CARLOTA FOMINAYA
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premios cuando no toca, protección excesiva, abandono en las redes...
los padres de hoy cometemos muchos errores, y la falta de tiempo no se
puede convertir en una excusa, según advierten Pedro García Aguado y
Francisco Castaño, autores de «Aprender a educar» (Grijalbo). «Nuevos tiempos, nuevas formas de educar», apuntan rápido y casi al unísono.
En
su último libro estos dos autores presentan los casos más habituales en
su consulta y cómo los han tratado. «Es verdad que no tenemos la
fórmula secreta de la educación, pero sí podemos dar unas pautas
educativas que pueden ayudar a conseguir adultos más autónomos,
responsables, ricos en valores y con capacidad de manejarse en la
adversidad».
—Pero, ¿se puede educar en media hora al día? Muchos padres llegan a casa casi al tiempo que acuestan a sus hijos.
—P.G.A: Se puede educar en una hora, y en diez
minutos. Nuevos retos, nuevas formas de educar. Pero para eso hay que
dejar atrás el sentimiento de culpa de «mala madre» o «mal padre». que
han dejado abandonados a sus hijos todo el día. Eso es mentira. Somos
padres estupendos, que tenemos y queremos trabajar para dar lo mejor a
nuestros hijos. Y lo mejor también supone que en esos diez minutos que
tengo con ellos al llegar a casa cansada y que me van a retar sigo
teniendo que poner normas. Porque... ¿Qué culpa tienen ellos de que lleguemos a esas horas a casa?
F.C.: Yo pienso que también hay nuevas formas de educar distintas a como nos educaban a nosotros.
—Antes un «NO» era un «NO» y ni se nos ocurría discutirlo. ¿De verdad hay que explicar tanto las cosas a los niños?
—P.G.A:
Es verdad que nuestros padres no tenían que justificar un no, y ahora
se explica todo. Pero el NO tiene explicaciones limitadas porque... ¿qué
quieres explicarle a un niño que quiere meter los dedos en un enchufe?
¿El funcionamiento de la corriente alterna? Sencillamente debes decirle:
«No metas los dedos en el enchufe que te va a doler». Punto.
—Ustedes
tienen dos consultas, escriben libros de educación, son los fundadores
del proyecto «Aprender a educar»... Los padres de ahora, ¿nos parecemos
en nuestros errores?
—P.G.A: Lo que
nosotros vemos en consulta son padres que tienden a la sobreprotección, a
la ausencia de normas y límites, o a la falta de consecuencias marcadas
si lo anterior se incumple... ¿El origen dónde está? En la creencia de
los padres de que sus hijos se van a romper. No quieren que sus hijos se
frustren o sufran.
F.C.M: No quieren que sufran
lo que sus padres sufrieron. Se ve que nosotros sufrimos mucho... (Ríe).
Piensan «pobrecito mi niño, que no le falte de nada. Y en vez de cariño
le dan todo lo material que pide, y al instante». Pero ojo, que decirle
que NO a tu hijo no significa no quererle... Más bien al contrario, es
quererle de forma responsable.
—Hay
una equivocación en la que es muy fácil caer, y es la de premiar
erróneamente por algo que en realidad, deberían hacer obligatoriamente.
—F.C.M.:
lo habitual se refuerza y lo extraordinario se premia. Lo obligatorio
sería decirles «que orgullosa estoy de tí, qué bien lo has hecho.
P.G.A.:
Esto es además muy peligroso porque ¿qué ocurre cuando tú premias por
cosas que son obligatorias como hacer la cama, por ejemplo? Que tienes
un «niño foca», que pide su sardina. Estas premiando cosas que no son
para nada extraordinarias. Es más, son responsabilidades que según que
edad vienen hasta especificadas en el Código Civil.
—Un truco para no pasarnos de frenada con los halagos...
—P.G.A.: Cuando se halaga a un niño, hay que decir cosas concretas.
—Ustedes señalan de forma habitual una ausencia de normas en muchos hogares.
—F.C.M.:
Sí. Y las normas tienen que ponerse. En casa, como en la carretera, la
convivencia solo es posible si se tienen en cuenta una serie de normas. Pocas y claras,
hemos de ser muy concisos al ponerlas. Como dejemos un hueco, una
fisura por la que ellos puedan meterse... malo. Es muy importante que
ellos tengan claro que va a pasar. Por ejemplo: Un día sin móvil es un
día sin móvil. No es dárselo cinco minutos por la tarde para que vea los
deberes por WhatsApp.
—Junto con el concepto de norma citan también el del límite. ¿Es que nos da miedo poner límites?
—F.C.M.:
Hay quien se confunde. Si la norma estipula que nuestro hijo jugará con
la tablet los sábados por la tarde, siempre y cuando estemos en casa y
haya hecho los deberes, los límites indicarán el tiempo: dos horas como
máximo. La idea de límite no tiene que darnos miedo. Con ella no estamos
coartando la libertad de nuestros hijos, sino que los estamos
acostumbrando a ceñirse a un mínimo de reglas familiares, sociales (y
legales, económicas, etc.) que, al fin y al cabo, rigen en nuestra
sociedad. El límite no consiste en cortar las alas a nadie, sino en
hacer a nuestros hijos capaces de saber quienes son y dónde están, así
como qué pueden y qué no pueden hacer. Cuando los niños conocen las
normas del juego, participan mucho mejor y se sienten menos intranquilos.
—En
este sentido uno de los consejos que aparece en su libro es la firma de
una especie de «contrato familiar» puesto en la nevera, por ejemplo.
—P.G.A.:
Un contrato de estas características es una forma muy visual de
establecer las normas, y ayuda a conservarlas frescas en la memoria.
También ayuda a que las entiendan. En cualquier caso yo aconsejo a los
padres preguntar a los niños: ¿Para tí en tu cabecita qué significa
esto?
F.C.M.: De esta forma, cuando tu hijo te
busque las vueltas con el «es que tu me dijiste», «es que tú me
explicaste»... puedes responder: «es que está escrito. ¿Lo entiendes?»
Seguro que lo entiende, aunque no le guste. Todos tenemos que hacer unas
cinco cosas al día que no nos gustan. Esto hay que aprenderlo. Lo que
ocurre es que educamos a nuestros hijos para Disney World y cuando
llegan a la vida real se encuentran con The Walking Dead. Es terrible,
pero tú le has enseñado que si quería esto lo tenía. Y de pronto la vida
no funciona así.
—¿Cómo les enseñamos a sobrellevar esa frustración?
—P.G.A.:
Desde los cero años. A base de NO, NO, y NO. ¿Sabes cómo disfrutará
luego del sí? Habiendo escuchado muchas veces el NO. ¿Qué le pasa a la
juventud que nosotros tenemos que tratar? Que siempre escucharon SÍ, y
cuando escucharon el NO, se lo saltaron.
—También señalan en su libro la falta de consecuencias claras y bien explicadas a los niños.
—P.G.A.:
No puedes estar todo el día peleándote. Yo ya he dicho que el móvil no
se toca. Si se lo dices y lo coge, o te engaña, tiene que saber cuál
será la consecuencia. Una que tú creas que puede ir alineada en función
de su edad y del hecho cometido. Lo va a incumplir, pero a la quinta vez
lo normal es que vea que no le sale rentable.
—Este tipo de estrategias... ¿funciona siempre?
—P.G.A.: Funcionan siempre que se hagan bien, y que los padres vayan a una.
F.C.M.: Y que no haya ninguna patología, claro.
—Pero en una misma familia hay niños más complicados que otros...
—P.G.A.:
Si tienes un hijo retador, eso te exige que a lo mejor le digas las
cosas veinte veces, en lugar de cinco. Y también que con él tendrás que
tener la norma educativa más clara, si cabe.
F.C.M.:
Con un niño de estas características, es cuestión de mantenerse. Cuando
él vea que no le funciona la estrategia, dejará de utilizarla. Es
simplemente cuestión de tiempo.
—Ahora llegan las Primeras Comuniones, donde muchos niños de entre 9 y 10 años recibirán su primer móvil. ¿No es muy pronto?
—P.G.A.:
Está bien regalar el móvil, si tú quieres. Es tu decisión. pero educa a
tu hijo en su uso. El problema viene cuando se lo pagas pero no
controlas nada de lo que hace. Y encima con banda ancha. Es de locos.
F.C.M.:
Es curiosa la cantidad de gente que nos llega al despacho porque su
hijo se ha dejado el Facebook abierto y gracias a eso han descubierto
ciertos comportamientos o incluso, han conocido cómo es verdaderamente.
—¿Deberíamos sabernos siempre sus claves?
—P.G.A.:
Claro que sí. ¿Qué miedo hay en vigilarles? Ante el derecho a la
intimidad prevalece la obligación de protección. Y eso lo pone muy claro
en el Código Civil. Si tu hijo tiene algún problema en internet, a
quien le van a pedir responsabilidades es a tí, porque no has estado
pendiente de proteger a tu hijo. Lo que ocurre es que no vemos el riesgo
que tiene internet. Que lo tiene. Tiene muchas cosas buenas. Nos ayuda
en el trabajo, favorece la comunicación... pero igual que en la calle no
nos dejaban salir a ciertas horas, no dejemos entrar en según qué
sitios a nuestros hijos en la red. No es vigilar, es proteger. ¿A que
cambiando las palabras ya no molesta tanto?
—Un consejo final para nuestros lectores.
—P.G.A.: Quiere al hijo que tienes, no al que te gustaría tener. Es una frase que nos gusta mucho.
F.C.M.:
Y hacérselo saber. Amor responsable. No se le hace saber aunque muchas
veces lo intentamos. Y decimos: «Quiero que mi hijo sea ingeniero, o se
porte como aquel». Claro que lo quieres, pero tienes que educar al hijo
que tienes.
ABC, Lunes 4 de abril de 2016
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