Ir al contenido principal

Por qué la leche materna no se puede sustituir por nada

DANIEL MEDIAVILLA
A simple vista, la leche materna puede parecer un alimento más, especialmente nutritivo, quizá, o mejor adaptado a las necesidades del bebé, pero poco más. Sin embargo, la percepción es errónea. Durante millones de años de evolución, ese líquido se ha perfeccionado para convertirse, además de en un alimento fundamental, en una vía de comunicación por el que la madre transmite a su hijo herramientas críticas para su supervivencia. Dar el pecho reduce la mortalidad infantil y las infecciones, y se ha relacionado con un menor riesgo de obesidad. Y los beneficios para la salud también alcanzan a la madre, a quien la lactancia protege frente al cáncer de mama.
La importancia de la leche materna en el desarrollo humano la convierte en un interesante elemento de estudio, pero su complejidad hace que los científicos aún no hayan sido capaces de desentrañar sus secretos. “La leche materna es tan compleja y tan rica en factores bioactivos (proteínas que estimulan el sistema inmune, proteínas antimicrobianas, anticuerpos…) que no se puede sustituir con ninguna versión artificial”, explica Thierry Hennet, investigador del Instituto de Fisiología de la Universidad de Zurich (Suiza). Hennet, que acaba de publicar una revisión sobre los esfuerzos para comprender este producto en la revista Trends in Biochemical Sciences, añade que la “producción de una fórmula infantil que incluya todos los constituyentes de la leche materna sería tan cara que nadie podría permitírsela”.
La leche que produce la madre va cambiando para adaptarse al desarrollo del bebé. Por un lado, varía la cantidad. Al principio, cada pecho produce, de media, 450 gramos de leche diarios. Quince meses después, dependiendo de la frecuencia con que se dé de mamar, la producción diaria puede alcanzar los 200 gramos. Además, cambia la composición. Una de las funciones básicas de la leche materna es construir el sistema inmune del bebé. Esta tarea ya se había descrito en 1903 y se vinculó a la presencia de anticuerpos en la leche. Ahora se sabe también que la cantidad de anticuerpos maternos es mucho mayor durante el primer mes de vida del bebé. Después, cuando el pequeño ya ha empezado a construir sus propias defensas, el porcentaje de anticuerpos de la madre en la leche cae un 90%.
La complejidad a la que se refiere Hennet se puede asociar a las más de 200 diferentes moléculas de azúcar que se encuentran en la leche humana, muy por encima de las alrededor de 50 que se pueden encontrar en la leche de vaca. Aunque aún no se conoce con precisión la labor de estos azúcares, se cree que una de sus funciones consiste en alimentar las bacterias que deben colonizar el intestino del bebé, que nace sin estos microorganismos que determinarán buena parte de su salud futura.
Todos estos beneficios para la salud del niño han hecho que la Organización Mundial de la Salud recomiende que el bebé se alimente del pecho de su madre durante sus primeros seis meses de vida, y después durante al menos un año más como complemento de la comida sólida. “A partir de ahí, si se quiere y se puede continuar, mejor”, apunta Nadia García Lara, responsable del banco regional de leche materna del Hospital 12 de octubre en Madrid.
“Desde el punto de vista científico, la superioridad de la lactancia materna es abrumadora, pero entre los 50 y los 90 hubo una fuerte influencia de la industria láctea, que promocionó las leches artificiales”, cuenta García Lara. “Otro tema es que, pese a todos los beneficios que conocemos, que se amplían cuando se prolonga la lactancia, la lactancia materna es muy difícil y requiere mucho apoyo por parte de la sociedad”, continúa. “Aunque se están mejorando las leches artificiales, y se logre sintetizar muchos de sus componentes, su valor se encuentra en la composición global, en la interacción de sus componentes, e incluso en la genética y la flora microbiana de la madre”, añade.
Pese a reflejar la acumulación de pruebas sobre los beneficios de la lactancia, el artículo de Hennet también llama la atención sobre algunos riesgos. Algunos contaminantes presentes en el ambiente se pueden acumular en el tejido del pecho de las mujeres y transmitirse a los niños. “Se han descrito correlaciones positivas entre algunos ftalatos [unos compuestos químicos empleados en plásticos y textiles] en la leche materna y niveles alterados de hormonas sexuales en bebés de tres meses”, indica Hennet. En opinión del investigador de la Universidad de Zurich, el trabajo de los científicos para controlar este riesgo consiste en identificar los contaminantes para eliminarlos en los procesos industriales y así del ambiente y de nuestros organismos.
Hennet concluye su trabajo reconociendo que, independientemente de las virtudes biológicas de la lactancia, no es una labor de los científicos decidir hasta cuándo debe una madre dar el pecho. Esas decisiones, afirma, "le corresponden a las familias".
EL PAÍS, Jueves 21 de abril de 2016

Comentarios

Entradas populares de este blog

«Los buenos modales no están de moda, pero es imprescindible recuperarlos»

FERNANDO CONDE Hoy en día es frecuente enterarte por los medios de noticias relacionadas con la falta de respeto, el maltrato, el acoso, etc. Podemos observar muchas veces la ausencia de un trato adecuado a los ancianos, la agresividad incontrolable de algunos hinchas de fútbol; la poca estima a la diversidad de opiniones; la destrucción del medio ambiente; el destrozo del mobiliario urbano y un largo etcétera que conviene no seguir enumerando para no caer en el pesimismo que no conduce a nada y el problema seguirá ahí. Un problema que podríamos resumir en que se ha ido perdiendo el valor de la dignidad humana en general. Los modos para alcanzar la felicidad, siempre deseada, se apartan de las reglas y normas de conducta más elementales de convivencia colectiva que han acumulado las culturas y los pueblos a través de los siglos. La idea de que «la dignidad empieza por las formas» que resume este artículo es una afirmación bastante cierta, porque la forma, no pocas veces arrastr

¿Qué hay detrás de las mentiras de un niño?

ISABEL SERRANO ROSA Los niños no son mentirosos, pero mienten . Lo hacen cuando tienen algo que decir o que aprender. Hasta los cuatro años, con sus historietas sorprendentes, quieren narrarnos su mundo de fantasía. Somos la pantalla en la que proyectar su película. Entre los cuatro y los siete años construyen su mini manual de moralidad con ideas muy sencillas sobre lo que está bien y mal, basado en sus experiencias "permitido o no permitido " en casa y en el colegio. Con su gran imaginación, las mentiras son globos sonda para saber hasta dónde pueden llegar. Entre los ocho y los 12 años la realidad se abre camino y la fantasía se vuelve más interesada.  El pequeño pillo de nueve años desea ser bueno, pero se le escapan las trolas por el deseo de gustar a los demás, ocultar alguna debilidad o evitar castigos. En general, mienten a sus crédulos coetáneos o, por el contrario, les escupen a la cara alguno de sus descubrimientos del trabajo de campo que significa crecer.

Qué le pasa a tu bebé cuando dejas que llore sin parar

  GINA LOUISA METZLER Muchos padres creen que es útil dejar llorar a su bebé. La sabiduría popular dice que unos minutos de llanto no le hacen daño, sino que le ayudan a calmarse y a coger sueño. Se trata de la técnica de la espera progresiva , que fue desarrollada por el doctor Richard Ferber, neurólogo y pediatra de la Universidad de Harvard en el hospital infantil de Boston (Estados Unidos) , y que sigue utilizándose en la actualidad en todo el mundo. Casi nadie sabe en realidad lo que ocurre a los bebés cuando siguen llorando, pero las consecuencias físicas y psíquicas podrían afectarles toda su vida. Cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen, aumenta su nivel de estrés , ya que, a través de su llanto, quiere expresar algo, ya sea hambre, dolor o incluso necesidad de com