colectivo médico como los farmacéuticos y los pacientes».
Este uso incorrecto o indiscriminado de antibióticos ha llevado a un aumento de la prevalencia de la resistencia bacteriana que ha llevado a la antibioticoterapia a una auténtica crisis mundial. En este sentido, en España tenemos cada vez más un aumento de cepas resistentes de bacterias responsables de patología infecciosa comunitaria como el Neumococo, Salmonella, E coli, entre otras. Las bacterias resistentes son bacterias más agresivas, por lo que las pautas de tratamiento y la evolución de la patología infecciosa ha cambiado mucho en los últimos años.
ABC, 26/07/2014

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