ROCÍO P. BENAVENTE
Luz Rello es licenciada en lingüística, doctora en computación e
investigadora de la Universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh. En
2013 fue galardonada como la mejor investigadora joven de Europa y lleva
toda su vida luchando contra la dislexia. Empezó a los 4 o 5 años,
cuando pensó por primera vez que era "más tonta que los demás". Recuerda
ese momento al detalle. Estaba en preescolar, sentada en un círculo con
sus compañeros, y leían por turnos, cada uno una palabra de una serie
de cuatro. Se dio cuenta de que no podía leer las palabras de la serie.
"Aun después de tanto tiempo y de todo lo que he estudiado, sigo sin
poder describir la sensación. Simplemente no podía leerla". Así que echó
cuentas, se fijó en quién de sus compañeros leería antes que ella la
palabra que ella tendría que leer después, escuchó con atención y
repitió de memoria.
Funcionó. Ni sus compañeros ni su profesora
se dieron cuenta. Tampoco le dijo nada a sus padres. No quería que nadie
pensase que no era tan inteligente como los demás. "Los primeros años
de los niños disléxicos se pasan así: buscando trucos para no tener que
leer o escribir". Especialmente terrorífico es el momento de leer en voz
alta, delante de toda la clase. Ahí se acabó el disimular, todo el
mundo se entera, y comienzan las burlas y los suspensos.
Dislexia y fracaso escolar son dos problemas entrelazados. Este
trastorno tiene un origen neuronal y se traduce en problemas para leer y
escribir. Aunque es difícil de saber porque muchos casos nunca se
diagnostican, se calcula
que entre el 10 y el 15% de la población padecen dislexia, y se estima
que es la causa detrás del 40% de los casos de fracaso escolar y, en el
90% de los casos, se diagnostica precisamente a partir de las malas
notas, la falta de estudio, los suspensos, la repetición de cursos...
Para
entonces, en muchos casos ya es tarde. Los chavales desarrollan
problemas de autoestima porque se sienten menos inteligentes que sus
compañeros, que les hacen blanco de sus burlas como suelen hacer los
críos. Eso, unido a la cantidad de temario que el alumno ha simulado de
una forma u otra asimilar, convierten su desarrollo académico en algo
difícil, si no imposible, de recuperar.
La importancia de cazar la dislexia a tiempo
Rello
pudo hacerlo. Diagnosticada la dislexia y explicado el trastorno, los
complejos desaparecen y los alumnos desarrollan otras estrategias para
no perder el ritmo de las clases. Y ella es la prueba: licenciada,
doctorada e investigadora, lleva toda su carrera estudiando cómo actúa
la dislexia y cómo la tecnología puede ayudar a diagnosticarla y mejorar
las habilidades de los que la padecen. En el camino ha recibido
numerosos reconocimientos: en 2013 se convirtió en la primera española
que recibió el premio European Young Researchers' Award que entrega la Unión Europea, y en 2014 MIT Technology Review le otorgó el reconocimiento Innovador menor de 35 años.
Junto con su grupo de investigación, lleva seis años analizando y
perfeccionando Dytective, una aplicación que utiliza inteligencia
artificial para evaluar el riesgo que tiene un usuario (en principio un
niño) de padecer dislexia. Se trata de un juego en el que el jugador
escucha una letra o sílaba y tiene que localizarla todas las veces
posibles en la pantalla en un periodo de 15 segundos. A medida que se
pasan niveles, el juego se complica. La idea es poner a prueba algunas
de las habilidades con las que los niños disléxicos tienen problemas: el
reconocimiento de las letras, el reconocimiento de las sílabas y la
asociación de las letras con su sonido al leerlas.
Dytective es
resultado de años de investigación en la Universidad Carnigie Mellon, y
los resultados de sus experimentos demuestran una precisión en la
evaluación del riesgo del 90%. Pero de momento no es una aplicación
práctica para sacarla al mercado, que es lo que Rello y sus compañeros
quieren: ponerla al alcance de todos los padres, profesores y pedagogos.
Para eso necesitan desarrollarla comercialmente, y eso significa
dinero. En concreto, 20.000 euros. Es lo que piden en la campaña de 'crowdfunding' en Kickstarter que empezaron ya hace unas semanas y que terminará en siete días.
"No
va bien, no sé si vamos a conseguirlo. Quizá no lo hayamos comunicado
bien", reconoce Rello, frustrada, al teléfono desde Pittsburgh. "Sabemos
que nuestra herramienta funciona. No es que hayamos 'dado con la
tecla', como si fuese casualidad, es que llevamos años trabajando en
esto. Sabemos qué es y lo que hace, pero nosotros no somos
desarrolladores. Si lo sacamos online ahora, se caería enseguida. Para
eso es para lo que necesitamos la financiación".
¿Por qué solo interesa a padres y profesores?
Aunque
no pierde la esperanza, es verdad que la campaña no pinta bien. Llevan
recaudado algo más de 8.000 euros, menos de la mitad. La mayoría del
dinero lo han aportado padres con niños disléxicos, y educadores que han
tenido casos en sus aulas. Son los que mejor entienden cómo un
diagnóstico temprano marcará la diferencia en su vida académica y con
ello en su futuro. El problema es que no parece que haya mucha más gente
prestando atención.
Al teléfono, Rello argumenta con vehemencia. "¡Podría ser tan
sencillo! Actualmente el diagnóstico de la dislexia en España se hace
demasiado tarde o es demasiado caro. Con Dytective no se puede
diagnosticar, eso solo puede hacerlo un profesional, pero podemos hacer
un cribado temprano y tener un gran impacto en que muchos chicos no
terminen dejando los estudios". Detectar a un crío disléxico a tiempo
significaría poner a su alcance otras técnicas de aprendizaje basadas en
la narración oral, la memoria, la deducción, el contexto... evitando
así que haya que invertir más recursos más adelante y en el peor de los
casos un fracaso académico definitivo.
Si la campaña de
'crowdfunding' no sale adelante, ese objetivo tendrá que esperar. Pero
no mucho: Rello ya busca un plan B para financiar la aplicación y que
cualquiera pueda utilizarla. Seis años de investigaciones y toda una
vida peleando en primera persona contra la dislexia no van a quedarse en
un cajón.
EL CONFIDENCIAL, Miércoles 20 de abril de 2016
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