GEMA LENDOIRO
¿Qué sería de la vida sin la música? Probablemente mucho
menos bella. Desde que estamos en el útero materno los seres humanos
sentimos melodías que nos acompañarán el resto de nuestras vidas. La
música puede ayudarnos a exteriorizar emociones que tenemos dentro, tanto si son de alegría como de tristeza. Nos puede procurar alivio, consuelo, animarnos en momentos de decaimiento, acompañarnos en momentos felices de
nuestras vidas. Es indispensable y universal y, como casi todos los
aprendizajes humanos, si se hace desde pequeños, los resultados pueden
ser sorprendentes.
Hace años muchos padres buscaban que sus hijos recibieran clases de música siguiendo métodos tradicionales como acudir a un conservatorio de música
a estudiar solfeo y, después, algún instrumento. Todo eso se ha
modificado sustancialmente y ahora las enseñanzas musicales van por
otros derroteros. El método Suzuki es un concepto revolucionario para el aprendizaje de la música, como explica la flautista y profesora Laura Dudley Lorente. «El oído es nuestro sentido más desarrollado al nacer, por
lo que somos capaces, desde el vientre materno, de aprender de los
sonidos que nos rodean y de responder a estímulos musicales (los bebés
reconocen melodías antes que palabras)», comenta. «Debemos comunicarnos
con nuestros bebés y niños a través de la música, recuperando la
tradición oral de antiguas generaciones, como las canciones de cuna de nuestras abuelas».
Los beneficios de la música sobre los bebés y los niños están más que demostrados. Para Laura Dudley, «además de mejorar la comunicación y hacer felices a los niños, la música también consigue que se creen ciertas conexiones neuronales necesarias
en muchos aspectos de la inteligencia: el habla y la comprensión
lingüística a través de las canciones, el razonamiento espacio-temporal
por los patrones y estructura de la música, habilidades sociales al
crear música en conjunto, habilidades motrices y de coordinación en la
ejecución de ritmos o bailes… Y por supuesto, la música hace también que
se desarrollen profundamente habilidades auditivas, de atención, de memoria, y aspectos como la autoestima, la creatividad, la paciencia o la disciplina».
La música y las matemáticas
Una cosa sorprendente y que mucha gente desconoce es que la música es íntimamente relacionada con las matemáticas
por lo que, a través de la primera se pueden obtener muy buenos
resultados en la segunda. Tal y como explica la profesora
«efectivamente, la música está muy relacionada con las matemáticas, por
lo que el escuchar y, sobre todo, el hacer música, supone que los niños
desarrollen también sus habilidades en esa otra disciplina. El pulso, el
ritmo, la estructura de una pieza o las escalas musicales se relacionan
directamente con las divisiones, fracciones o patrones de las
matemáticas”
El método Suzuki busca desarrollar todas estas habilidades y crecimiento personal en niños a partir de los tres años de
edad, a través del aprendizaje de un instrumento musical. Fue creado a
mediados del siglo XX por el violinista y pedagogo japonés Shinichi
Suzuki, quien defendía que todos los niños son capaces de aprender el
lenguaje de la música de la misma manera que aprenden a hablar su lengua
materna. Por lo tanto, el talento no se trae de fábrica sino que se
desarrolla.
Según Dudley, este método «se basa en la participación de los padres,
que acuden a clase con sus hijos, aprenden a tocar con ellos y
trasladan a su vida familiar el hábito y el disfrute de la práctica del
instrumento y la escucha intensiva música. Las clases Suzuki son tanto
individuales como grupales y el repertorio está establecido de manera
que niños de todo el mundo puedan tocar juntos. Este repertorio se
aprende de memoria, por imitación, puesto que la lectura se pospone
hasta que el niño está preparado para ello ya que primero aprendemos a
hablar y después a leer».
Este método rompe por completo con el sistema anterior de aprendizaje.
Para Laura Dudley es algo clarísimo. «El error en el sistema antiguo de
aprendizaje musical radica, básicamente, en que no se amolda a la
naturaleza del niño. Debemos buscar siempre el disfrute del niño y no
obligarle, por ejemplo, a sentarse en una silla y leer innumerables
partituras que no entiende…».
ABC, 04/07/2015
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