Ir al contenido principal

Cómo lidiar con los complejos de nuestros hijos


CARLOTA FOMINAYA
Comparaciones con hermanos, o frases sin aparente intención como «¡Ay mi gordito!» o, por contra, «que delgadito mi espárrago», o nuestros propios comentarios cuando nos vemos frente al espejo en traje de baño pueden provocar consecuencias indeseadas en nuestros hijos. «Hay que tener en cuenta que los niños aprenden por modelado, y que tienen una capacidad de observación impresionante. Son conscientes de simples expresiones que creemos que no van a afectarles pero que a la larga pueden pasar factura», explica la psicóloga Silvia Álava. Porque la imagen que tienen de sí mismos, prosigue esta experta, «es en principio la que les proyectan sus padres. Por eso es tan importante lo que les decimos o cómo les vemos».
Por supuesto las principales figuras de apego son los padres pero tampoco hay que obviar, añade la psicóloga Ciara Molina, «que hay niños que son muy crueles con otros y cuyos comentarios pueden tener más relevancia incluso que lo oído o escuchado en casa. El impacto emocional también puede ser fuerte y el sentimiento de inseguridad del niño puede cobrar fuerza».
Esto puede ocurrir, determina esta terapeuta, hacia los seis años, aproximadamente. «Es en ese momento en el que los más pequeños empiezan a tener más desarrollado su sistema cognitivo y emocional que les permite tener una imagen bastante estable de ellos mismos y de los demás, imagen que favorece la emisión de juicios y comparaciones propias y ajenas. En estas edades además tienen la necesidad de sentirse respetados y queridos, y ciertos comentarios les pueden hacer sentirse más o menos valorados que el resto», apunta Molina.

Cómo superarlos

A la hora de trabajar los complejos, ambas destacan la importancia del papel de los padres a la hora de proporcionar una respuesta adecuada. Álava propone empezar por escuchar a los niños. «si te cuenta que algo le ocurre, es importante que se sienta escuchado, y que sus padres están ahí para ayudarle. Esta escucha debe ser activa. Es decir, hay que ponerse a la altura de los ojos del niño y no realizar otras actividades como mirar al móvil, o ver la televisión. También puede ayudar mantener el contacto físico mientras lo cuenta, dándole la mano, por ejemplo».
Pero sobre todo, no deben magnificar la cuestión, sino todo lo contrario: ir desmontándola poco a poco. Para eso otra de las recomendaciones hechas por esta psicóloga es trabajar la autoestima del niño a base de minimizar lo supuestamente negativo y focalizar en las virtudes del pequeño: «decir cosas del estilo “qué ojos más bonitos tienes” o “que bien corres”... lo que sea con tal de que el niño aprenda a centrar en lo positivo de una forma autónoma. Que él mismo sea capaz de apreciar todo lo que tiene de bueno y la de momentos agradables que tiene el día».
Junto a esto lo más apropiado sería, continua la también psicóloga Lara Antiquino, trabajar las habilidades sociales de los chicos. «Que aprendan a hacer frente por ellos mismos a este tipo de situaciones incómodas, desde el respeto». Es clave, corrobora Álava, «que el niño sepa cómo tiene que contestar a los otros niños cuando se metan con él».
Pero tampoco debemos obsesionarnos a la hora de tratar los complejos, concluye Antiquina. «Debemos prestarle atención, sí, pero no encaminar toda nuestra atención en el complejo porque si no nosotros mismos le estaríamos dando más relevancia de la que en realidad tiene. Además, todo ayuda en el desarrollo y crecimiento personal».

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com