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No, no le voy a recetar antibióticos a tu hijo

JESÚS MARTÍNEZ
"¿Y no le mandas antibióticos?" Seguro que os suena esta pregunta e incluso la habréis utilizado o pensado alguna vez. Es irritante que tengas al crío malo, con fiebrón, lleno de mocos hasta en los ojos, que no ha dormido en toda la noche tosiendo; pierdes el día en la consulta del médico, le revisa, eso sí, de arriba abajo, y va y te dice que es un virus, que se curará solo y que no necesita más que paracetamol y agua. Lo dicho, indignante. ¿Por qué no quiere mandarle antibiótico? ¿Cómo se va a curar si no? ¿No se puede hacer nada para no pasar así otros dos o tres días? Que le mande algo, lo que sea, incluso homeopatía, que no vale para nada, pero algo habrá que hacer.
Hay que empezar diciendo que los agentes causantes de infecciones en nuestro medio son dos básicamente: virus y bacterias (también hay hongos, pero en la infancia son bastante raros). Contra las bacterias disponemos desde los años 50 de unos medicamentos llamados antibióticos, desde aquel primero que fue la penicilina -ese moho que aparece en el queso y otros alimentos, pues ese-. Desde entonces ha evolucionado y aunque últimamente no se ha inventado ningún nuevo, con lo que hay da para casi todas las bacterias conocidas. El objetivo sería usar el más sencillo y reservar los más potentes para casos más graves. Y es que si gastamos todas las balas de cañón contra la infantería, como en las pelis malas, cuando lleguemos a la muralla solo nos quedarán flechas para derribar sus muros.
El otro tipo de agente infeccioso son los virus, cientos de variedades, desde el más simple catarro hasta el virus del sida o el ultramoderno zika. Todos ellos comparten una característica: no tienen tratamiento, ninguno conocido, y todos son autolimitados en el tiempo desapareciendo solos, bien en dos o tres días e incluso horas, o bien cuando acaban con el paciente o se convierten en crónicos si conseguimos mantener al paciente con vida durante el ataque, como ocurre con el ébola. No hay ningún tratamiento que los liquide como ocurre con las bacterias, así que si estamos ante una infección vírica, ¿para qué vamos a malgastar tratamientos y esfuerzos en combatir algo que sabemos que no está haciendo nada? Incluso podemos estar deteriorando al paciente y produciendo efectos indeseables.
Sabemos por epidemiología y por la consulta diaria que los niños menores de tres años en un 95% o más lo único que pillan son virus. Catarros de nariz, conjuntivitis, bronquitis y bronquiolitis, otitis e incluso neumonías son víricas en un gran porcentaje, así como los exantemas en la piel y las temidas enfermedades vacunables. ¿Por qué reciben hasta en un 75% tratamientos antibióticos?
La única forma que tenemos de combatirlos es mediante la vacunación infantil, evitándose.
El 80% de los dolores de oído se solucionan con un calmante, del resto el 80% se resolverán solos por ser otitis virales y tan solo ese pequeño porcentaje restante es el que necesitará de la toma de antibióticos. Algo similar ocurre con las neumonías y siendo así, ¿por qué se tratan casi el 90% con antibióticos?
Y ¿por qué sabe el médico de cabecera o pediatra que es virus si no le hace análisis, ni radiografías, ni nada? Porque ha estudiado. Y si lo saben ¿por qué se recetan tanto?
Esa es la pregunta. Creo que el problema del abuso de antibióticos está en nuestra profesión. No debemos responsabilizar a la madre que entra en consulta con la exigencia de un tratamiento para su hijo. Ella demanda lo que conoce y lo que le damos a entender los profesionales. Debo reconocer que está descendiendo el exagerado uso de antibióticos en todos los estamentos pediátricos, ya sea en atención primaria o en urgencias, da igual públicas que privadas. Poco a poco hay más sensibilización con este asunto y desconozco las cifras, pero se está avanzando, lento eso sí. Todavía son muchos los lugares de donde sales con un antibiótico aunque te hayas torcido un tobillo, por si acaso.
"Por si acaso", ese es el problema, ahí radica el origen del asunto, no es tanto el desconocimiento, que se soluciona con actualización, sino el miedo, la medicina defensiva, el cortoplacismo y el tratamiento complaciente para no discutir o para "quedar bien". Explicar a unos padres que ese montón de mocos y esas noches sin dormir por la tos se pasarán sin necesidad de tratamiento, solo con los cuidados y mimos propios de la edad, cuesta 10 minutos. Tirar de receta 20 segundos.
Mandar antibióticos en urgencias por un dolor de oídos es apuntarse el tanto de qué resolutivos somos, y qué rápido se le ha quitado, aunque se le hubiera pasado igualmente sin tomarlo; tan solo hay que indicar que vuelva a su pediatra de atención primaria en 24 o 48 horas para ver evolución. Pero claro, para eso no irían a urgencias, van porque saben que allí se lo mandan y les damos a entender que eso es lo correcto. Ah, y de paso nos quejamos de que las urgencias están saturadas por chorradas.
Lo hacemos francamente mal.
El miedo a la evolución del proceso nos empuja a actuar indebidamente y mandar medicamentos por si acaso, no sea que, o no me pille los dedos. No es ciencia, es miedo y eso no es bueno. Es verdad que hacer las cosas bien es más difícil, es el camino tortuoso. El trecho llano es ser complaciente y dar todo lo que se pide y más, pues llévese este antibiótico y también algún jarabe que algo ayudará, y esta homeopatía que mal no le hará. Antiético. Aunque ninguno de esos potingues tenga ninguna utilidad para el pobre bebé, son tratamientos para apaciguar a los demandantes padres.
Y si esto es cierto, ¿por qué Sanidad no hace nada? ¿Por qué las comunidades autónomas de las que depende la sanidad pública no hacen nada? ¿Por qué la sanidad privada no cuida los estándares de calidad y prefiere ser complaciente? La OMS ha creado el día mundial del abuso de antibióticos que luego los Gobiernos no promocionan, ninguna campaña de concienciación, ni ninguna directriz a los trabajadores públicos y no digamos nada privados.
El antibiótico es una gran arma de destrucción masiva de bacterias, no lo malgastes. Curan cuando están indicados, tienen efectos secundarios y deben ser utilizados con prudencia.
Jesús Martínez es pediatra, autor del libro y del blog El médico de mi hij@ y director médico de Mamicenter. Si quieres hacerle alguna consulta, escribe a mamasypapas@elpais.es
EL PAÍS, Martes 19 de abril de 2016

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