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A la mujer que me juzgó por dejar que mi hijo jugara con el móvil

CHEYENE DEAN
Fotógrafa y documentalista
Estimada comensal que me juzgó:
Probablemente no te acuerdes de mí ni de mi familia. Nos juzgaste rápida y directamente. "Nosotros nunca dejaremos que nuestros hijos se pongan a jugar con aparatos electrónicos durante una comida familiar", le dijiste a tu marido mientras señalabas hacia nuestra dirección con la cabeza. Eso fue todo. Nunca dejarás que tus hipotéticos futuros hijos sean tan desconsiderados y maleducados como los míos. Estoy segura de que cuando te fuiste no volviste a pensar en ese niño que jugaba con el móvil en el restaurante.
Lo entiendo. De verdad. Yo dije cosas parecidas en el pasado. Cuando tenía hipotéticos futuros hijos. Pero luego tuve hijos reales. Luego empecé a darme cuenta de que uno de ellos era un poquito diferente a los niños de su edad. Luego, el médico pronunció esa palabra que da tanto miedo y que empieza por A. Como ves, es fácil juzgar cuando no estás en la misma situación, porque lo único que ves es un niño que no suelta el móvil. Pero eso no es lo que yo veo.
Tú ves a un niño que no suelta el móvil. Yo veo a un niño que por la mañana se estaba enrollando en las cortinas, como le ha dado por hacer ahora, para no vestirse. A este niño le gusta estar desnudo. La ropa le parece incómoda y le aprieta, aunque la lleve de una talla demasiado grande. A veces, con una camiseta de algodón se siente como si llevara una camisa de fuerza. Así que donde tú ves a un niño que no suelta el móvil, yo veo a uno que sigue vestido.
Tú ves a un niño que ignora a su familia y juega con el móvil. Yo veo a un niño al que su madre ha arrastrado al parque para hacerse una sesión de fotos de familia por la que él no quería pasar. Mientras nos preparábamos para las fotos, ese niño vio un árbol con una rama que podría haber escalado y de la que podría haber saltado para luego haber vuelto a subir y a saltar una y otra vez hasta que esos segundos de caída libre le hubieran ayudado a olvidarse de que le apretaba la camiseta. Pero no ha podido hacerlo. Ha tenido que sentarse, estar quieto, sonreír y establecer contacto visual, algo que le incomoda y no le emociona. Pero lo ha hecho. Así que donde tú ves a un niño que ignora a sus padres, yo veo a un niño que ha cooperado para una sesión de fotos de familia que ha durado una hora.
Tú ves a un niño que ignora a la comida que tiene en el plato y que ve vídeos en el móvil. Yo veo a un niño que ha esperado pacientemente durante 30 minutos para que le sentaran en una mesa estrecha y que se ha quedado decepcionado y no ha podido comer porque las salchichas que le han traído no son como las que comemos en casa.
¿Se las podría haber comido? Seguramente. ¿Tenían buena pinta? Bastante. Pero es algo nuevo, da miedo y puede que sepa raro. Así que no se las come. Y tendrá hambre hasta que lleguemos a casa, donde la comida tiene el aspecto, el sabor y el olor al que está acostumbrado. Así que, donde ves un niño que no está comiendo, yo veo a un niño que tiene mucha hambre y que está esperando a llegar a casa para comer.
Tú ves a un niño que ignora todas las interacciones sociales de la mesa. Yo veo a un niño que se está portando genial, manteniendo la calma y sin que le dé una rabieta. Porque cualquiera de las cosas que hemos hecho hoy podría haber hecho que hoy fuera un día horrible para él. ¿Pero todo junto? Podría haberle provocado una rabieta de proporciones épicas. Pero no ha sido así. Está sabiendo mantener la calma.
¿Y sabes por qué? Porque esos personajes de vivos colores que aparecen en el vídeo en el que está concentrado son estímulo suficiente para que pueda evadirse y no pensar en las demás cosas que le molestan; la camiseta que le ahoga, toda la energía acumulada, los rugidos de su tripa hambrienta que se oyen desde la mesa de al lado...
Tú ves a un niño que ignora todo lo que le rodea; y yo también. Pero yo además veo que todo lo que le rodea es tan abrumador para él que no pasa nada por que lo bloquee y se concentre en una pantalla de tres pulgadas para sobrellevar mejor la comida familiar.
Estimada comensal, la próxima vez que veas a un niño que no suelta el móvil durante una comida familiar, recuerda que aunque puede que tus hipotéticos futuros hijos sean perfectos, es posible que ese niño de la mesa de al lado se esté portando genial por el mero hecho de no tener una rabieta en el restaurante y que lo único que pueda hacer para mantener la calma sea centrarse en el móvil.
Atentamente,
La orgullosa madre de ese niño
Este post fue publicado originalmente en cheyennerosephotography.com.
El artículo fue publicado con anterioridad en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.
HUFFINGTON POST, Martes 30 de agosto de 2016

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