LAURA PERAITA
Miles de escolares tienen ante ellos casi dos meses y medio
sin clases. Los colegios han colgado el cartel de «volvemos en
septiembre» y cerrado sus puertas. Se abre un viejo debate: ¿deben hacer
los niños deberes en vacaciones?
Junto a las calificaciones de los alumnos muchos colegios adjuntan a los padres una lista de libros (incluso los libros), fichas o
fotocopias para que los niños refuercen los conocimientos aprendidos
durante el curso y evitar que se rompa el hábito de estudio. La polémica
está servida.
Según Catherine L´Ecuyer, autora de «Educar en el asombro», en Infantil nunca tiene sentido hacer deberes en verano;
es la etapa del juego desestructurado, no del aprendizaje formal. Sin
embargo, considera que en Primaria y en Segundaria puede tener sentido
hacer un refuerzo si el niño tiene alguna dificultad objetiva «para
ayudarle a recuperar la autoestima perdida por ir siempre por detrás de
los demás niños».
Pero, «si solo es por “no perder el hábito”, no tiene sentido», prosigue. «El argumento del hábito es absurdo:
¿hacen extraescolares en verano para no perder el hábito de hacerlas
durante el curso? ¿Les hacemos llevar paraguas ahora para no perder el
hábito de llevarlo cuando llueve? ¿Hacemos trabajar a los profesores en
agosto para que no pierdan el hábito de dar clases?». L´Ecuyer argumenta
que cada etapa de la vida y del año es especial.
Tensiones familiares
El presidente de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (Concapa), Luis Carbonel,
se manifiesta claramente a favor de los deberes en vacaciones «pero no
entendidos como un repaso, que también, sino como la ocasión de
aprovechar el tiempo y aprender nuevas cosas. Lo que no se puede
consentir es que se pasen todo el tiempo viendo la televisión».
Considera que los padres responsables se preocupan por que
sus hijos en verano duerman y jueguen más, pero también les ayudan a
fortalecer contenidos para que empiecen el curso siguiente en mejores
condiciones. Carbonel recomienda para los alumnos que han tenido
dificultades en el curso que profundicen en esas materias y para todos
los que han tenido buenos resultados que practiquen la lectura y que estudien idiomas. En su opinión sí es importante que «mantengan un hábito de estudio».
Jesús Salido, presidente de la Confederación Española de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa),
reconoce que él llegó a pedir en el colegio que pusieran deberes a su
hija en vacaciones. «Pensaba que era lo correcto porque siempre nos han
vendido esa idea, hasta que he visto que no es lo más adecuado, entre
otras cosas, porque los deberes generan muchas tensiones en las familias.
Primero con los hijos que no tienen ganas de hacerlos porque prefieren
jugar y es muy fácil acabar a gritos o con castigos. Además, se condena
al resto de la familia a no salir hasta que los termine o a la pareja a
estar separados para que uno esté con el niño repasando y otro haciendo
la compra, por ejemplo».
En su opinión los deberes nunca deben ser obligatorios y, mucho menos, contar como una nota negativa si
no se hacen. Las tareas en vacaciones deben ser prácticas y no deben
obligar al niño a estar sentado y hacer ejercicios repetitivos o
memorizar. «Con ello se logrará que aborrezcan los deberes y los
estudios».
Para los suspensos
En la misma línea se manifiesta Óscar González, profesor de Primaria en el Colegio Luis Vives de Bocairent,
quien reitera que los deberes no deben ser obligatorios y «sólo son
recomendables para los niños que han suspendido y necesitan un refuerzo
específico. Para los que les ha ido bien en el curso puede ser
perjudicial porque ya se lo saben y les resultará un aburrimiento».
González insiste, además, en que no hay ningún estudio científico que
demuestre que por tener más refuerzo en estas fechas se obtengan mejores
resultados en el curso siguiente».
Es más, añade Jesús Salido, «a los niños se les debe dar la opción a no hacer nada en verano.
Parece que tienen que hacer siempre algo porque de lo contrario pierden
el tiempo. Pero es que no nos damos cuenta de que es precisamente
cuando no hacen nada cuando más piensan».
Nieves Currás, directora del área de Colegios de la Fundación Universidad San Pablo Ceu,
iniste en que los niños deben descansar en verano, a menos que hayan
suspendido. «Si el curso les ha ido bien, podrán recuperar el hábito y
recordar conceptos durante las dos semanas iniciales del curso que
suelen dedicarse precisamente a la adaptación de los alumnos al curso».
Las estadísticas de la OCDE dejan patente que Finlandia, uno de los países con los mejores resultados académicos, es de los que menos deberes mandana
los alumnos. Si se mandan deberes durante el curso y en verano «es una
clara demostración de que el método aplicado en el colegio no es
efectivo porque no bastan las horas de clase para que los estudiantes
aprendan», añade Mireia Long, codirectora de la Pedagogía Blanca.
Esta experta defiende que los niños en verano deben descansar física y
emocionalmente. «No podemos tener alumnos sin infancia, recargados de
tareas y favorecer, de este modo, que sean agresivos o que utilicen el
alcohol y las drogas para evadirse de esa realidad que no les deja un
respiro».
Propuestas alternativas
Sin embargo, todos los expertos consultados coinciden en
que no hacer deberes no significa que no tengan que aprender cosas
nuevas. ¿Qué se puede hacer,entonces, para que no dejen de aprender en
verano? Mireia responde rápido: «jugar, que es como el ser humano aprende a desarrollarse, a negociar, a asumir normas, turnos, socializarse, seleccionar amigos, desempeñar roles... También deben leer libros, pero aquellos que les apetezcan, hacer experimentos científicos sencillos que se puedan realizar en casa sin peligro, excursiones
al campo, visitas a museos donde los padres les expliquen el contenido
educativo, realizar juegos de mesa que favorezcan el aprendizaje de las
matemáticas, la historia, el arte...».
Los mejores deberes que pueden poner los colegios «son para los padres»,
asegura L´Ecuyer. «Yo les diría: menos montaje y más tiempo en familia y
asolas con cada niño; menos parques temáticos y más naturaleza y menos
pantallas y más relaidad. Hemos de dejar de obsesionarnos con la
dimensión cognitiva del alumno e invertir más tiempo en hacer que se
sientan queridos incondicionalmente».
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