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Los niños entienden lo que estás pensando mucho antes de lo que crees

CRISTINA SAEZ
Que podamos relacionarnos con otros, estar en pareja, tener un grupo de amigos, trabajar en equipo, hacer bromas, flirtear, disfrutar de una película o de una buena novela es gracias a una capacidad de nuestro enorme cerebro social, llamada teoría de la mente. Esta capacidad nos permite hacer inferencias acerca de lo que otras personas sienten, piensan, quieren o por qué están contentas, enfadadas, tristes. Y, al parecer, según ha descubierto un equipo de investigadores del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), los niños a una edad muy temprana, a los tres años, ya muestran esta capacidad.
Hasta ahora se pensaba que el cerebro necesitaba madurar más para poder realizar inferencias acerca de los pensamientos o sentimientos de los demás. Y que esa capacidad aparecía algo más tarde, entre los cuatro y los cinco años.
Los investigadores del MIT realizaron un experimento con 112 niños de entre 3 y 12 años, así como con 33 adultos. A todos ellos se les mostró un cortometraje de Píxar, que tiene a una nube y a una cigüeña como protagonistas, mientras se les realizaba una resonancia magnética funcional, con la que los científicos escudriñaron qué ocurría en sus cerebros. A continuación, les hicieron unos tests con preguntas para indagar acerca de su comprensión de distintas situaciones que aparecían en el film.
El cortometraje presenta situaciones que te hacen pensar en los estados mentales de los personajes y también sobre sus sensaciones físicas”, escribe en un correo electrónico Hilary Richardson, primera autora del estudio, que esta semana recoge Nature Communications.
En la película, Gus es una nube que fabrica animales bebé y Peck es una cigüeña que debe entregarlos. No obstante, en ocasiones Gus crea cocodrilos o erizos que dificultan que Peck pueda realizar las entregas, mientras que el resto de nubes se dedican a fabrican gatitos y perritos.
El escáner reveló que en los niños de tres años se activaron las mismas áreas del cerebro ante las mismas situaciones de la película que en los adultos, tanto para inferir los sentimientos y pensamientos de los personajes, como ante situaciones de dolor físico (cuando algún animal cachorro mordía a la cigüeña, por ejemplo). Los investigadores también observaron que las respuestas de los niños de tres años no eran tan fuertes como la de los adultos pero que se iban fortaleciendo conforme el niño se hacía mayor. Lo que corrobora la idea de que esa capacidad de la teoría de la mente hay aparece en edades tempranas pero, como otras habilidades, madura conforme el cerebro madura.
No obstante, a pesar de que las respuestas cerebrales de los niños más pequeños eran muy similares, algunos no eran capaces de pasar un test de preguntas posterior a la película en el que debían razonar sobre las creencias y sentimientos de los personajes.
Y esto es importante porque hasta el momento los estudios neurocientíficos que se habían realizado sobre la teoría de la mente se basaban sobre todo en pruebas de comportamiento y en un test llamado de la falsa creencia, que busca comprobar si el niño entiende que otra persona pueda creer algo que no es cierto.
El ejemplo más típico del test de la falsa creencia consiste en presentar al niño dos personajes, Sally y Anne. Se muestra a Sally guardando una canica en una cesta y yéndose a jugar. Anne entonces saca la canica de la cesta y la coloca en una caja. Sally vuelve para buscar la canica. Para pasar este test, el niño tiene que responder que Sally la buscará donde la dejó, aunque ya no está. Los más pequeños, de tres y cuatro años, suelen indicar, erróneamente, que la buscará en la nueva ubicación.
De hecho, este test se desarrolló originariamente para estudiar si los primates, y en concreto los chimpancés, nuestros parientes evolutivos más cercanos, tenían esta capacidad.
Algunos aspectos de la teoría de la mente se conservan en los primates, como seguir la mirada, y saber lo que otro puede estar viendo. Hay menos pruebas que apoyen la idea de que los primates representan las mentes de otros, sus creencias”, explica Richardson.
Así, el descubrimiento de los investigadores del MIT apoya una teoría existente que dice que los niños desarrollan la teoría de la mente antes incluso de que sean capaces de pasar el test de la creencia falsa y que esta capacidad del cerebro social se sigue desarrollando a medida que el niño crece. Por ejemplo, entender la ironía o asignar la culpa, son dos habilidades que se suelen desarrollar más tarde, hacia los 9 años. La teoría de la mente parece que tiene un proceso de desarrollo continuo muy largo.
Incluso los niños de tan solo dos años intentan entender por qué a distintas personas les gustan cosas distintas. Quizás por eso suele gustarles hablar del color favorito de todo el mundo”, señala Richardson.
Los seres humanos somos la especie más social que puebla la Tierra. Establecer relaciones con otros es, en buena medida, lo que nos ayudó a conquistar el planeta. Pero para ello tuvimos que desarrollar un enorme cerebro social dotado de ciertas habilidades psicológicas, sobre todo, entender qué pasa por la mente de otra persona, para poder comprenderla y anticiparnos a sus acciones. Y eso es la teoría de la mente. Y aunque biológicamente estamos cableados para ello, muchas capacidades se aprenden interaccionando con los demás.
LA VANGUARDIA, Miércoles 14 de marzo de 2018

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