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«No todos los padres están de acuerdo con el uso de las tabletas en los colegios»

LAURA PERAITA

Cada vez más padres sienten preocupación por la implantación de las nuevas tecnologías en los colegios de sus hijos. Son voces que han estado silenciadas por miedo a ser calificadas de «retrógadas» y que sienten que si transmiten su queja a los centros escolares, sus hijos puedan sufrir represalias por ello. Pero no solo padres, también hay docentes que ponen en duda la verdadera utilidad de estas herramientas en la educación.
Según el director del colegio concertado San Pedro de Gava en Cataluña), Rafael Rodríguez, hay padres que demandan en las aulas ordenadores, iPad, pizarras digitales..., porque relacionan estas tecnologías con calidad educativa. En este colegio concertado pusieron pizarras digitales en Infantil, Primaria y Secundaria pensando que podían ser un recurso útil del profesor para facilitar el aprendizaje. Sin embargo, al poco tiempo las retiraron de Infantil. «Resultaron ser una fuente de sobreestimulación muy grande. Los niños aprenden mejor a través de la experimentación con sus sentidos del tacto, olfato… algo que no les da el ordenador. Además, tener una clase en la que cada alumno tiene su terminal mina sus relaciones sociales, que cada vez más tenderán a ser virtuales».
Este directivo explica que según el último informe de la OCDE de septiembre de 2015 «el uso intensivo del ordenador en el aula conlleva un empeoramiento de los resultados académicos. Además deja patente que los países que han invertido mucho en nuevas tecnologías en la educación no muestran mejoras apreciables en la lectura, matemáticas o ciencias. En cambio, los que no han hecho esta inversiión han mejorado rápidamente sus ressultados en todos los parámetos». También apunta que no es recomendable el uso de nuevas tecnologías hasta los seis años, «aunque, cierto es –prosigue– que hay estudios que afirman lo contrario, lo que deja a los colegios en una situación arriesgada de apostar por una u otra postura».

Demasiado divertidos

El pedagogo y filósofo José Antonio Marina también menciona este mismo estudio de la OCDE que asegura que el tiempo que se están utilizando las tablets en las escuelas puede dificultar el aprendizaje. «Cuando nos tomemos en serio el aprovechamiento de las nuevas tecnologías serán fundamentales, pero no como vehículos de información porque hay un problema –asegura–, son muy divertidas y tienen muchos materiales llamativos, pero eluden, si no están bien diseñados, la parte fundamental del aprendizaje, que siempre es lo más pesado. Una materia es divertida si es movida, comprensible... pero, claro, eso es solo la primera parte. Luego llega el momento de decir, “¿lo has comprendido?" Pues ahora te lo tienes que aprender, lo que es más arduo porque se basa en repeticiones». 
Rafael Rodríguez añade que hay numerosos estudios que aseguran que las nuevas tecnologías ayudan a aprender mejor las materias, «pero en muchos casos son informes patrocinados por determinadas empresas que pretenden hacer negocio con la venta de terminales en los centros escolares y después encargarse de su mantenimiento».
Considera que los alumnos, sobre todo en los primeros cursos, deben usar los libros, que contienen mucha información, «tanta que no tienen capacidad para asimilarla toda. Menos aún todo lo que les ofrecen las nuevas tecnologías», puntualiza.

Más información de la que entienden

José Antonio Marina coincide en que en muchas escuelas los estudiantes usan las tecnologías para buscar información, «sin darse cuenta de que los alumnos tienen más información de la que entienden, y que el problema está, precisamente, en que no la entienden».
En este momento en que el acceso a la memoria informática es tan rápido y barato, se extiende la idea de que para qué voy a aprender una materia si la voy a encontrar en internet. «Pues se lo tiene que aprender –insiste Marina– porque sino no va a saber lo que tiene que buscar, no va a entender lo que encuentra y, al final, va a tener una especie de dependencia del ordenador como la que tiene una enfermo de riñon de la diálisis».
Otro de los inconvenientes, según Rafael Rodríguez es que su uso hace que las materias parezcan más fáciles con lo que se consigue que los niños no se esfuercen y, además, pierdan la oportunidad de aprender cómo se hacen las cosas en la realidad, «que es lo que de verdad les enseña».
Añade que hay muchas formas de innovar en la educación, y no a través de instrumentos sofisticados, sino a través de metodologías y pedagogías que no incluyan los ordenadores. «No estamos aún preparados para introducir en los colegios herramientas tan potentes como los ordenadores».
Ana Arroyo es docente en un colegio de Burgos y su hija de sexto de Primaria usa la tablet en el colegio, las redes sociales... y manifiesta su preocupación porque percibe que se les escapa el control sobre su hija. «Por decisión del colegio te sientes obligada a meter al enemigo en casa. A la mínima te pide usar el ordenador, se le pasa el tiempo volando por la cantidad de estímulos que ofrecen y acaba por no diferenciar la realidad de la ficción virtual, lo que supone un gran riesgo para el desarrollo de los niños», manifiesta con preocupación.

«¿Las estamos usando para hacer negocio?»

Asegura que además obliga a los padres a realizar un importante desembolso económico y a entrar en una metodología nueva que no satisface a todos. «¿Estamos usando las nuevas tecnologías para hacer negocio? ¿Cuál es su verdadera utilidad?», se pregunta. «A los docentes nos obligan a usar estas herramientas cuando podemos fomentar el aprendizaje con otros materiales y fuentes de aprendizaje mucho más útiles». Reconoce que se trata de herramientas demasiado novedosas para utilizarlas en las clases sin tener un historico para saber si son positivas para el conocimiento. «Es un cambio muy brusco. No se puede pasar al aprendizaje digital sin reflexionar mucho sobre ello. Su uso –asegura– se deja percibir en los alumnos de forma negativa puesto que les provoca dispersión, déficit de atención y distracción».
Como madre añade que «nos vemos en la obligación de que nuestros hijos las usen a pesar de estar en contra. No somos retrógrados por ello. Tenemos nuestras razones. Además, nos obliga a los padres a estar en casa encima de nuestros hijos supervisando lo que están haciendo en las redes sociales para evitar un mal uso o que caigan bajos las garras del bullying».
En la misma línea opina C. S, un padre de Barcelona que prefiere guardar su anonimato por temor a represalias en su centro escolar. «Si abres esa ventana a un crío que aún no está maduro para ello, lo más normal es que se pierda en ese mundo de posibilidades infinitas. Creo que la entrada en el universo de internet debe ser supervisada por los padres en primer lugar, por los docentes a continuación y, a poder ser, evitando riesgos innecesarios. Reclamo el derecho de los padres a decidir sobre nuestros hijos y no entregarnos a  manos de “expertos” que nos dicen qué debemos hacer en cada momento. La introducción y uso debería ser una decisión estrictamente familiar. Nadie mejor que los padres sabemos si nuestros hijos pueden entrar en ese mundo (internet, redes sociales, etc.). Nadie mejor que nosotros los puede acompañar y educar en un uso responsable. Si su uso es puntual, supervisado y se hace servir como instrumento y nunca de forma transversal, por supuesto que pueden ser positivas. Entregar al crío, sin más, las nuevas tecnologías es un despropósito».

Punto de vista médico

Desde el punto de vista médico, una pediatra de un hospital de Bilbao apunta que hay múltiples estudios médicos que relacionan el tiempo de uso de pantallas con importantes efectos negativos sobre la conducta, la salud y el rendimiento escolar de los niños: obesidad, déficit de atención, conductas violentas, apatía, adicciones, perdida el sentido de la realidad y la relevancia, problemas visuales, dolores musculoesqueléticos por malas posturas, superficialidad del pensamiento, mal funcionamiento de la memoria de trabajo, empeoramiento de la lectura comprensiva, reducción del vocabulario en niños pequeños, etc.

Por Catherine L’Ecuyer Autora de los bestsellers Educar en el asombro y Educar en la realidad
Solo hay una manera de empezar para los que pretenden no equivocarse en sus deliberaciones: saber de qué trata la deliberación; de lo contrario, forzosamente, nos equivocaremos, decía Sócrates.
Un error común en cualquier debate consiste en polarizar el discurso entre los a favor y los en contra, dejando los moderados como invencibles ganadores del ficticio dilema. El moderado se define a sí mismo como a mitad de camino entre dos opciones radicales. Su persuasión carece de fundamento en los hechos, opta por apoyarse en lo que opina la gente, las modas, lo políticamente correcto, las apariencias. Baila a medio camino entre una postura y la otra, como las hojas que se lleva el viento. Es demagogo, en la medida en que su discurso apela a prejuicios, emociones, miedos o esperanzas, para ganar apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la retórica. Por eso cae bien, es simpático.
Desgraciadamente, el debate educativo no es ajeno al baile de la retórica. Cuando hablamos del uso de las tabletas en las aulas, por ejemplo, conviene dejarnos de bailes simpáticos y ceñirse a los hechos educativo-científicos, pues todos tenemos derecho a nuestras opiniones, pero no a nuestros hechos. ¿Qué dicen los hechos? Hoy por hoy no existe un conjunto de estudios rigurosos indicando que el uso de la tableta en el aula tenga algún beneficio educativo. No es cuestión de estar en contra, de ser radical o de no admitir otra opinión, tan solo se trata de pedir educadamente a la postura a favor que documente su hipótesis. Sino, forzosamente nos equivocaremos, como decía Sócrates. Por lo tanto, la tesis, la más razonable, consiste en reconocer que el peso de la prueba de demostrar el beneficio científico descansa en el que usa esa herramienta, más cuando existen estudios rigurosos que apuntan a inconvenientes en el ámbito neuropediátrico. Tan solo se trata de aplicar el perenne, básico y sencillo principio de prudencia. Qué menos, si además tratamos de niños. 
ABC, Miércoles 20 de abril de 2016

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