Óscar González es, desde hace tiempo, uno de los mayores activos
educativos que tenemos en España. Un hombre de acción, estudioso,
sensible, comprometido, sencillo y con criterio. Y generoso, como
demuestra la donación de derechos a Juegaterapia.org de su último libro,
«365 propuestas para educar»
(Amat Editorial), donde se recogen las mejores citas, frases, aforismos
y reflexiones sobre educación de la actualidad. Una para cada día del
año aunque a él, la que más le gusta, sea una de la gran Josefina
Aldecoa en la que se habla de que «educar es un proceso que no termina nunca».
Eso, a juicio de este profesor de Primaria, escritor, asesor educativo y
conferenciante, es algo que «a veces perdemos de vista»
—Se
habla mucho de educación, de lo que hacemos mal, de lo que tendríamos
que hacer... ¿Cuáles son las razones de nuestros malos resultados en
PISA?
—Debemos tomar conciencia de que un fracaso escolar al final es un fracaso social. Pero hay muchos factores implicados.
Uno de los grandes problemas es, por ejemplo, que le damos múltiples
vueltas al problema del fracaso pero no ponemos el foco en la
posibilidad de mejorar. Hablamos siempre de educación en términos de
fracaso, deberíamos enfocarnos en la mejora.
—Vayamos a lo concreto.
—Una de las cosas que para mi es esencial es que ambos «bandos» empecemos a trabajar en equipo. Me refiero a familia y escuela.
Hay numerosos estudios que demuestran que si la familia se implica y
participa en la escuela, los resultados de los alumnos mejoran. Esto no
se hace actualmente, pero muchas veces ni siquiera se les invita a
participar. A veces los pobres padres se encuentran con la puerta del
centro cerrada y eso hay que cambiarlo. Otra cosa concreta donde fallamos es en la motivación.
Hay que buscar actividades a las que el niño le encuentre un
significado que le conecte con lo que luego se va a encontrar en la
vida, acorde con sus intereses. Pero estamos hablando de que vivimos en
una sociedad donde nuestros alumnos tienen 40.000 cosas que les
estimulan muchísimo, y nosotros como escuela, como sistema educativo, seguimos repitiendo escuelas con patrones de sociedades anteriores. Seguimos sobrecargando de deberes, tareas, haciendo exámenes...
—¿Usted dice «no» a los deberes y a los exámenes?
—«No» a medias. Lo que quiero decir es que a veces la
escuela trabaja de espaldas a la realidad. ¿Por qué? Porque tiene que
haber un equilibrio. En Infantil el niño tiene que tener tiempo para
jugar, pero la realidad es que estamos quemando esas etapas, priorizando
el trabajo por contenidos y conocimientos. En Primaria nos solemos olvidar de que siguen siendo niños.
—Muchos hablan de que hace falta en este país es un verdadero Pacto de Estado de Educación.
—Más que en Educación, a mi juicio lo que verdaderamente haría falta es un Pacto de Estado que vele por los intereses del menor.
Parece que la palabra Educación le ponemos siempre adjetivo, está muy
ideologizada. ¿Qué es lo mejor para nuestros hijos? Que no utilicemos la
educación como un arma política, donde en función de que haya un
partido u otro funcionemos distinto. Eso mientras no se cambie… vamos a
seguir poniendo tiritas, parches, y a seguir obteniendo pésimos
resultados en Pisa y un índice de abandono elevado. Porque a los
primeros a los que no se escucha es a los profesores. Normalmente las
instrucciones vienen dadas por gente en un despacho y no por docentes a
pie de aula. Tampoco se pregunta de qué forma les gustaría aprender a los alumnos. Para que nosotros podamos enseñar tiene que haber alguien que quiera aprender, pero mientras sigamos implantando esos patrones de la era industrial estaremos perdiendo mucho talento por el camino.
—Los padres de hoy parecen mucho más preocupados que los de antaño.
—Los padres de antes contaban con una ventaja. Tenían muy
claro el papel que ocupaban en la sociedad. Antes se educaba en bloque,
ahora se delegan las responsabilidades educativas. La escuela delega en
los padres y viceversa. Los progenitores están hiperpreocupados, y buscan que cada actividad que realizan sus hijos tenga un trasfondo educativo.
No es suficiente con que el niño haga una extraescolar sin objetivos
porque disfruta, se relaja. No. Todo ha de tener un trasfondo educativo.
Porque... ¿Nos hemos preguntado si al niño le interesa su clase de
chino? Estamos haciendo una programación
para el futuro, cuando no sabemos ni las salidas laborales que van a
tener de aquí a cinco años. El niño se convierte en una prolongación o
en la proyección de los padres, de nuestros miedos, frustraciones,
aspiraciones… El niño no hace lo que le gusta sino lo que le gusta a sus
padres y estoy convencido de que eso al final pasa factura. En mi
humilde opinión, se nos olvida que además, los pequeños también pueden y deben jugar por placer.
—Sobre
todo lo que más les preocupa es si lo están haciendo bien, si están
educando correctamente a sus hijos. Parece que los padres de hoy aspiran
a la perfección absoluta.
—Lo están haciendo lo mejor posible, se trata de ser no el
mejor padre si no mejor que ayer. Existe una clara pérdida de la
autoestima educativa. Hay que recuperar esa confianza. Los libros dan
pistas pero no podemos ceñirnos al manual, los hijos son seres humanos
con unas características y unos sentimientos que les hacen únicos, lo
que debemos hacer es intentar educar de la mejor forma posible y a la
vez intentar aprender mucho de lo que tenemos delante.
—¡Incluso se puede disfrutar!
—En demasiadas ocasiones los padres se enfrentan a la
educación de sus hijos desde una situación de desorientación, de agobio,
de frustración… la clave, efectivamente, está en disfrutar educando. Si
no se vive siempre desde el desaliento. Los padres tendemos a adelantar acontecimientos. No sabemos disfrutar de nuestros hijos.
—Y Óscar González, ¿qué trucos tiene para educar a sus hijos? ¿O en casa del herrero, cuchillo de palo?
—Con muchísimas herramientas, muchísimos conocimientos, te das cuenta de que A + B nunca es C en educación.
Siempre te van a surgir estímulos desde dentro, desde fuera, que te van
a hacer cuestionarte y romperte los esquemas. Es cuando te das cuenta
de que no podemos ser super papás o super mamás, sino padres que se
equivocan todos los días y que van rectificando sobre la marcha.
ABC, Jueves 23 de julio de 2015
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