ANGELES ESPINOSA / AGENCIAS
La paquistaní Malala Yousafzai, la joven a la que los talibanes dispararon a la cabeza en 2012
por defender la escolarización de las mujeres, y el activista indio
Kailash Satyarthi han sido galardonados este viernes con el Nobel de la
Paz 2014 "por su lucha contra la opresión de los niños y los jóvenes y
por el derecho de todos los niños a la educación", según ha anunciado el
Comité Nobel Noruego.
"Los niños deben ir a la escuela y no ser explotados
financieramente", ha defendido el Comité Nobel, subrayando que "en los
países pobres, el 60% de la población actual tiene menos de 25 años".
Según ha explicado al realizar el anuncio el presidente del Comité Nobel
Noruego, Thorbjon Jagland, se ha considerado "un punto importante que
un hindú y una musulmana, un indio y una paquistaní, se unan en la lucha
común por la educación y contra el extremismo". Tras resaltar que
gracias a la lucha también de otras personas e instituciones - hay 78
millones menos de niños que trabajan en el mundo que en el año 2000,
aunque todavía hay 168 millones - el Comité Nobel Noruego ha incidido en
que "la lucha contra la opresión y por los derechos de los niños y
adolescentes contribuye a la realización de la 'fraternidad entre
naciones' que Alfred Nobel menciona en su testamento como uno de los
criterios para el Nobel de la Paz".
En el caso de Satyarthi, ha resaltado que "mostrando gran valor
personal" y siguiendo la tradición de Gandhi, "ha liderado varias formas
de protesta y manifestación, todas pacíficas, centrándose en la grave
explotación de los niños para obtener beneficios financieros". Asimismo,
"ha contribuido al desarrollo de importantes convenciones
internacionales sobre los derechos de los niños". Kailash Satyarthi,
ingeniero informático indio que hace 28 años abandonó el ordenador para
denunciar a las multinacionales que en su país explotan a niños de entre
5 y 12 años de edad, encabeza la organización Global March, que ha liberado de la esclavitud empresarial a unos 80.000 niños en más de 160 países.
En cuanto a Malala, "pese a su juventud", lleva años luchando "por el
derecho de las niñas a la educación y ha mostrado con su ejemplo que
los niños y los jóvenes también pueden contribuir a mejorar sus propias
situaciones". Además, ha resaltado el Comité Nobel, "lo ha hecho bajo
las más peligrosas circunstancias". "Mediante su lucha heroica se ha
convertido en una destacada portavoz de los derechos de las niñas a la
educación", ha añadido.
Malala, que acaba de cumplir 17 años, alcanzó notoriedad cuando el
Ejército paquistaní echó a los talibanes del valle del Swat en 2009. Se
supo entonces que ella era la autora de un diario en el que contaba cómo
era la vida bajo el control de los extremistas y que se difundía en la
web de la BBC en urdu. Bajo el seudónimo de Gul Makai y desde los 11
años, Malala había relatado con gran candor cómo iban aumentando las
restricciones hasta que finalmente cerraron todas las escuelas de niñas.
“Los talibanes han emitido una fetua que prohíbe ir a la escuela a
todas las niñas”, escribió en una de las entradas. “[Hoy] sólo
asistieron a clase 11 de las 27 alumnas. (…) Mis tres amigas se han ido a
Peshawar, Lahore y Rawalpindi con sus familias después del edicto”. La
angustia que viven las pequeñas se cuela cuando relata que una compañera
le ha preguntado: “Por el amor de Dios, dime la verdad, ¿van a atacar
nuestra escuela los talibanes?”.
No era un miedo irracional. Un informe publicado por el Ejército en
aquellas fechas aseguraba que los talibanes habían decapitado a 13
niñas, destruido 170 escuelas y colocado bombas en otras cinco. Cuando
los militares pusieron fin a la tiranía de los talibanes en Swat, Malala
utilizó su repentina fama para promover el derecho a la educación, con
especial énfasis en las chicas. Su activismo, dando conferencias en
escuelas de todo el país, fue reconocido por el Gobierno, pero no cayó
bien entre los extremistas que, tras haberla amenazado en varias
ocasiones, el 9 de octubre de 2012 intentaron asesinarla.
Ni siquiera esa experiencia traumática ha apartado a Malala de su
objetivo. Una vez recuperada en el Reino Unido, donde fue acogida con su
familia, ha seguido promoviendo el derecho a la educación de las niñas.
Justo ahora acaba de sacar una versión infantil de su libro Yo soy Malala
(Alianza Editorial, 2013). Su actitud le ha granjeado el aplauso
internacional. El año pasado recibió el premio Sajarov de la Unión
Europea y ya estuvo nominada para el Nobel de la Paz; también fue
invitada a hablar ante la Asamblea General de la ONU, que declaró el día
de su cumpleaños, el 12 de junio, Día de Malala.
Sin embargo, no son sólo los talibanes, con su estrechez de miras y
su temor a que la educación aleje a la gente de sus postulados, a
quienes molesta Malala. Las escuelas privadas de Pakistán prohibieron su
libro. Los responsables arguyeron que no es bastante respetuosa con el
islam porque cuando menciona el nombre del profeta Mahoma no añade de
seguido la expresión “que la paz sea con él”, como es habitual entre los
musulmanes piadosos. Un mero pretexto que esconde desde el temor a
represalias de los extremistas hasta meros celos, pasando por la
ausencia de verdadera voluntad política para cambiar un país atenazado
por la pobreza y la degeneración social.
El Nobel de la Paz es el único que se otorga y se entrega fuera de
Estocolmo por decisión del creador de los premios, el magnate sueco
Alfred Nobel, ya que en su época Noruega formaba parte del Reino de
Suecia. El año pasado hubo 259 nominados para el galardón, que fue a
parar a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPCW), distinguida por sus esfuerzos para eliminar esos arsenales.
En esta edición ha habido una cifra récord de candidatos, 278, pero
la lista de las propuestas enviadas por catedráticos universitarios de
Derecho o Ciencias Políticas, parlamentarios o antiguos laureados de
todo el mundo no se hará pública hasta dentro de 50 años. Sí se sabe que
entre los nominados se encuentran, por ejemplo, las Madres de Plaza de
Mayo, de Argentina. Entre los favoritos en las casas de apuestas,
estaban el papa Francisco, el médico congoleño Denis Mukwege y el exanalista de la CIA Edward Snowden, destaca la agencia Efe.
EL PAÍS, Viernes 10 de octubre de 2014
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