MIGUEL ÁNGEL CRIADO
Las buenas notas de un chaval de 16 años dependen de un complejo
cóctel de factores genéticos y ambientales del que la ciencia aún
tardará (si es que lo consigue) conocer sus ingredientes. Sin embargo,
con la ayuda de miles de gemelos y mellizos, investigadores británicos
creen poder explicar el peso de los genes en la inteligencia y otras
características que diferencian a los buenos de los malos estudiantes.
En genética de poblaciones, los gemelos monocigóticos (un óvulo
fecundado) son de gran ayuda. Pero aún lo son más los gemelos
dicigóticos o mellizos (dos óvulos fecundados). Mientras los primeros
comparten el 100% de los genes, los segundos, estadísticamente, tienen
un parecido genético del 50%. Esta diferencia puede ser clave para
determinar el peso del ambiente o los genes en el perfil de los
individuos.
Un equipo de expertos liderados por científicos del King College
de Londres ha usado los datos del Certificado General de Educación
Secundaria de 6.653 parejas de gemelos (un tercio del total) y mellizos
para comprobar la influencia de los genes en las calificaciones. Este
certificado es una especie de selectividad que han de realizar los
estudiantes británicos al acabar sus estudios obligatorios, en torno a
los 16 años.
Los investigadores partían de una premisa básica en este tipo de
estudios con gemelos. Se presupone que los dos hermanos comparten el
mismo entorno tanto doméstico como, en este caso, educativo. Sus padres
ponen el mismo empeño en las tareas de los dos, van al mismo colegio y,
en muchos caso, la misma clase... Igualados en lo ambiental, las
diferencias entre las calificaciones entre monocigóticos y dicigóticos
deberían ser de origen genético.
Sus resultados, publicados en la revista PNAS,
muestran que las calificaciones de los chavales presentan una gran
heredabilidad. Este es un concepto de la genética cuantitativa que puede
ser confuso. Alta heredabilidad no significa que el sobresaliente de un
determinado alumno dependa más o menos de sus genes sino que las
diferencias en las notas de una población, como los 13.000 estudiados,
tienen un mayor o menos origen genético.
"Otros trabajos ya habían demostrado que los logros académicos son
heredables", dice la investigadora del King College y principal autora
del estudio, Eva Krapohl. "Lo que mostramos en nuestro estudio es que la
heredabilidad de estos logros van más allá de la inteligencia. Es una
combinación de otros muchos rasgos, todos heredables en mayor o menos
medida", añade.
Los científicos condensaron casi un centenar de variables en nueve
rasgos generales de los alumnos. Además de la inteligencia, tuvieron en
cuenta aspectos como la confianza en las propias capacidades, su
personalidad, salud general, bienestar, posibles problemas de conducta o
cómo se percibían el entorno doméstico y el educativo.
Vieron que, al menos el 62% de las diferencias entre las
calificaciones es de origen genético. De ese porcentaje, el principal
culpable es la inteligencia. Pero no es la única. El resto de rasgos
considerados, encabezados por la confianza en las propias capacidades,
también tienen su papel.
De hecho, el resto de rasgos combinados supera el peso de la
inteligencia en los logros educativos. El resultado es importante
porque, como recuerdan los autores de la investigación, la inteligencia
es muchas veces considerada de origen genético y otros factores como la
confianza o la salud más ambientales.
"Nuestros resultados sugieren lo contrario: la influencia genética es
mayor para los logros [académicos] que para la inteligencia y otros
rasgos de la personalidad están relacionados con los logros académicos
por razones genéticas", escriben en sus conclusiones.
No hay determinismo genético
Para el director del programa programa de Epigenética del Instituto
de Investigación Biomédica de Bellvitge, Manel Esteller, que no está
relacionado con este estudio, sus conclusiones son interesantes pero
presenta un gran problema. Los hermanos gemelos han crecido en el mismo
ambiente y eso dificulta diferenciar entre factores ambientales y
genético. "El ambiente habla con nuestro genoma", resume.
Para el investigador catalán, lo ideal sería poder estudiar gemelos
pero que vivieran en familias diferentes, fueran a distintas escuelas y
crecieran en ambientes diferenciados. Así sí se podría zanjar el viejo
debate entre genes y ambiente. Pero algo así parece imposible de hacer,
al menos con muestras que fueran representativas.
En España, el mayor registro de gemelos
con fines científicos está en Murcia y lo gestiona el profesor de la
Universidad de Murcia, Juan Ordoñana. Este psicólogo, que tampoco ha
intervenido en el estudio con los gemelos británicos, rechaza que sus
resultados apoyen la existencia de un determinismo genético en las
notas.
"No hay determinismo genético ni ambiental, las calificaciones
dependen de una interacción dinámica entre genes y ambiente", aclara. El
trabajo, añade, "se ha realizado en un país occidental, con un sistema
educativo universal, si fuera en un país con mayor desigualdad, esas
diferencias en las calificaciones se deberían más a factores ambientales
y la heredabilidad sería menor".
Lo que más destaca Ordoñana de este trabajo es su invitación a
cambiar el modelo educativo. Con el avance hacia una mayor comprensión
de los factores genéticos que intervienen en los resultados académicos,
"estaríamos en mejores condiciones para adaptar la educación a cada
niño".
EL PAÍS, 6/10/2014
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