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Ejercicios militares para curar la adicción al móvil

OLGA HOMEDES
Viven pegados a las pantallas. No conciben su vida sin estar permanentemente conectados. Quieren estar al tanto de todo lo que ocurre en su entorno social y no reconocen su adicción. Sin embargo, la dependencia de las nuevas tecnologías es un problema real y afecta, sobre todo, a los adolescentes y a los menores de 35 años. Un estudio de la ONG Protégeles alerta de que el 21,3% de los jóvenes españoles está en riesgo de convertirse en adicto a las nuevas tecnologías. El 1,5% ya lo es.
La adicción a internet no está reconocida como un trastorno clínico en los países desarrollados, pero China y Japón son una excepción. Sus gobiernos reconocen oficialmente algunas formas de adicción a la Red y cuentan con unos campamentos al más puro estilo militar para tratar a los tecnoadictos. El documental Web Junkie (algo así como Yonquis de la web), rodado casi íntegramente en el campamento Daxing Boot, en Pekín, pone de relieve los trágicos efectos del abuso de internet y los videojuegos en los adolescentes. Jóvenes que pasan horas enganchados a las tecnologías sin hacer pausas para comer, dormir ni, en ocasiones, ir al baño.
En España, el Ministerio de Sanidad reconoce que un 10% de los jóvenes «abusa de internet, el móvil y las redes sociales». Y un número cada vez mayor de padres y expertos constata que la adicción a la tecnología se está convirtiendo en un problema importante para muchos jóvenes españoles. Una dependencia que les aleja de su familias y amigos y les puede llevar incluso a abandonar sus estudios.
Muchos centros de nuestro país empezaron a ofrecer tratamientos tras detectar el aumento de pacientes con este tipo de adicciones. Por lo general, los que acuden en busca de ayuda no lo hacen por iniciativa propia, sino empujados por su familia o amigos. En Proyecto Hombre, por ejemplo, ya llevan más de 10 años tratando a adictos al móvil, a internet o a los juegos online.
«Recuerdo perfectamente el primer caso que atendimos. Fue en 2002. Una chica de 17 años acudió a nuestro centro de Cádiz acompañada de su madre. Su problema era la adicción a los SMS, los antiguos mensajes de texto. Le resultaba imposible separarse del móvil, sentía una gran ansiedad», explica Luis B. Bononato, presidente de la ONG dedicada al tratamiento y prevención de las toxicomanías desde 1985.
El número de pacientes que recibe tratamiento es todavía pequeño en proporción al número de casos reales, aunque la demanda crece cada año. «Principalmente, por la preocupación de los padres ante las conductas agresivas que este tipo de dependencias provoca en sus hijos», asegura Bononato.
¿Cuáles son los dispositivos que más enganchan a los jóvenes? El uso compulsivo del móvil o nomofobia (una abreviatura de la expresión inglesa no-mobile-phone phobia) es, según los expertos, la adicción más frecuente. Le siguen el ordenador, la tableta y la consola. Un reciente estudio de Proyecto Hombre sobre adolescentes y abuso de las tecnologías refleja que las actividades preferidas de los jóvenes en la Red son chatear y escuchar música. En cuanto a las aplicaciones, Whatsapp es la reina indiscutible, seguida de Instagram y YouTube.
Los adictos a internet comparten muchos síntomas con otro tipo de dependencias, como la del alcohol o las drogas. El malestar físico y psicológico puede asemejarse al que sufre un adicto a una sustancia estupefaciente. Además, los mecanismos neurológicos son los mismos que en cualquier otra adicción. Recibir un mensaje en el móvil, por ejemplo, hará que aumentemos la producción de dopamina, un neurotransmisor que produce placer y que también se dispara con el consumo de cualquier alucinógeno.
La gran diferencia se percibe fundamentalmente a la hora de afrontar la adicción. «Cuando una persona consume una sustancia debe abandonarla completamente tanto durante como después del tratamiento. En el caso de las tecnologías, el móvil o el ordenador se van incorporando paulatinamente a la vida diaria... Primero bajo el estricto control de familiares y terapeutas. Y más adelante, bajo la responsabilidad del propio paciente. Entendemos que la finalidad del tratamiento es que la persona aprenda a hacer un uso controlado y responsable de la tecnología. En la mayoría de los casos se consigue la rehabilitación y reconducir la vida del paciente. Por ejemplo, que vuelva a estudiar», explica Bononato.
No disponer de otras formas de entretenimiento, presentar baja autoestima, tener escasas habilidades sociales o una pobre comunicación en el entorno familiar son factores que hacen que la persona pueda iniciar y mantener el abuso.
Lo importante para la ONG es identificar cuáles son las situaciones que han llevado a la persona a refugiarse en la tecnología, descubrir por qué se producen y ponerles remedio.
«Trabajamos con una metodología que ayuda a los jóvenes a desarrollar sus propias habilidades y a tomar conciencia de la realidad. Les ayuda mucho tener una vida ordenada, un horario para levantarse... Les enseñamos a colaborar en las actividades de la casa en las que normalmente no participan, como hacer la cama, el baño o recoger la mesa. Ellos mismos se van poniendo retos orientados por el terapeuta y con el apoyo de la familia. Por ejemplo, llamar a un amigo y recuperar una relación», añade Bononato.
Desde Proyecto Hombre animan a los padres y a los centros educativos a abordar este problema con cursos y seminarios de prevención como los que ofrecen en la asociación. «Tenemos que acompañar a nuestros hijos en el uso de internet y lo ideal es saber qué límites debemos poner y cómo podemos ayudar a los jóvenes antes de que el uso del móvil o del ordenador se convierta en un problema». 
EL MUNDO, Miércoles 17 de agosto de 2016

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