CAROLINA GARCIA
La depresión en menores es un trastorno relativamente nuevo –se
diagnosticó hace tan solo un par de décadas, según explica en su página
web la American Psychiatric Association (APA). Los síntomas se han
clasificado en cuatro grandes grupos: los emocionales -cambios del
estado de ánimo–; los cognitivos -ideas erróneas-, los volitivos y los
somáticos. Los más típicos son: pérdida del interés o de la capacidad de
disfrutar; pérdida de reactividad emocional a acontecimientos y
circunstancias ambientales placenteras; pérdida marcada de apetito; de
peso, y de la libido, entre otros.
“Efectivamente, la Agencia del Medicamento Europea y la Americana
(FDA, por sus siglas en inglés) permiten su uso para el tratamiento de
depresión moderada y grave”, recalca Arango. “Pero no se deben recetar a
menores de siete años y el tratamiento con el medicamento no puede ser
superior al año o los dos años. Y siempre tiene que haber psicoterapia”,
añade. El efecto del fármaco suele comenzar a las dos o tres semanas.
“A veces, la falta de recursos o la rapidez pueden llevar a un mal
diagnóstico y hay que recordar que no se ha demostrado que en la
depresión leve sean efectivos”, concluye el experto.
Diferenciar entre tristeza y depresión en la niñez no es sencillo. A
veces la rapidez, el desconocimiento, una evaluación deficiente o la
falta de recursos pueden llevar a que muchos pequeños estén
sobremedicados. Una situación en aumento y que ha hecho que los expertos
adviertan sobre este fenómeno. Entre los años 2005 y 2012 aumentó en un
50% la prescripción de antidepresivos a menores en el mundo, según
alerta la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un último informe
publicado en la Revista Europea de Neuropsicofarmacología. A
pesar de que dicho estudio focaliza la atención en países de
Latinoamérica, y en Estados Unidos, Escocia, Inglaterra y Dinamarca, los
autores aseguran que es un problema global.
Según la OMS, la depresión es la principal causa de enfermedad y discapacidad de niños, niñas y adolescentes
entre los 10 y los 19 años. Tras estos resultados, el organismo
internacional no recomienda el uso de antidepresivos en menores. Shekhar Saxena,
director del departamento de Salud Mental de la OMS, explica en un
comunicado que “el uso de estos medicamentos en niños y jóvenes preocupa
por dos motivos: el hecho de que se puedan estar prescribiendo sin
motivos suficientes, y también que su uso pueda ocasionar daños
importantes”.
“Hace unos años se hizo una advertencia que relacionaba el uso de
antidepresivos en menores con la ideación suicida -planear cómo acabar
con tu vida- ; después de muchos estudios no se llegó a determinar la
vinculación y se levantó el aviso, creo que fue sobre 2005”, nos cuenta Celso Arango,
psiquiatra español que ha desarrollado durante 15 años labores de
investigación, así como de docencia y asistencia en el campo de la
psiquiatría infanto-juvenil. “Desde entonces, efectivamente, se ha
producido un aumento, creo que del 0,7% al 1,5%, de la prescripción de
estos fármacos”, añade.
A este respecto, un estudio realizado por la Asociación Española de Pediatría en 2012, denominado Tratamiento de la depresión en el niño y el adolescente,
concluía que el “tratamiento farmacológico de elección en la depresión
infantil lo constituyen los inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina (ISRS). De estos, del que se dispone de mayor evidencia
científica es la fluoxetina, conocido por su nombre comercial Prozac. La
terapia cognitivo-conductual y la terapia interpersonal han demostrado
eficacia en el tratamiento de la depresión durante la infancia; la
mayoría de las guías clínicas proponen la psicoterapia como el
tratamiento inicial de elección, reservando los antidepresivos para las
formas más graves o resistentes”.
¿En qué se diferencia de la tristeza?
“Toda esta situación es un problema real y de fondo. Lo primero que
hay que hacer es diferenciar entre tristeza y depresión. Estar triste es
algo muy común y el menor puede parecer alicaído y ser una situación
temporal. Tener depresión es tener una afección que altera la vida del
menor, su conducta, su alimentación y sus relaciones durante al menos
tres meses. Deprimido es un término que se usa muchas veces en nuestra
sociedad y se usa mal”, explica Silvia Álava,
psicóloga infantil. “Antes de recetar un antidepresivo tiene que haber
una evaluación previa, donde se hable con los padres y el niño y se
recopile la información necesaria para conseguir un diagnóstico veraz y
luego tomar la determinación de si es necesario medicar o no. En todos
mis años de experiencia, tan solo un paciente ha tomado este tipo de
medicamentos y he de decir que en este caso era necesario”, reitera
Álava.
Por su parte, María Inés López-Ibor Alcocer, psiquiatra que acaba de
ingresar como académica correspondiente de la Real Academia de Doctores
de España (RADE), aseguró en su discurso inaugural Tristeza o depresión, ¿cuándo un sentimiento se convierte en una enfermedad?
que “la tristeza es solo uno de los síntomas del síndrome depresivo,
ciertamente uno de los más importantes; pero no es suficiente ni
necesario para considerar que alguien tiene un cuadro depresivo”.
“Un sentimiento como la tristeza se convierte en patológico cuando
aparecen mecanismos que comprometen al sujeto, suponen una restricción
de su libertad y una pérdida de posibilidades de autorrealización”,
precisó la nueva académica correspondiente, en un comunicado.
Según la psiquiatra, los síntomas de tristeza aparecen en todas las
culturas y a lo largo de la vida. “La pregunta es si la depresión tiene
un valor adaptativo, y si un sentimiento vital como la tristeza tiene
alguna utilidad desde el punto de vista evolutivo o no. La tristeza es
compartida con otras especies, pero no la depresión. Los últimos
trabajos en esta línea apuntan a que sí que lo tiene, la tristeza tiene
funciones positivas y el humor depresivo también, porque tiene varias
funciones”, concluyó.
EL PAÍS, Miércoles 13 de abril de 2016
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