OLGA PEREDA / HELENA LÓPEZ / TONI SUST
El encierro en casa no
está siendo nada fácil. Las familias con
hijos lo saben bien. Los niños están programados genéticamente para
correr, gritar, ir al parque, jugar con los amigos... El coronavirus los ha
recluido y a las madres y los padres les toca sobrevivir y compaginar el
encierro con el teletrabajo (en caso de que se pueda). De poco sirven los
listados cucos que corren por las redes sociales sobre 'Las diez cosas guais
que puedes hacer con críos'. Mucho más práctico es seguir los consejos de las
familias que optan por no construir un muro de las lamentaciones sino por
aplicar un manual de supervivencia.
Preescolares: barra
libre de baile, chocolate y teta
Cuando todo esto termine, y terminará bien como rezan los balcones
de medio país, las tesis doctorales sobre cómo sobrevivir X días (que no llegue a las tres cifras, por favor) encerrados
en un apartamento serán tendencia. Empecemos por los terribles (¿temibles?)
dos, la famosa adoslescencia. Aunque ninguna edad es buena para vivir algo así,
hacerlo con un niño de preescolar, tiempo en el que ya no son recién nacidos
pero aún cuentas su edad en meses, es una prueba de fuego para la maternidad y
la paternidad. La parte positiva es que, una vez superado, todo tiene que ir a
mejor. Pensar en ello funciona. Son niños y niñas que ya andan y corren, pero
son poco ágiles, por no decir torpes, con lo que cada dos por tres están por el
suelo, interrumpiendo con sus llantos esa llamada de trabajo que tanto te había
costado concertar. ¿Lo más efectivo para solucionarlo en el mínimo tiempo
posible? La teta, sin lugar a dudas. ¡Bendita teta! Después está la
cara de circunstancias de aquel compañero de trabajo que te sorprende con el
niño de 10, ¿12? kilos adosado al pecho en la enésima videollamada de la
jornada, pero cualquier cosa por unos minutos de paz.
Más allá de la infalible teta, si la criatura ya dejó esa etapa, o
jamás pasó por ella, otro recurso testado es boicotear al hermano mayor. No
hay nada más desestresante que derribar aquella construcción que su hermano
pasó horas levantando o patear ese rompecabezas que empezaba a tomar forma. Si
tampoco se tienen hermanos a los que fastidiar, existen alternativas. Vaciar
librerías y estanterías de discos y libros y sembrar de cultura todo el salón
les puede tener entretenidos durante un buen rato. Rato y medio, en función
de la densidad de la librería en cuestión.
Sin dejar de rozar la delincuencia de baja intensidad, una
alternativa para que los preescolares dejen de aporrear literalmente la puerta
pidiendo calle, es meterles en la cocina y dejarles hacer cosas normalmente
prohibidas. Efectivamente, comer chocolate. Las
manualidades que circulan por Pinterest son ideales si se dispone de tiempo (es
decir, papá y mamá no teletrabajan), un fondo de armario que ni el bazar más
actualizado y, sobre todo, un niño superdotado. Un bebé de guardería con suerte
sujetará un pincel y, si lo hace, ya puedes sufrir porque lo menos malo que
puede pasar es que lo use para redecorar el sofá (otra opción, si no se le
tiene demasiado apego). Lo que sí funciona es la música. Bailar es un
'win win', ellos disfrutan y tú te desestresas al son de un corro de la patata
sorteando cuentos y peluches en el salón. Si nada de lo anterior funciona, la
solución definitiva: la videollamadas con los añorados abuelos. Su droga.
Infantil: enhorabuena,
es la mejor edad
Si tu hijo o hija tiene 5, 6, o 7 años estás de enhorabuena. Te ha tocado la mejor etapa para sufrir el
encierro en casa. A esta edad son lo suficientemente pequeños para respetar tu
autoridad y hacerte caso y lo suficientemente grandes como para hacerles
comprender que estamos en una batalla y que ellos son los héroes. Además,
tienen autonomía y pueden estar solos jugando en su habitación varios ratos al
día. Los dibujos son imprescindibles. Con lápiz, rotuladores y acuarelas, como los dibujos que nos han
mandado varias familias para ilustrar este reportaje. Dile
que retrate lo que se le ocurra. Que imagine. Que pinte lo que le gustaría
hacer cuando se acabe la batalla contra el Covid-19. Otra idea que no suele
fallar son los juegos de construcciones tipo Lego. Cuantas más piezas para montar, mejor. Dile todo el
rato lo mayor que es y lo bien que se está portando. Por más que odies el
reguetón, ten en cuenta que a esa edad -misterio de la naturaleza o de la
sociedad actual- es un género que arrasa entre los chavalillos (por suerte, no
entienden bien la letra). No hay parque de bolas o fiesta de cumple infantil
que no incluya en su repertorio 'Calma'. Así que repetimos consejo: baila con tu peque y ríete. Él te imitará.
Como en todas las edades, es importante mantener rutinas.
Levantarse a la misma hora, desayunar, recoger la mesa y la casa. Hay que
lavarse los dientes, quitarse el pijama y ponerse ropa de casa (ellos
solos). Si sabes inglés, háblale en inglés. A ti no te cuesta nada y
a ellos les divierte. Otro truco, déjale hacer cosas que le gustan. ¿Se quiere
pintar las uñas? Perfecto. Que lo haga y de mil colores.
No le prives de sus amigos. Haz videollamadas con sus
compañeros de clase. O mensajes de voz. Que escuchen y vean a sus colegas. Que
los sientan.
Y sí, admitámoslo, otro truco que nunca -pero
nunca- falla son las pantallas. Netflix, Filmin y otras plataformas
tienen un catálogo inabarcable. ¿Es demasiado un par de películas al día?
¿Tres? Quizá, pero mira el lado positivo, estás convirtiendo a tu hijo en un
cinéfilo.
A partir de 8
años: abraza la pantalla, no queda otra
Seguro que tu hijo y tu hija llevan mucho tiempo pidiéndote tu
móvil para jugar. O el iPad. Incluso, el ordenador. Ha llegado la hora. Y todo
se lo debes al coronavirus. Mamás, papas: abrazad la tecnología. Pero
hacedlo con sentido común. Si tu
chaval tiene 8 años y es adicto al judo, fútbol, natación y tenis ha llegado la
hora de que le dejes usar más tiempo de lo habitual una consola. La Wii es
ideal. Comprobado científicamente: se moverá tanto que acabará sudando.
Saca tiempo de debajo de las piedras para que el cierre escolar no
le afecte académicamente. Eso también servirá de sana rutina. Dile que ya mayor
y que tiene hacerse responsables de las tareas que mandan digitalmente los
profesores. Insiste en la importancia. Te dirá que pasa. No te des
vencido. Recuerda que las familias no son una dictadura, pero tampoco una
democracia.
No todo va a ser pantallas y/o aburrimiento. Pídele que haga la
comida contigo. Y no solo bizcochos y tortitas con nata. Ha
llegado la hora de que sepa meter unos muslos de pollo en la olla y unas
verduras para hacer sopa. El coronavirus es la oportunidad para que tu hijo de
11 años dé el salto a la madurez.
Adolescentes: capítulo
aparte, ya estaban confinados
La adolescente se acerca con cara de indiferencia. Son las 22.00.
Por el horario establecido en el hogar confinado (cinco personas de 4, 11, 13,
45 y 48 años), es el momento en el que debe entregar sus armas tecnológicas,
que quedan custodiadas hasta la mañana siguiente. Con la desgana del preso que
entrega su ropa al ingresar en la cárcel por vigésima vez, la adolescente deja
el ipad sobre la mesa del comedor, en la que también coloca el móvil, boca
abajo. Pero su hermano
preadolescente (ella es la de 13, él el de 11) la denuncia: no es el móvil,
es solo la carcasa. El móvil se lo llevaba escondido a su habitación.
Descubierta, combina la sonrisa del pillo con insultos a su hermano y un
rechazo general a la familia: "Sois horrorosos". Y se va a su
cuarto.
El de la carcasa no es su mejor truco: a menudo
emplea el de acercarse a la mesa, levantar el móvil de su madre y volver a
dejarlo para que parezca que abandona el suyo. En sus días más hábiles ha
logrado esconder el ipad. La adolescente pasa la mayor parte del día en su
cuarto, en un confinamiento dentro del confinamiento. Pero antes de la crisis
vírica ya lo hacía durante el fin de semana. Se encierra y estudia más horas
que los opositores de notarías, o por lo menos asegura que dedica todo su
tiempo a eso. Es cierto que a veces se le escapan comentarios sobre la última
serie que ha visto.
No nos engañemos, enterremos el tópico que ha corrido estos días
por las redes sociales, repletas de gente que se estremecía por tener que
encerrarse con sus hijos en edad problemática: la adolescente es la que
mejor lleva el confinamiento porque como siempre vive en conflicto, no le
viene de uno, está mucho más preparada que el resto. Ella lo
verbaliza de otra forma: "Para vosotros esto es distinto, para mí
menos: yo siempre tengo problemas".
Entrando en su habitación, tiene tiempo de lanzar un comentario
sobre su hermano, que hace deberes en contacto con compañeros de clase, vía
'hangouts': "Está copiando". Es la que menos necesidad tiene de
vestirse para sentir que hace algo. Y duerme mejor que de ordinario. De hecho,
está menos enfadada que en sus jornadas previas al coronavirus. No
quiere que nadie hable de ella en un artículo y dedica una parte del día
al tik tok. ¿Cuánto tiempo? "No quiero hablar contigo
de esto". La adolescente y el preadolescente se han acostumbrado con
rapidez a la escuela 'on line', y están visiblemente contentos por que, ahora
sí, toda la familia almuerza y cena junta. "Pero no lo pongas, no
quiero salir", proclama ella, dura y distante.
EL PERIÓDICO MEDITERRÁNEO -
23/03/2020
Imagen: El Periódico Mediterráneo (Dibujo de Mikel
5 años)
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