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Los secretos del asma infantil se escondían en las granjas de los amish

MIGUEL ÁNGEL CRIADO
Los amish y los huteritas son dos comunidades muy parecidas. Ambas se asentaron en EE UU en los siglos XVIII y XIX procedentes de Europa. Las dos son de origen germánico. Muy religiosos, endogámicos y autosuficientes, los amish y los huteritas visten, viven y aman como si no hubieran pasado 300 años. Su perfil genético es muy similar, al igual que su entorno agrario. Sin embargo, mientras los niños huteritas sufren tanto asma como los del mundo exterior, la incidencia de la enfermedad entre los pequeños amish es hasta cuatro veces menor. ¿Qué hay en las granjas de estos anabaptistas que les protege?
Desde hace décadas, los científicos han vinculado el aumento de la prevalencia del asma en las sociedades modernas con el alejamiento del entorno rural. Más recientemente, estudios en comunidades rurales del norte de Europa comprobaron la baja incidencia de la enfermedad. Así que crecer y vivir en el campo tenía efectos positivos. Sin embargo, el caso de los huteritas, con hasta un 21% de incidencia de asma infantil, debilita la supuesta bondad de la vida rural.
"Eso demuestra que el origen de la protección no está simplemente en vivir en una granja", dice la genetista de la Universidad de Chicago (EE UU), Carole Ober. Junto a un poblado grupo de científicos, Ober se empeñó en desvelar el misterio. Para ello, compararon el sistema inmune de 60 niños de siete a catorce años, 30 amish y otros 30 huteritas. Analizaron su sangre y obtuvieron su perfil genético. Además, recogieron muestras de polvo del suelo, colchones y aire de una decena de casas de cada comunidad. Aunque la muestra no es significativa, entre los pequeños amish no había ningún asmático por seis entre los huteritas.
Lo primero que comprobaron es que los amish tiene su sistema inmunitario innato, la primera línea de defensa ante agresiones externas, más activado. "Los amish tienen más y más recientes neutrófilos, células de la sangre cruciales para combatir las infecciones, y pocos eosinófilos, leucocitos que provocan inflamación alérgica", dice la inmunóloga de la Universidad de Chicago y coautora del estudio, Anne Sperling.
En cuanto a las muestras de polvo del suelo y los colchones, no encontraron ni grandes cantidades ni grandes diferencias en los alérgenos comunes como ácaros o pelos de gatos y perros. La limpieza más escrupulosa forma parte del código de conducta de amish y huteritas. Además, aunque pueden tener mascotas, los animales tienen prohibida la entrada a la casa.
Pero la respuesta estaba en el aire. Detectaron elevadas concentraciones de endotoxinas tanto en las muestras del polvo en suspensión de los hogares amish como de los huteritas. Estas partículas, generalmente proteínas, se desprenden de la pared celular de bacterias y pueden provocar la respuesta del sistema inmunitario ante lo que cree una infección bacteriana. Lo más relevante aquí, sin embargo, es que el polvo recogido en las casas de los amish tenía hasta 6 veces más endotoxinas que el de las casas de los huteritas, según muestran los investigadores en la revista New England Journal of Medicine.
De esta manera, los científicos sugieren que la alta concentración de endotoxinas en el aire habría modulado la respuesta del sistema inmunitario de los pequeños. Pero, la prueba definitiva de que la clave está en el polvo la obtuvieron de un último experimento con ratones. A grupos diferentes le dieron a respirar polvo de casas amish o de casas huteritas. Al cabo de unas semanas, los ratones que inhalaron el aire de las primeras mostraron una mayor protección ante el asma y las consecuencias de la respuesta alérgica.
"Este trabajo muestra la importancia del cóctel de bacterias a que estamos expuestos. Cómo esas endotoxinas interaccionan con nuestro sistema inmunitario, en especial el innato, nuestro primer escalón de respuesta, y cómo pueden modular esa respuesta", comenta el doctor Pedro Ojeda, alergólogo y director del comité de comunicación de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
El sistema inmunitario depende de dos elementos clave, el sistema inmunitario innato y el adaptativo. "Las toxinas bacterianas que hay en el polvo inducirían una respuesta en el sistema inmunitario innato que evita que se active la respuesta del sistema inmunitario adaptativo, que es el que produciría la reacción alérgica", detalla Ojeda. Lo que está por determinar es qué toxinas concretas de ese polvo son las que han entrenado el sistema inmunitario de los niños amish. Si se supiera, "no haría falta vivir como un amish para beneficiarse de su estilo de vida", añade Ojeda.
La pista a seguir la da un aspecto clave que diferencia a los amish de los huteritas. Mientras los primeros viven y cultivan en granjas familiares con la ayuda de animales como bueyes y caballos, los huteritas practican una agricultura comunal en la que interviene toda la colonia y han abrazado la mecanización de sus campos y establos. Eso hace que mientras los niños amish aún están en contacto íntimo con los animales, los huteritas ven a una vaca casi como los niños de la ciudad.
"Lo más fácil sería meter una vaca en cada casa", bromea la profesora Ober, que añade: "Confiamos en que una vez que sepamos qué hay tan protector en el polvo de los amish, se pueda exponer a todos los niños a estas sustancias y evitar que desarrollen asma".
EL PAÍS, Jueves 4 de agosto de 2016

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