JOSEFINA S. STEGMANN
ABC, Lunes 22 de agosto de 2016
Su hijo no debería comer más de 25 gramos de azúcares
añadidos al día. Es decir, el equivalente a seis cucharaditas de té o un poco
menos de lo que contiene una lata de refresco (30 gr.). Lo
dice la Asociación Americana de Cardiología en una recomendación publicada en
su revista «Circulation». Y aclaran tener una evidencia científica «sólida»
para hacerlo.
Los azúcares
añadidos son todos aquellos presentes en alimentos o bebidas de forma artificial,
es decir, en chocolates, caramelos, bollería, galletas, cereales azucarados,
refrescos, y un largo etcétera, así como el azúcar de mesa. Queda excluido, por
lo tanto, el azúcar que aporta el consumo de fruta o de leche, por ejemplo.
La presencia de estos apetecibles pero
«peligrosos» alimentos con azúcar refinado en la dieta está vinculado al
desarrollo del síndrome metabólico, es decir, un conjunto de
factores de riesgo cardiovascular que pueden provocar obesidad, aumentar el
perímetro abdominal, la presión arterial, la glucosa, los triglicéridos y bajar
el colesterol «bueno».
La recomendación se dirige específicamente a los
niños de 2 a
18 años. Es precisamente en la población joven, por lo menos en España, donde
el azúcar es el mayor responsable de la obesidad. «No es nada extraño que las
recomendaciones se dirijan a la población joven. El síndrome metabólico está
aumentando mucho en este sector, sobre todo en aquellos con niveles
socioeconómicos bajos porque consumen más comida preparada y hacen menos
ejercicio», asegura José Ramón González Juanetey, presidente
de la Sociedad Española de Cardiología.
Los jóvenes vivirán menos
Pese al supuesto aumento de la concienciación
respecto a la necesidad de tener hábitos saludables, como hacer ejercicio y
comer de forma equilibrada, combinando frutas, legumbres y verduras, y sin
excederse en la ingesta de calorías diarias, la realidad parece ser
diferente y muy preocupante. «Estoy convencido de que si el perfil de riesgo en
la población española sigue así, las generaciones que ahora están entre los 10
y los 20 años acabarán teniendo más enfermedades del corazón y vivirán menos
que sus padres», sentencia González Juanetey.
El comunicado advierte de que la probabilidad de
que los niños desarrollen enfermedades es proporcional al aumento de azúcar
añadida ingerida. De hecho, los pequeños con sobrepeso que continúen tomando
azúcares añadidos son proclives a desarrollar resistencia a la insulina, un
primer paso para el desarrollo de la diabetes. El efecto de la
presencia del azúcar en el cuerpo es global. Provoca una subida de
insulina, una hormona que tiende a quemar el azúcar, pero que también facilita
que se acumule el exceso en forma de grasa. Conforme se va aumentando de peso,
se genera resistencia a la insulina. Y es esta resistencia el inicio de todas
las enfermedades cardiovasculares.
Educar en sabores
La solución a estos problemas no es, desde luego,
prescindir del azúcar ya que la necesitamos para vivir, y más siendo jóvenes.
«El cerebro necesita unos 160
gramos diarios, pero la obtiene de otro tipo de
alimentos, sobre todo de hidratos de carbono de absorción lenta como cereales,
legumbres, patatas, arroz, pan, etc, así como frutas y verduras», explica
Susana Moreneo, jefa de servicio de Endocrinología y Nutrición del
Hospital Gregorio Marañón y secretaria de la Sociedad
Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO).
En resumen, el problema del azúcar añadido es,
precisamente, que es añadido. «Es un elemento superfluo de la dieta. Cuando se
empieza a incorporar es por una cuestión más hedónica que otra cosa. El problema
es que no se sustituyen, sino que siempre se suman», explica Moreneo.
A su juicio, una ingesta de 25 gramos de azúcar al
día «es poco», en el sentido de que a los pequeños les costará
prescindir de los dulces, pero coincide con la recomendación de los cardiólogos
estadounidenses y recuerda que hay que «educar en sabores» para evitar la
necesidad de ponerle azúcar a todo. «Hay personas que lo ponen incluso
a la fruta o la leche. Si se empieza así desde pequeño, es difícil quitarla
luego y, además, producirá una sobrealimentación».
Juanetey también aplaude la medida y señala que
en España es un problema de primera magnitud y que, por lo tanto, «tendría que
abordarse en los colegios, con educación para la salud obligatoria por los
niños como motores de cambio para los padres». Los adultos tampoco se salvan de
la ingesta reducida. En 2015, la Organización Mundial de la Salud recomendó que
los adultos con un peso normal disminuyan la ingesta de azúcar al 5% de
la ingesta calórica diaria, lo que equivale a una cucharada sopera al
día.
Ante esto, en lo primero que se piensa no es en
eliminar el dulce de nuestras vidas, sino en sustituirlo. ¿Los
edulcorantes son una buena opción? Sí, pero no del todo. «Pueden
afectar al metabolismo de los lípidos, pero no está del todo claro. En
principio, si se quiere tomar
refrescos es mejor que sean light y en el caso del café, la mejor opción es
la sacarina», señala Juanetey. «Si el consumo de edulcorantes es excesivo, a
veces se produce un efecto rebote y parece que el cuerpo quiere más dulce.
Además, hay estudios que señalan que pueden atacar a la flora intestinal, pero
se han hecho en animales, no en humanos», añade Moreneo.
Efectos en la salud dental
Otro problema con el azúcar, no menor, es que
puede ser un problema también para la salud bucodental dando lugar al
desarrollo de enfermedades cardiovasculares. «Toda la enfermedad
metabólica, en el fondo, es un trastorno inflamatorio. Procesos
parelelos como una infección de la boca por ingesta de azúcar pueden aumentar
la inflamación y favorecer así la resistencia a la insulina. Además, las
personas con problemas en las encías como la periodontitis tienen más enfermedades
cardiovasculares», concluye Moreneo.
ABC, Lunes 22 de agosto de 2016
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