CARLOTA FOMINAYA
Al caer la noche muchos niños no son capaces de ir solos de una habitación a
otra, al lavabo, o al dormitorio de los padres a buscar algo, o a la cocina a
por una cuchara… «porque no saben que encontrarán», explica la psicóloga y
pedagoga, Montse Doménech. Para los padres, los miedos pueden convertirse en un
verdadero trastorno. Bien porque no saben cómo remediarlos, o porque estén
interfiriendo en la convivencia familiar. El último libro escrito por la
psicóloga Montse Doménech tiene por objetivo ayudar a las familias primero a
comprender y a solucionar este problema.
En La Vacuna contra el Miedo Doménech trata de reunir en estas obra los
temores más comunes que ella ha tratado en consulta: miedo a la escuela, a
nadar, a la separación, al médico, o a la oscuridad, con sus correspondientes
terrores nocturnos, pesadillas y sonambulismos, entre otros. Además de explorar
estos complicados estados emocionales, la obra de esta pedagoga propone juegos
y cuentos para leer a los niños antes de dormir, de forma que esta guía se
convierta en una especie de «vacuna» imaginaria que aleje los miedos de los
niños y les devuelva la sonrisa definitiva.
—¿Qué es el miedo?
—El miedo es una manifestación emocional muy frecuente, sobre todo en los
niños, que expresa la inseguridad o temor hacia experiencias desconocidas o que
no están bajo su control. En realidad es una respuesta innata de nuestra mente,
forma parte de nuestro ADN emocional. El miedo en realidad es beneficioso, ya
que es una reacción que forma parte de nuestro instinto de conservación. Si
este no existiera, nos habríamos extinguido hace millones de años.
—¿Qué puede causar un miedo, donde no lo
había? ¿Qué favorece su aparición?
—La imaginación es un arma muy poderosa que puede jugar un papel importante
en la sensación de miedo, ya que los niños absorben toda la información que
reciben con poca capacidad de discernir lo que es real de lo que es ficticio.
Por eso hemos de tener cuidado viendo el telediario,
por ejemplo, o la televisión, en general. Los estímulos visuales disparan los
miedos. También presenciar una discusión
de los padres, o una broma pesada que el pequeño todavía no alcanza a
comprender.
—¿Es verdad que muchas veces los padres creamos
los miedos de nuestros hijos?
—Ellos nos copian todo, en efecto. Estamos constantemente diciéndoles:
«Cuidado, que te vas a hacer daño, cuidado con estos zapatos, cuidado con
caerte del banco…» Estamos haciendo niños frágiles. Es muy importante no ser
tan preventivos, para no contagiarles miedos. Hay miedos genéticos, ancestrales
y necesarios, pero luego están los miedos aprendidos, que son aquellos que
transmiten entre padres, hermanos…
—También hay niños sin miedos.
—Si, con esos hay que hacer al contrario, debemos tener cuidado, porque se
pueden llegar a hacer daño.
—¿Cuáles son los miedos más comunes y cuándo
se convierten en patológicos?
—Los más comunes son a la oscuridad, a los monstruos… En muchos casos
desaparecen solos, parejos al proceso madurativo. Sobre los 7 o los 8 años los
niños saben reconocer fácilmente un hecho real de uno ficticio. En otras
ocasiones, tenemos que aplicar terapias, o metodologías específicas para que
desaparezcan. Si estos persisten es porque los padres también son muy temorosos
y tenen metido al niño en una urna, lo que puede hacer que el miedo derive en
fobia, que es el summun del miedo. La fobia hay que tratarla urgentemente
porque bloquea la acción, hace que el menor no se vea capaz.
—¿Cómo se afronta el miedo, bien sea a los
monstruos, a la oscuridad, o al agua?
—Siempre haciendo una exposición progresiva a la situación, de forma amable,
lenta… Hay que hacer una terapia de exposición progresiva.
—En su libro dice que es muy importante
verbalizar los miedos.
—Siempre es bueno verbalizar los sentimientos. Puedes empezar por preguntar
con quién han jugado, por qué está enfadado, si no te cuenta animarle a hacerlo
cuando esté más tranquilo… Es habitual que primero se bloqueen, pero que al
cabo del tiempo, te lo acaben contando. Si hemos notado algo que nos preocupa,
debemos averiguar qué le pasa, pero sin pincharlo, hay que utilizar la empatía
y ponerse en su lugar. Cuando a un niño le quieres preguntar sobre algo que
crees que le está pasando, has de darlo por sentado directamente, y decirle
cosas como: «A mí también me pasaba, y a veces también me ocurre ahora». Porque
así ve que es algo que no es tan grave y se siente acompañado. Necesitan
nuestra complicidad y nos lo van a agradecer.
—Muchos niños sienten auténtico miedo en el
momento de irse a la cama.
—Es porque no han entendido todavía el concepto del día siguiente. Para
ellos es muy raro y a veces piesan: «quién sabe si me voy a despertar, o si van
a estar mis papás». Les tenemos que dar garantías. Ellos necesitan saber lo que
vamos a hacer el día siguiente, que vas a desayunar con ellos, o que vas a ir a
buscarles al cole… En definitiva, garantías de que vas a estar tiempo con
ellos. Pero sin mucho sobe o besuqueo. No es necesario cogerles o tocarles
tanto. Como no les vemos mucho, al final caemos en la sobreprotección. Desde
luego este es el 70% de las más de 10.000 fichas registradas de casos en la
consulta. Por fortuna, son problemas habituales que se resuelven con tres
consultas.
—¿Cómo hacemos, por ejemplo, para que dejen
de meterse en nuestra cama en mitad de la noche?
—¿Tu hijo se mete en tu cama porque él quiere o porque a tí no te importa?
¿Por iniciativa de los padres, o porque el quiere? Para acabar con esto la
metodología que pensamos que es la adecuada es la siguiente: «A partir de mañana
tú dormirás en la cama, esto es tu mundo, junto a las cosas que a tí te gustan.
La habitación de los papás, solo es para los papás. Si lo haces bien tendrás
una sorpresita debajo de tu cama. Y para que no salga de la cama una buena idea
es ponerle un reloj despertador divertido y decirle: «Puedes salir cuando la
aguja grande del reloj esté aquí».
—En el caso del miedo a la oscuridad hay
muchos que necesitan tener una luz encendida para dormir. ¿Qué opina?
—A los niños se les tiene que exigir. El chantaje funciona. Puedes proponer
dejar una luz pequeñita y baja encendida, pero si no llora. También puedes
proponer juegos en la oscuridad. Decirles: «Hoy vamos a ver si en la oscuridad
si podemos ver alguna cosa, como por ejemplo, la manecilla de la puerta». Esto
sirve para que los niños sean conscientes de que con total oscuridad siempre se
ve un poquito, y los ojos se van adaptando.
—Cuando los padres llegan a consulta y le
dicen: Lo hemos probado todo, sin éxito. ¿Usted qué contesta?
—Solo hay que probar una cosa, hasta que funcione. Cuando lo tengas claro,
hablar con tu pareja de cómo váis a lo hacer. Se trata de proponerte una
metodología, y seguirla. Aunque el niño llore, y patalee. Tú como padre te
tienes que creer que eres la autoridad. Tu hijo no te tiene que dar pena.
ABC, Lunes 11 de abril de 2016
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