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La música activa el cerebro de los bebés

CAROLINA GARCÍA

La música mejora el desarrollo cerebral de los bebés, así lo concluye un estudio elaborado por el Instituto de Aprendizaje y Neurología de la Universidad de Washington (Seattle, EE UU)  y publicado esta semana en National Academy of Sciences. “Exactamente ciertas melodías mejoran el procesamiento cerebral de pequeños de nueve meses, tanto en lo que se refiere a la música como a nuevos sonidos del habla”, según se explica en un comunicado. “Nuestro estudio”, continúan los autores, “sugiere que experimentar patrones rítmicos musicales mejora la habilidad de detectar y predecir patrones rítmicos del habla. Esto significa que escuchar música en edades muy tempranas puede tener un efecto global en las habilidades cognitivas de los bebés”, aseguró la autora principal, Christina Zhao.
Para los autores, estos experimentan un mundo complejo donde los sonidos, luces y sensaciones varían constantemente. La prueba consistía en que los bebés reconocieran los patrones de actividad y así predecir lo que viene después. “La percepción de patrones es una importante habilidad cognitiva y mejorar esta cualidad a edades tempranas puede tener efectos a largo plazo de aprendizaje”, aseguran. El objetivo del estudio era averiguar si enseñar a los niños ritmos musicales podría ayudarles también a reconocer los ritmos del lenguaje.
El ensayo consistió en el estudio de 39 bebés que jugaron con sus padres y que eran guiados para hacer actividades. Veinte de ellos fueron reclutados para escuchar música, mientras que los 19 restantes constituyeron el grupo control. Todos jugaron y desarrollaron habilidades sociales, “la diferencia es que uno de ellos aprendió ritmos musicales”, reiteran.

Como la música, el lenguaje es rítmico

Para los autores, el ritmo de las sílabas ayuda a quien escucha a definir y discriminar entre un sonido del lenguaje u otro y, además, a entender lo que se dice. “Y esta es la habilidad que permite a los bebés distinguir los sonidos y así poder hablar”, recalcan. Una semana después del ensayo, las familias regresaron para que los autores pudieran medir sus respuestas cerebrales. Una vez en los escáneres, los bebés pudieron escuchar música y palabras, todo aderezado con un ritmo ocasionalmente interrumpido. Y los cerebros de los pequeños mostraron que podían detectar esa interrupción. Los investigadores focalizaron su atención en dos áreas del cerebro: el córtex auditivo y el córtex prefrontal.
Los bebés que estuvieron en el grupo con música tuvieron respuestas cerebrales más sólidas con relación a la interrupción, tanto en la música como en el habla, en ambas zonas cerebrales, comparado con los niños del grupo control”. “Esto sugiere una vinculación entre la escucha de música y la habilidad de los pequeños para detectar patrones de sonidos”, concluyen.
Los investigadores recomiendan aumentar las experiencias con música en los colegios, ya que mejoran sus habilidades cognitivas. "Los efectos de la música van más allá de la música en sí. Experimentarla tiene el potencial de aumentar estas habilidades y mejorar la capacidad de los niños para detectar y reaccionar rápidamente a los patrones en el mundo, algo muy relevante en un mundo actual tan complejo", terminan.
Los autores sugieren nuevas investigaciones ya que estudios previos había obtenido resultados difusos.

Y también para los adultos.

Un estudio publicado por la Sociedad Europea de Cardiología midió los efectos de la música sobre el endotelio vascular, lámina que recubre los vasos sanguíneos. Ya se había estudiado que el ejercicio físico tiene un efecto rehabilitador y de mejora sobre el endotelio, mas esta era la primera investigación que se realizaba en torno a la polifonía. La conclusión fue clara: “Escuchar música, en concreto la que nos gusta, mejora la función endometial. Basta con media hora al día”. Para llegar a ella, los participantes fueron divididos en tres grupos: uno realizó 30 minutos de ejercicio físico, otro hizo ejercicio físico y escuchó música y el tercero, únicamente, escuchó música. Después de tres semanas de entrenamiento, los mejores valores los obtuvo el grupo que combinó las dos actividades.
 
EL PAÍS,  Martes 26 de abril de 2016

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