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¿Queremos que enseñen a nuestros hijos a ser felices? ¿Sí o no?

C.FOMINAYA/M.SETIÉN
A cualquier padre que se le pregunte responderá que quiere que sus hijos sean felices. Pero, ahora bien, siendo así, ¿puede y debe la felicidad ser un objetivo y cometido de la enseñanza en el aula?

A favor

Toni García Arias es profesor de instituto y autor del libro «Educación Emocional para todos». Desde su experiencia afirma que:
-La finalidad última de la educación es ofrecer a los menores las mejores herramientas para que de adultos puedan enfrentarse a un mundo que desconocemos y que, en principio, siempre es hostil.
-Dentro de estas herramientas se encuentran los conocimientos propios de las materias, las normas y los valores, pero también las habilidades emocionales básicas para enfrentarse a la vida.
-Desde esta perspectiva, la escuela no solo debe crear exitosos profesionales en el ámbito laboral, sino -y sobre todo- personas exitosas en la vida
-En la vida, el éxito se mide por nuestro grado de felicidad general en los distintos ámbitos; laboral, familiar, amoroso, personal, de amistad, etc.
-Sin embargo -contrariamente a lo que señalan los detractores de esta idea-, este logro del éxito vital, este logro de la felicidad, no significa renunciar a los valores básicos, al conocimiento de las materias o convertir la vida de los menores en un mundo ocioso y sin normas, sino que a sus aprendizajes actuales se sumen estos nuevos aprendizajes emocionales o vitales.
-Es importante que los alumnos sepan realizar una suma, una raíz cuadrada, o que conozcan lo que es un sujeto, o una metáfora, pero también es importante que nuestros alumnos -y futuros ciudadanos- sepan enfrentarse a la muerte de un ser querido, a establecer relaciones interpersonales equilibradas, a evitar los prejuicios sociales, a superar un «no», o que sepan revertir su ira, su odio, su desesperación o canalizar su violencia.
-Todo ello, sin duda, les conducirá a un mejor conocimiento de sí mismos y, por añadidura, a un aumento considerable de su grado de felicidad.
-La educación que apuesta por abordar los componentes emocionales entiende que aprender a frustrarse es aprender a aumentar la tolerancia a la frustración y aprender a gestionarla para hacer de ella un uso positivo. La frustración nunca puede utilizarse como un lastre para los menores, como un etiquetado de alumnos o como un modelo de enseñanza-aprendizaje, sino -en todo caso- como un componente motivador para aprender a superarse.
-Crear un mundo feliz, una escuela feliz, un individuo feliz no significa vaciarlo de contenido, sino llenarlo de significado. Y, sobre todo, de emoción. Al cerrar los ojos, todos nosotros recordamos casi exclusivamente aquellos grandes momentos de felicidad y de dolor, aquellos grandes momentos de alegría y de tristeza. Parece ilógico que, si en nuestras escuelas educamos para la vida, no tenga cabida la educación de la felicidad y de la tragedia.

En contra

Para hablar de la felicidad como objetivo de enseñanza en el colegio, el catedrático de Psicopatología y Técnicas de Intervención en la Universidad de Oviedo, Marino Pérez, propone varias preguntas que él mismo responde:
-¿Qué es lo que más quieren los padres para sus hijos? Felicidad y bienestar.
-¿Qué enseñan las escuelas? Rendimiento y herramientas para el logro. Conclusión, las escuelas enseñan "el boulevard del mundo del trabajo adulto", sin apenas rozar la felicidad, que es lo que más se quiere para los niños (Seligman et al, 2009, p. 293).
-¿Puede la escuela enseñar a ser felices a los niños? Por poder, se puede enseñar, con tal de convertir la felicidad en un objetivo, con sus cuestionarios y ejercicios, como también se puede enseñar autoestima. Otra cosa es que resulte.
-¿Es cometido de la escuela enseñar la felicidad? Se diría que no todo lo que tiene que ser aprendido puede ser enseñado. Las virtudes, los sentimientos, la libertad, la sociabilidad, la solidaridad se aprenden, y bien que necesitan para ello modelos, ejemplos, explicaciones y entornos apropiados, pero no están en la misma escala de las materias escolares como aprender a leer o aprender matemáticas o geografía.
-¿Es al felicidad un buen objetivo? Estas importantes cosas para la vida, incluso más importantes que las matemáticas, como la experiencia emocional y ser feliz, se aprenden y aún más se aprehenden en los contextos naturales de las relaciones interpersonales, entre ellos la vida en la escuela. Pero no se enseñan entresacándolas de las situaciones en las que se dan, convertidas en objeto y materia, para reinstalarlas después en los alumnos, a no ser que se conciban con meros discursos intelecutales.
Queremos saber la opinión de nuestros lectores. ¿Queremos que ayuden a nuestros hijos a ser felices desde la escuela? ¿O, por el contrario, y como dice el filósofo Gregorio Luri, es mucho más sensato enseñar a nuestros hijos a superar las frustraciones?
ABC, Lunes 04 de abril de 2016

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