Ir al contenido principal

Un castigo diferente para cada edad

LAURA PERAITA

Los usamos con demasiada frecuencia: «sin dibujos una semana por sacar malas notas», «esta tarde no juegas con la wii por poner los pies en el sofá», «como no vengas hora mismo a cenar, mañana no vas al cumpleaños»... Son demasiados intentos a la deseperada por conseguir que nuestros hijos nos hagan caso. Sin embargo, el castigo, si no se utiliza correctamente, pierde su efectividad.
Los expertos en la materia apuntan que si lo empleamos con excesiva frecuencia y recurrimos a él como nuestro principal recurso, el niño se acostumbra a ellos de tal manera que formará una parte habitual de su día a día y perderá efectividad. Además, si no somos tajantes y no hacemos que el castigo se cumpla con firmeza hasta el final, cada vez que lo impongamos éste perderá fuerza y el niño pensará que nuevamente se podrá librar de él, por lo que repetirá sin temor la mala conducta.
Aún así, el castigo debe ser el último recurso para evitar una determinada conducta. Como primer paso es conveniente mostrar al niño lo que debe y lo que no debe hacer. De esta manera sabrá —porque con anterioridad no tiene porqué saberlo— a qué atenerse.
Según Alfonso Ladrón, psicólogo clínico del servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos, existen otras alternativas antes de llegar al castigo «reforzando comportamientos mediante recompensas», es decir, recomienda premiar cuando ha hecho una buena conducta —«como hoy no has saltado en el sofá, después del postre tienes un helado»— y ser reiterativo hasta que un día deje de saltar porque ya lo tiene asumido como un hábito positivo.
Susana de Cruylles, psicóloga clínica y coordinadora del Programa para Padres del Hospital Universitario Príncipe de Asturias (www.laescueladepadres.com) coincide en que existen varias técnicas antes de aplicar un castigo. La primera de ellas es ignorar: no prestar atención al niño cuando hace algo incómodo. No hay que mirarle, ni hablarle, ni tocarle... «Lo difícil de esta técnica radica en que al ignorarle habrá un aumento instantáneo de la mala conducta, por lo que hay que ser capaz de aguantar como si nada ocurriera —asegura Susana de Cruylles—. Pero, hay que ser cautos porque algunas conductas pueden resultar peligrosas para el niño o los que están cerca, sobre todo si está en un lugar público».
Alfonso Ladrón, añade que, aunque parezca contradictorio, «gritar al niño y reñirle es un premio para el pequeño, puesto que con ello logra captar toda nuestra atención que es, en definitiva, su mayor objetivo».
En el caso de no saber por qué está alborotando al niño, ni qué es lo que hace que tenga ese comportamiento, a veces resulta efectivo aislarlo del entorno y llevarle a un sitio donde no tenga nada que le altere o le divierta. Clásico es el ejemplo de la profesora que saca al niño al pasillo. Hay que hacerlo tantos minutos como años tenga: 3 años 3 minutos, 7 años 7 minutos... «Hemos comprobado que esta técnica sirve para dar un respiro a los padres cuando la situación se hace difícil de controlar y al niño también le sirve para pensar en lo que ha hecho. Además, es un buen ejemplo de educación emocional porque se le enseña que cuando la situación es caótica uno puede ir a reflexionar, pensar y calmarse para poder, entonces, buscar la solución».

Reconocimiento del fracaso educativo

«Pero hay que estar muy atentos, porque los niños son muy listos y quizá castigándoles le estemos dando justo lo que quieren. Por ejemplo, si se porta mal en clase y la profesora le echa de clase, quizá estemos haciendo justo lo que él quiere, perderse la clase. En este sentido no hay que bajar la guardia».
No obstante, el psicólogo clínico del servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos, advierte a los padres de que «castigar es un claro reconocimiento de nuestro fracaso educativo». Añade que tampoco es recomendable amenazar al niño «si no te comes el filete, no verás dibujos animados» y explica que es mejor «darle mensajes optimistas que le muevan a esforzarse: vamos a ver los dibujos si te comes el filete».

A cada edad su castigo

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com