HÉCTOR G. BARNÉS
Todos soñamos.
Si no lo hiciésemos, estaríamos muertos o locos. De entre todas esas
fantasías que pasan por nuestra mente cada noche, hay algunas que
predominan, y no nos referimos a los lugares comunes como soñar que se
te caen los dientes o que nos despeñamos por un barranco, sino a una categoría mucho más amplia: los sueños (y pesadillas) relacionados con el mundo educativo y, en concreto, con los exámenes y las pruebas.
Soñar que nos presentamos a un examen para el que no hemos estudiado o que llegamos tarde, que suspendemos a pesar de todo el esfuerzo
que hemos realizado, que nos retiran el título o que no somos capaces
de aprobar a pesar de intentarlo una y otra vez se sitúan en los puestos
más altos de los rankings de sueños, como explica en Brain Decoder Stephanie Pappas. En dicho reportaje, la autora intenta responder a la pregunta de por qué tantas personas experimentan estos sueños.
No hay ninguna duda de que lo son, y no únicamente porque todos hayamos vivido experiencias de ese tipo: según el Typical Dream Questionnaire, el método utilizado desde los años 50 para establecer el ranking de los sueños más frecuentes, estos aparecen en el top 5 en un gran número de culturas,
tras los de persecuciones, caídas y los sexuales. Se trata de una
escena muy semejante a aquella en la que alguien que ofrece una
conferencia en público descubre de repente que está desnudo.
La
autora condensa en tres las grandes explicaciones que se han aportado
para resolver el enigma de los sueños estudiantiles. Estas son:
El golpe de reminiscencia
En un pasado artículo ya explicábamos que el que los adultos no recuerden su vida antes de los cinco años
se debe al conocido como “golpe de reminiscencia”, un período de la
vida que tiene lugar entre los 15 y los 30 años y en el que se solidifican la mayor parte de recuerdos.
Por eso para la mayor parte de adultos los recuerdos más vívidos son
aquellos que se conservan de la adolescencia y los primeros años de
madurez, aunque todavía no hay un acuerdo sobre la razón por la que esta
etapa es más recordada que otras.
Algunos afirman que se debe a que son años cargados de novedades y
viajes iniciáticos, mientras que en la edad adulta hay menos
descubrimientos que recordar; otros que es el período de formación de la
identidad, que se perfila a partir de lo que nos ocurre durante esa
época; o, simplemente, como ocurre con los niños y la adquisición de los
idiomas, que nuestro cerebro está diseñado para retener mejor la
información recibida durante esa época.
De ahí que cuando nuestro
cerebro recurra al pasado para turbarnos, no piense en una mala etapa
profesional o en un reciente desencuentro amoroso, sino en aquello que
más nos estresaba a los 20 años, y que suele ser la vida
académica. Algo semejante a lo que ocurre con el amor: como recuerda el
reportaje, soñamos mucho más a menudo con nuestra primera pareja que con
las más recientes.
La hipótesis de continuidad
La
anterior teoría no terminar de explicar por qué soñamos con exámenes y
no con otros tantos acontecimientos relevantes ocurridos entre los 15 y
los 30 años, algo que sí hace la hipótesis de continuidad, que señala
que nuestros sueños son un reflejo de nuestras preocupaciones
cotidianas. Si soñamos con aulas universitarias, pizarras y exámenes en
lugar de presupuestos, fechas límite y correos electrónicos es porque se
trata de una experiencia universal en la que la mayor parte de
ciudadanos del mundo occidental fueron puestos a prueba por primera vez.
Como señala en el reportaje el experto en sueño del Instituto Central
de Salud Mental Michael Schredl, “los sueños con exámenes son desencadenados por situaciones de la vida real que tienen características emocionales parecidas”.
Otra hipótesis asociada a esta teoría es la del sueño alternativo,
que señala que nuestros delirios más oníricos son la manera en que el
cerebro hace frente a los cambios neuroquímicos que se producen durante
la fase REM del sueño. Las imágenes extrañas serían una forma de
compensar los cambios biológicos del cuerpo.
Una ansiedad útil
En
último lugar se encuentra una de las teorías sobre los sueños más
extendidas y que explica por qué a veces, en los brazos de Morfeo, nos
acordamos de improviso de que tenemos que llamar a un amigo a quien se
lo hemos prometido o realizar un ingreso bancario. Los sueños serían,
según esta visión, una alarma creada por nuestra ansiedad para recordarnos aquello que se nos ha pasado por alto en nuestra vida consciente.
Una investigación publicada en Consciousness and Cognition
puso de manifiesto que los estudiantes que habían soñado con sus
exámenes la noche anterior habían obtenido por lo general mejores notas
que los que no lo habían hecho, lo que da lugar a la sugerente idea de
que no sólo los sueños muestran que estos estudiantes estaban más
preocupados por sus notas, sino también que la fantasía nocruna podría
haberles ayudado a prepararse y relajarse para la posterior cita con el
examen a través de la dramatización del episodio estresante.
EL CONFIDENCIAL, 10/09/2015
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