
Aunque muchas veces busquemos una fórmula mágica y definitiva para perder peso, todos sabemos que en un alto grado son nuestros hábitos de vida los que nos empujan a la obesidad.
Vida sedentaria, un descanso inadecuado, exceso de bebidas
alcohólicas, comilonas a deshoras y unas cuantas visitas de más a la
máquina de vending son factores que explican por qué nuestra cintura está cada vez más redondeada. Aún más complicado es si somos padres, como señala el nutricionista Mark McDonald en su último libro, Why Kids Make You Fat (HarperOne).
Su
en apariencia polémica tesis indica que el hecho de que muchos de
nosotros engordemos durante la mediana edad no se debe únicamente a
cambios en nuestro organismo, sino a las alteraciones en nuestros
hábitos que se producen después de que tengamos hijos. Se trata de un
libro hasta cierto punto autobiográfico ya que, como asegura el autor, ganó 15 kilos en los dos años que siguieron al nacimiento de su primer hijo.
No estaba sólo: su mujer, Abbi, lo había pasado aún peor
debido a los cambios que el embarazo suele provocar en el cuerpo
femenino. Como puso de manifiesto una investigación
realizada en la Universidad de Chicago, alrededor del 75% de mujeres
son incapaces de deshacerse del peso ganado durante el embarazo.
Teniendo
en cuenta que él mismo era nutricionista y experto en fitness, el autor
se preguntó qué podría pasarle a otras personas que no fuesen tan
conscientes de los efectos de la alimentación y la falta de ejercicio en
su cuerpo. Para ello, en el libro expone su plan dietético y tabla de
ejercicios para mantenerse en el mismo peso, pero también, aquellas costumbres diarias que
seguimos inconscientemente cada día y que provocan que engordemos sin
darnos cuenta. Las soluciones a algunas de estas situaciones han sido
recogidas por la periodista (y madre de tres hijos) Ann Maxted en The Daily Mail.
Lo importante es que coman mucho
Uno
de los escollos más importantes a la hora de mantenernos en el peso
ideal es la mentalidad que indica que nuestros hijos deben estar bien
alimentados desde su tierna infancia, lo cual suele traducirse en
aumentar el tamaño de las raciones. Ello
suele acarrear otro problema, y es que, debido a que la cantidad de
comida en los platos de nuestros hijos es tan grande, suelen dejarse
bastante… Y nosotros nos terminamos comiendo el resto para no tirarlo a la basura.
Duermes mal
Los
bebés necesitan que les hagas caso continuamente, y probablemente te
despertarán un gran número de ocasiones a lo largo de la noche. La
conclusión es clara: como reconocen muchos padres dormir bien durante
los primeros meses (o años) es prácticamente imposible. Como recordaba
un estudio publicado en la revista Scientific Reports, la falta de sueño provoca que nuestro cuerpo demande más grasas
durante el día. La solución propuesta por McDonald es intentar evitar
los atracones diseñando un menú semanal en el que se encuentren
equilibrados las proteínas, los carbohidratos y las grasas para no
sentir nunca hambre.
Come bien, y come cuando debas
Los
horarios de un padre están llenos de nuevas citas, de la hora a la que
hay que llevar al pequeño a la guardería a aquella en la que se recoge
de casa de los abuelos pasando por las recurrentes visitas al pediatra.
Ello provoca que nuestros horarios se descuadren aún más, lo que nos
lleva a comer lo primero que cojamos; muchas veces, comida para llevar
que podamos ingerir en el coche. McDonald recomienda tener un pequeño
botiquín de emergencia para esas ocasiones con comidas saludables y
saciantes como nueces. Y, a poder ser, si no vas a comer en casa,
intenta preparar tu tartera con atún, pollo o pavo, yogur, verduras y fruta.
Tú decides qué comes, no tus hijos
Qué monos los niños, tan pequeños y tan comilones… Qué bien se han portado hoy, ¿verdad? ¡Pizza para todos,
que es lo que más les gusta! Craso error: en demasiadas ocasiones, los
padres ceden indiscriminadamente a las peticiones de sus hijos, lo cual
no es beneficioso ni para ellos ni para sus retoños. Como padre debes
mantener el criterio de lo que entra en casa (y, sobre todo, lo que está
al alcance de todos, incluido tú mismo, en la nevera), por mucho que
tus hijos te pongan ojitos. Uno de los momentos más complicados es la
visita al supermercado. Si no puedes evitar que tus hijos vayan contigo
–lo cual no está mal, para hacer pedagogía alimenticia–, intenta evitar
las “zonas de guerra”, como las llama McDonald, y transita las más
saludables como la pescadería, la carnicería o la zona de las frutas.
Nunca vayas con hambre.
Uno de
los problemas de tener hijos y, con ellos, poco tiempo libre, es que
cuando cocinamos privilegiamos la comodidad y la rapidez
Controla tu estrés
Los
críos son muy bonitos, pero estresan, y no hay ningún problema en
reconocerlo. Como sabemos, la ansiedad es uno de los principales
enemigos de un vientre plano: como señalaba una investigación publicada en la revista Psychological Science,
el estrés y la ansiedad son los principales culpables de la falta de
autocontrol que muchas personas experimentan ante la comida. McDonald
recomienda mantener una actitud realista hacia nuestra dieta: si tenemos
poco tiempo y no podemos adelgazar, por lo menos preocupémonos por no comer lo primero que pillemos.
Dedica tiempo a cocinar
Puede
ser mucho pedir, pero uno de los problemas de tener hijos y, con ellos,
poco tiempo libre, es que dedicamos mucho menos tiempo a cocinar (y
cuando lo hacemos, privilegiamos la comodidad por encima de la salud).
Ello quiere decir que solemos preparar comidas fáciles y rápidas de
preparar como pasta, congelados, bocadillos y otros alimentos altos en carbohidratos
que, además, resultan especialmente cómodos porque les gustan a los más
pequeños. Si nos decantamos por unas verduras, puede que en el corto
plazo nos den más quebraderos de cabeza, pero a la larga nuestros hijos y
nosotros saldremos ganando en salud.
EL CONFIDENCIAL, Miércoles 19 de agosto de 2015
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