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El móvil en las aulas: cómo integrar las nuevas tecnologías en los colegios

JOSÉ ANTONIO MARINA
La revista 'Cuadernos de Pedagogía' es una de las publicaciones de referencia en el mundo educativo español. El tema monográfico de su ultimo numero es 'Jóvenes en red', y está dirigido por Rocío Anguita, de la Universidad de Valladolid, y Juan Bautista Martínez, de la Universidad de Granada. Mi idea de la educación es megalómana y severa. Tengo la convicción de que la educación es la tercera fuerza evolutiva -las otras dos son la mutación aleatoria y la selección natural-, y que a través de ella diseñamos el futuro de la Humanidad. Eso nos obliga a los que tenemos la osadía de pretender ser educadores a ser rigurosos, sabios, críticos, esforzados y humildes. Debemos estar al tanto de lo que sucede en todos los ámbitos de la ciencia, la tecnología y la sociedad, para defender los derechos de nuestros alumnos y ayudarles a diseñar su futuro. Eso implica, en este momento, saber qué hacer con las nuevas tecnologías. 
En la revista que comento, un grupo de investigación interuniversitario -al que no conozco- expone los trabajos que están haciendo sobre 'Construcción de la ciudadanía en los nuevo escenarios digitales y escolares'. La sociedad necesita saber cómo integrar las nuevas tecnologías en la vida diaria. Todos los agentes sociales pueden eludir la responsabilidad, moverse en el poco más o menos, en la retórica de la tecnofilia o de la tecnofobia, salvo el sistema educativo. Nosotros no podemos inhibirnos y decir a nuestros alumnos “esperad a que veamos las cosas claras”, porque el tiempo no espera. Tenemos que intentar introducir a nuestros alumnos en el mundo de las redes.
Es muy fácil decir, desde una posición sin responsabilidades, que hay una “inteligencia colectiva”, que las redes sociales son la 'crowdwisdom', la inteligencia de las multitudes, que conectarse a la red es un pasaporte a la sabiduría. ¡Espléndido 'marketing'! Pero nosotros estamos en otra onda, más rigurosa y responsable. Nuestros alumnos entran diariamente 150 veces como media en su móvil. Reciben un promedio de 400 mensajes. Viven permanentemente conectados. ¿Qué significa esto en sus vidas?
La conexión se da en tres entornos diferentes: el cuarto propio, el aula y la calle. Simultáneamente a esta conexión permanente, se está produciendo una desconexión entre el mundo real y el mundo virtual. Hay una 'vida en la pantalla', diferente de la vida real. Acabo de ver 'La habitación', una inquietante película en la que un niño, criado encerrado en una habitación, tiene serias dificultades en distinguir lo real de lo visto en televisión. Algo parecido está sucediendo a la vista de todos.
Estamos magnificando la eficiencia del 'pensamiento en red', olvidando que hay redes inteligentes y redes estúpidas. Hay redes que favorecen el fanatismo, el odio, la violencia, las drogas, la  anorexia. Jaron Lanier, uno de los informáticos que inventaron la 'realidad virtual', ha escrito un libro inquietante titulado 'Contra el rebaño digital'. Redes inteligentes son aquellas que favorecen la evaluación crítica de la información, las que aumentan la verificación y no el proselitismo. Hay redes que favorecen el “estado de masa" en vez del "estado de la distinción” Si Kant viviera ahora, tendría que escribir una 'Crítica de la inteligencia en red', para evitar tanto prestigio ridículo.
Para los educadores, es importante saber utilizar las nuevas tecnologías en las aulas. Las posibilidades son fantásticas, pero aún no sabemos cómo aprovecharlas. Únicamente las utilizamos como potentes y rápidos accesos a la información. Pero es fácil comprobar que nuestros alumnos -y todos los ciudadanos, cualquiera que sea su edad- tienen más información de la que pueden procesar. Lo importante no es lo que está detrás de la pantalla, sino lo que está delante. “Un burro conectado a internet, sigue siendo un burro”. Pero una gran inteligencia conectada a internet puede expandirse de forma maravillosa. El problema que se nos plantea a los docentes es cómo fomentar esa inteligencia sabia. En eso estamos.
EL CONFIDENCIAL, Martes 5 de abril de 2016

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