GEMA LENDOIRO
El fracaso escolar español es más que evidente. Seguimos
estando por debajo de la media europea y nuestros alumnos no son menos
inteligentes que, por ejemplo, los finlandeses. Entonces, ¿por qué
tantas diferencias? La mayoría de los expertos coinciden en que tenemos un sistema educativo que hace aguas por
todas partes. Muchos adolescentes comienzan a fallar justo cuando
comienza la secundaria. ¿Por qué? ¿Cuál es verdadero motivo?
Álvaro Ledesma,
profesor de secundaria en el IES público Sagrado Corazón de Málaga y
licenciado en Filología Hispánica, tiene muy claro cuáles son los
aspectos que nos llevan a este fracaso.
—¿Están los alumnos de secundaria españoles desmotivados en general?
—En su mayoría sí. Y es que la motivación general de la
sociedad no está puesta en la importancia de la persona en sí misma ni
está puesta en extraer lo mejor de cada uno, está puesta e impuesta en y
por la selectividad y en tener un buen trabajo, no en un trabajo bueno
para cada cual. Tenemos una maquinaria social (que incluye al sistema
educativo) que es asfixiante y casi no deja respirar a nadie. Algunos
creemos que es mejor luchar por una escuela que enseñe a pensar y no a
obedecer.
La mayoría de los niños quieren ser Messi, Cristiano, Belén
Esteban... o salir en el programs o concursos. En definitiva, ser
famoso y tener dinero. Pero no se les plantea que pueden ser mucho más felices con menos.
En esta vida todo ha sido mercantilizado de tal forma que
ahora se encuentra impregnado y envenenado por el dinero. Esto es lo
que, lamentablemente, mueve al mundo y esto es lo que estamos, queriendo
o sin querer, transmitiendo a los chavales de nuestro sistema
educativo, escudándonos en qué es lo mejor para ellos. ¿Con qué
autoridad nos erigimos para hacerles entrar a los chicos y chicas en
este redil económico en el que nos quieren a todos, bien calladitos,
bien tranquilitos?
Y con toda esta presión, casi siempre, a los alumnos les
damos agua para embucharlos (eso incluye asfixiarlos con tareas en
formato industrial y en muchas ocasiones innecesarias) y no debería ser
así: hay que provocarles la sed. A cada uno la suya, a su manera y en su
cantidad necesaria.
Los alumnos pasan de nosotros porque todo el sistema pasa de ellos
y no se tienen en cuenta sus opiniones, deseos, inquietudes. Si
cultivamos eso desde pequeños respetuosamente, de mayor sabrán qué pedir
y cómo organizarse y serán más sanos en todos los aspectos.
—¿Cuál es la responsabilidad del sistema educativo?
—Mucha, junto con otros factores. No se forma adecuadamente
a los profesores del sistema educativo, las normativas no ayudan y el
peso de la historia tampoco. Ya se sabe que el origen del sistema
educativo se da en el imperio prusiano y en plena Revolución Industrial.
Y seguimos igual… produciendo en nuestros centros todos los años niños
igualitos y bajo la misma disciplina, como quien fabrica tornillos.
Como sistema no podemos trabajar la vocación desde
pequeños. No nos dejan. Los niños creen que los preparamos para el
futuro, a los padres les engañamos con la importancia de un buen nivel
académico lleno de tareas y a los profes les obligamos a cumplir con un
sistema en el que no se da abasto. Lean, por ejemplo, El elemento, de
sir Ken Robinson y sabrán de lo qué hablo.
Con 30 niños (de media) no se puede atender bien al que le gusta leer,
al que le gusta pintar, al que le gusta estudiar, al que hace trabajos
voluntarios, al que tiene un síndrome de asperger, al colaborador y
participativo, al que tiene un TDAH (este sería otro tema), a los que
viven con familias desestructuradas, a los que viven en centros de
acogida porque la desestructuración de su familia dio otra vuelta de
tuerca más de la cuenta, a los que tienen altas capacidades, a los que
tienen un comportamiento psicopático, a los tímidos, a los demasiado
alegres, a los que sufrieron malos tratos, a los que tuvieron
accidentes, a los que perdieron a su madre enferma, a los que no conocen
a su padre o lo visitan en la cárcel una vez cada 15 días, a los que no
saben leer ni escribir, a los que están inmersos en un proceso de
divorcio con tintes de guerra mundial. Y eso es lo que hay en nuestras
clases y, normalmente, están todos juntos, no cada uno en un grupo.
Mete a 30 niños en el salón de tu casa e intenta que hagan
lo que tú quieres que hagan porque el inspector quiere que lo haga
porque la normativa dice que lo hagas, porque al que mandó hacer la
normativa le apetece que lo hagas o cree que es lo mejor, aunque quizá
nunca estuvo en un aula como profesor. A ver qué consigues.
No podemos. Honestamente, no podemos. No llegamos. Seguimos
creando lo mismo en el mismo contexto y con las mismas intenciones,
aunque tratemos de cambiarlas. Necesitamos que bajen la ratio.
Pregúntele a un profesor, de los normales y buenos, qué haría en una
clase con 10-12 alumnos… ¡Maravillas! Se puede mejorar el sistema de
muchas maneras, pero empiecen bajando la ratio… todo cambiará de forma
instantánea, seguro.
Si quieren que sus hijos sean felices y vivan en un mundo
mejor, eso no pasa por tener un bienestar del estado... ¿o era estado
del bienestar?... eso pasa por educar para la vida y en la vida, por
trabajar las emociones, la asertividad, las relaciones y la alimentación
sana... Buscad un colegio donde traten a vuestros hijos como personas y
no como ganado. Donde los llamen por su nombre, donde sepan quién es y
qué quiere hacer.
—¿Qué necesita un profesor para motivar a sus alumnos?
—Que nos dejen en paz. La mayoría (porque, no nos vamos a
engañar, trastos hay en todas partes) sabemos hacer muy bien nuestro
trabajo… Déjennos en paz. Que los políticos no nos llamen vagos; que los
dirigentes hagan una normativa más flexible, respetuosa y que no la
cambien con cada gobierno; que nos quiten tantos contenidos inútiles;
que nos dejen charlar con los niños (en esas conversaciones salen temas
que les interesan y de los que suelen aprender bastante); que no nos
presionen ni insulten; déjennos jugar, hacer teatros, grafitis,
pintadas, murales y tocar instrumentos musicales, por ejemplo; déjennos
hacer y, si somos trastos, vengan a hablarnos y a proponernos, y si no
hacemos caso, entonces protesten. Que nos den libertad responsable y que
podamos charlar y dialogar con los padres y madres que, a su vez, deben
venir, porque muchas veces se les olvida que el niño es de ellos, no
nuestro.
Sepan que los profesores, como todos en este sistema, estamos y nos sentimos presos y,
en ocasiones, tampoco nos damos cuenta, como el resto. Las aulas, las
rejas, los toques de queda, las vigilancias... todo es muy restrictivo.
Que se fomente más todavía el trabajo por proyectos o desde las
inteligencias múltiples.
Y con los alumnos conflictivos se podrían hacer multitud de
actividades, pero el sistema nos limita demasiado y acabamos
expulsándolos. No se invierte ni tiempo ni dinero en ellos, serán
futuros manejables…
—¿Padres permisivos versus padres exigentes? ¿Aquí la virtud está en el término medio o no tiene nada que ver?
—Los equilibrios siempre son los buenos puntos de apoyo,
igual que tener un poquito de sentido común al menos. Sin embargo, aquí,
lo que más vale, es el amor. Quiere a tus hijos y díselo todos los
días, dale abrazos, ponle los límites necesarios y negocia todo lo
demás, habla con ellos, dedícales todo el tiempo del mundo, como dice la
frase: «así deletrean los niños la palabra amor: t-i-e-m-p-o»;
respétalos por lo que son, no por lo que hacen. Que los padres y madres
sean desde el embarazo respetuosos y afectivos con sus hijos.
Hacen falta límites, pero solo los necesarios. Y no podemos
exigir a nuestros hijos en términos productivos. Son personas.
Tratémoslos como queremos que nos trate nuestro jefe, por ejemplo.
Y una cosa importante… un gran cúmulo de tareas no es
bueno. Desengáñense padres y madres de este país… Las grandes cantidades
de tareas no ayudan tampoco… El que no es responsable, pasa ya de todo y
el alumno que sí lo es se hiperresponsabiliza y acaba con una especie
de cuadro de estrés por la cantidad de tareas que tiene que resolver al
cabo del día y que no le aportan casi nada, repitiendo cosas sin parar
en lugar de dejarle espacio para crear cosas nuevas. Los castramos a
diario. Otros tienen unos padres que acaban haciéndolas, pero el que no
tiene un padre o madre capacitado o con tiempo para hacerlas empieza a
retrasarse en todo el sistema… Y ya no hay vuelta atrás. Vuelvo a mis
hijas... les encanta cuando no traen tareas y cuando vienen varios días
con muchas tareas (en algunas ocasiones han sido demasiadas para su
edad; aún no han cumplido los 7) empiezan a odiar el cole. Sí que les
encanta leer e investigar, preguntar... pero repetir... no mucho, la
verdad.. Y sabemos que es el sistema, el día a día y la presión de todo
el conjunto educativo el que aprieta y no la seño, ella debe encontrar
un término justo para que todos los padres estemos contentos… Y eso no
es nada fácil, créame. Investiguen antropológicamente cómo ha sido
siempre el aprendizaje de nuestra civilización hasta antes de esta
visión mercantilista de la vida.
Estas son algunas de las cosas que trabajamos y potenciamos
desde la Pedagogía Blanca, por ejemplo, donde lo primero es el niño. Y
sepan que educación respetuosa no es libertinaje: hay límites, pero no
respeto mordoriano, porque eso es miedo y no respeto.
—¿Vocación es sinónimo de éxito como profesor o no siempre?
—Sinónimo de éxito no hay nada, porque hay otros elementos
importantes, pero desde luego, la vocación te permite que el éxito sea
más probable y el trabajo más llevadero, como en todo. Los alumnos te
perciben cómo eres, y si eres vocacional, irán contigo adonde los
lleves, porque te sienten cercanos, vivos y confían en ti. Cuando eso se
produce, casi ni te hacen falta normas (salvo las elementales e
innegociables relacionadas con el respeto, violencia...), porque todo
funciona y fluye. Si te llaman «caraperro» y al 90% de tus alumnos no
les caes bien… la culpa no es de ellos.
ABC, 11/10/201
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