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Las nueve cosas de las que nadie te avisa cuando vas a ser padre

MARTA JIMÉNEZ SERRANO

La paternidad y la maternidad han sido calificadas en innumerables ocasiones como una de las experiencias más gratificantes de la vida y que más satisfacciones proporciona. Todo el mundo alaba las virtudes de la prole y hay, incluso, una especie de tabú a la hora de hablar de los inconvenientes de tener hijos, como si ello fuera equivalente a hablar mal de los hijos.
No obstante, hay innumerables cosas de las que nadie te avisa cuando vas a ser padre y que poco tienen que ver con los cinco lobitos, las cincuenta mil fotos de tu enternecedor bebé que enviarás a tus amigos por Whatsapp o la enriquecedora y esencial experiencia de la paternidad o de la maternidad, según los casos. Pero dado que son penurias menores, y que la balanza sigue compensando en positivo, lo mejor que podemos hacer es tomarlas con humor:

1. Te sentirás el peor padre del mundo
Lo creas o no, todos los padres del mundo han dejado caer a su hijo, le han dado un golpe sin querer, le han dejado chocar contra el columpio o incluso le han tirado una bola de nieve sin intención. Y, en el momento de la tragedia, miles y miles de padres del mundo han mirado el chichón en la cabeza de su hijo, se han tapado la boca con una mano y han pensado para sí: “Dios mío, ya lo he desgraciado”. Pero seamos realistas: todos hemos padecido esos enormes chichones de pequeños y aquí estamos, vivos y coleando y razonablemente espabilados.

2 No tendrás ni idea de qué hay en los cines pero te sabrás los diálogos de Merlín el encantador de memoria
De hecho, respondes con diálogos de películas Disney en el supermercado, en el banco y en las reuniones de trabajo. El visionado en bucle, una y otra vez sin apenas una pausa de segundos entre una proyección y la siguiente, de todas y cada una de las películas de dibujos animados por las que tu hijo se entusiasma, hace que termines respondiendo con acento hispanoamericano en los momentos más insospechados o que vayas cantando por la calle como si la vida fuera (¿no lo es?) un musical a lo Sonrisas y lágrimas.

3. Tu coche está sucio. Muy sucio
Más vale que no sea para ti una herramienta de trabajo o que no tengas que llevar a alguien respetable, porque a partir de ahora el asiento trasero de tu coche se ha convertido en el almacén de tus pequeñas víboras. Sí, sí, lo sabemos: eres un padre estricto y pondrás reglas. Desde aquí te lo advertimos: no servirán de nada. “Prohibido comer en el coche, prohibidos los rotuladores en el coche, prohibido vomitar en el coche…”. Todo para que el día que tu jefe tenga su coche en el taller y te acabe pidiendo que le acerques se baje de tu auto con una patata frita pegada en el trasero.

4. Te conviertes en un ninja
Bueno, a partir del momento en que tienes un hijo tu vida adulta, tu vida propia, la parte de tu vida que de algún modo te pertenece, sólo tendrá lugar en unos ciertos periodos de tiempo fundamentales: cuando el niño esté dormido. De manera que, en cuanto el pequeño cierra los ojos y respira hondo en un gesto de satisfacción y profundidad, tu consorte y tú os convertís en ninjas, salís y entráis reptando de su habitación, andáis descalzos, habláis bajito y, si no fuera por el patito de goma que lleváis en una mano, las ojeras evidentes y la mancha de papilla en la camisa, cualquiera diría que sois agentes de la CIA que están persiguiendo los malos.

5. Te despertarás a las cuatro de la mañana al grito de “¡Mamáaaaaaa, tengo sed!” para ir a la cocina a por un vaso de leche. Todo para volver al cuarto de tu hijo y hallarlo profundamente dormido.
Así de sencillo, así de claro, así de injusto. Te encoges de hombros, le dejas el vaso en la mesilla por si acaso e incluso lo arropas: “¡Está de guapo cuando está dormidito…!”.

6. Hablar con tus amigos sin hijos es… raro
Pues sí, tío, estuvimos en el bar nuevo ese que han abierto y conocí a una chica majísima, me dio su número y tal, a ver si la llamo, y luego nos pasamos por el local de Alberto, que estaba con unas amigas y ha montado un karaoke… ¿tú qué hiciste anoche?. Tras reflexionarlo unos instantes te das cuenta de que anoche cambiaste un par de pañales, preparaste un biberón, acunaste durante mucho rato a tu criaturita y te quedaste dormido sobre la barandilla de la cuna. En fin.

7. Esconderás los dulces como si fueran contrabando
Un niño ve un dulce y se lo come, así, sin procesar, sin reflexionar, se lo come. Los altillos de tus armarios se llenarán de rosquillas, tabletas de chocolate y botes de Nocilla que tendrás que ir racionando a su debido tiempo.

8. Te sentirás culpable por gastarte dinero en ti
Todo el dinero que te gastes en ti mismo no irá para tus hijos. La consecuencia directa de este fenómeno es que saldrás al parque y verás millones de niños monísimos, con la gomita del pelo, las botas rosas, el abrigo ideal, el peto de cuadros… y padres que los acompañan que parecen mendigos, con un vaquero roto y una camiseta por fuera que ya debería ser oficialmente la camiseta del pijama. Tú no te ves a ti mismo, pero recuérdalo: eres uno de esos padres.

9. Te reirás a muerte
Más que nunca en tu vida. De cualquier cosa. De que una pelota de tenis rebota, de que tu pareja se ha dado un golpe, de que la caja de los juguetes no cabe en el cajón. De que tu hijo se ríe. De todo. 
EL CONFIDENCIAL, Martes 8 de julio de 2014
Imagen: Diego y su papá junio 2014

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