CAROLINA GARCÍA
La crianza ha
evolucionado en los últimos años. Y ha dejado atrás falsas creencias o antiguas
teorías como eran, por ejemplo, dejar llorar a un bebé, el uso del rincón de
pensar o el coartar una rabieta, medidas que, según las expertas, han
demostrado no ser beneficiosas para el desarrollo del niño. “Por suerte, se han
realizado grandes avances en neurociencia que confirman que determinadas
técnicas o herramientas no son buenas para los más pequeños y que además el
aprendizaje que supuestamente iba asociado a ellas no es real”, explica Rosa Rasche, periodista, educadora de disciplina positiva para familias
y asesora de crianza respetuosa. En contraposición, en la actualidad se apuesta
por una buena gestión emocional en la que los niños necesitan conocer, vivir y
experimentar lo que sienten y cómo lo sienten. “Los padres somos sus maestros
de vida y será con nosotros con quienes tengan que ensayar”, prosigue esta
experta. “Creo que uno de los principales avances que estamos teniendo en la
crianza es saber acompañar a nuestros hijos y validarles las emociones que
están sintiendo. Hace unos años, se bloqueaban las emociones porque te hacían
parecer débil”, incide Rasche.
La crianza también ha
cambiado según las necesidades sociales: “Hemos visto que ahora mismo tenemos
más herramientas informativas, pero menos tiempo con los hijos que hace 30
años”, añade Lee Lima, venezolana que vive en Madrid, madre de dos pequeñas, blogger y
la encargada
de que Babytribu funcione. Por otra parte,
“nuestros padres criaron de la mejor manera que podían, no se puede mirar al
pasado con los ojos del presente”, prosigue, “y tenemos que ver qué es lo que
estamos haciendo ahora, qué está en nuestras manos y qué podemos mejorar. Es
nuestra responsabilidad estar informados y actualizados para disfrutar de
nuestros hijos y fortalecer el vínculo, eso será un regalo para toda la vida”.
“Efectivamente, durante la última década
hemos experimentado un gran avance en el fomento de una crianza más respetuosa
basada en la construcción de un vínculo de apego seguro”, explica Miriam
Escacena, ingeniera de profesión, guía Montessori y autora del libro Comunicación con
bebés. Mis manitas hablan (editorial Cuatro Hojas). Además, “la
neurociencia demuestra que los primeros años de vida del ser humano son claves
para la construcción de su psique y del tipo de relaciones que tenga de adulto.
Tal y como decía Maria Montessori: Los males de la primera infancia los traemos
con nosotros para el resto de nuestras vidas”, argumenta esta experta.
Pasar de “tú puedes
con todo” a “lo hago yo por ti”
“La sobreprotección nunca será beneficiosa, ni
para quien la ejerce ni para quien la sufre. Sobreproteger a los niños les hace
mucho daño tanto a su autoestima como a su capacitación. Un menor al que le
hacemos todo crecerá pensando que él no es capaz de hacer nada”, explica
Rasche. En la sobreprotección se unen dos factores, las prisas y el miedo, que
son los que hacen que acabemos haciendo por nuestros hijos cosas que
perfectamente podrían hacer ellos. “Y lo cierto es que, desde bien pequeños
pueden ir asumiendo responsabilidades como llevar el pañal a la basura, llevar
la ropa sucia al cesto, ayudar a poner la mesa… pero para desarrollarlas
necesitamos darles tiempo para que aprendan. Por otro lado, el miedo a que
sufran, a que les pase algo, a que se hagan daño… nos hace muchas veces no
dejarles que vivan y experimenten”, continúa. Según mantiene la experta, como
padres debemos estar presentes y ser su colchón para cuando nos necesiten,
“pero tenemos que dejarles aprender a solucionar sus problemas y debemos tratar
de no trasladarles nuestros propios miedos”.
“La sobreprotección es peligrosa en tiempos de pandemia y
fuera de ella. Es la mayor enemiga de la autonomía de un niño, sé que muchos
padres sobreprotegen desde el amor, pero deben ser conscientes que impiden que
este se enfrente a sus tareas y retos diarios. Esto no es capacitarlos para la
vida. Por otro lado, como dato curioso deben saber que la sobreprotección
genera apego inseguro”, añade Lima.
“Sobreproteger puede ser un riesgo en el que caigamos sin
darnos cuenta, pero debemos aprovechar el lado bueno del miedo”,
continúa Escacena, “este último nos permite activarnos y centrar nuestra
atención en protegernos de forma adecuada. Esto es lo que tenemos que
transmitir a nuestros hijos, y dejar a un lado el doomscrooling,
que es un fenómeno del que están hablando los psicólogos en esta época de
pandemia y que nos hace tener cierta tendencia catastrofista. Debemos recordar
que somos un ejemplo para nuestros hijos y la forma en la que nosotros nos
tomamos los acontecimientos será su modelo a seguir”.
De la sobreprotección
a la sobrecompensación
La sobrecompensación también es muy peligrosa,
ya que los niños acaban necesitando continuamente la aprobación externa. “Los
premios, al igual que los castigos, son una herramienta que no es beneficiosa
para el desarrollo de una sana y buena autoestima. La necesidad de la aprobación
externa conlleva una dependencia de los demás y dejar de creer en nuestro
propio criterio”, sostiene Rasche. “Si continuamente estamos premiando los
resultados de los niños, estos dejan de disfrutar del aprendizaje que se
realiza durante el camino y son muchos más inseguros porque necesitan que
alguien les diga que lo están haciendo bien”, añade. “La compensación siempre
suele ir asociada a un resultado y nos olvidamos del esfuerzo y del trabajo.
Alentar a nuestros hijos es mucho más beneficioso que alabar aquello que hacen,
cuando alentamos ponemos el foco en el propio niño, mientras que cuando
alabamos solo estamos viendo un resultado y normalmente el foco suele estar
puesto en nosotros mismos (a nosotros nos gusta el resultado)”, incide la
experta.
¿Cómo reforzamos la
autonomía?
La única manera de reforzar la autonomía de los niños es
dejándoles hacer, que practiquen, y confiando en ellos. “Es
imposible que puedan aprender a hacer algo si no han podido ensayar, todos
sabemos que la única manera de aprender es haciendo las cosas. Desde pequeños
podemos ir dejándoles practicar y cuando algo salga mal confiar en ellos y
animarles a que sigan intentándolo. Lógicamente esto necesita de tiempo y
paciencia y sobre todo de confianza en las grandes capacidades que tienen”,
termina Rasche.
“Debemos eliminar los servicios
innecesarios hacia nuestros hijos. Dejando que nos pidan las cosas,
interviniendo menos y confiando más en ellos”, retoma Lima. “Esta es la mejor
manera de ayudarles en relación con la autonomía temprana. Debemos ir detrás de
ellos para si se caen podamos sujetarlos, pero ellos marcarán el camino. Sigue
al niño, nos decía María Montessori”, concluye esta experta. Para Escacena, por
ejemplo, esta época que nos ha tocado vivir la vida nos ha regalado algo que no
podemos comprar con dinero: tiempo. “Durante la temporada de confinamiento
hemos tenido oportunidad de conectar con nuestros hijos y llevar una vida más
slow. Volveremos a pasar algunos días en casa cuando se confine alguna clase
del colegio o tengamos riesgo de haber estado en contacto con un positivo, ¿por
qué no aprovechar estos días de pausa forzada para enseñar a nuestros hijos a
hacer su cama, elegir la ropa y vestirse o cuidar de su propia higiene
personal?”.
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EL PAÍS, Jueves 10 de diciembre de 2020
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