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Cuatro formas de generar emociones positivas en casa

PILAR JERICÓ
Si queremos educar en la felicidad, necesitamos enseñar a nuestros hijos a gestionar sus emociones. El trabajo debe comenzar en casa. No se puede delegar la tarea en los colegios ni confiar en que los profesores vayan a resolver esta asignatura tan importante para la vida. Tampoco debemos esperar a que nuestros hijos sean adultos para que aprenden a hacerlo. El reto comienza en casa y con el compromiso de los padres.

Las emociones positivas son más huidizas que las negativas. Los estudios realizados sobre el mundo de la pareja revelan que cada comentario poco afortunado en una discusión se tiene que compensar con cinco positivos. El ratio es de uno a cinco. Por eso es tan importante poner énfasis en las emociones positivas: el miedo, la ira o la tristeza tienen tal poder que son capaces de desactivar la alegría. Si partimos de esta premisa, educar en la gestión de las emociones pasa por crear hogares donde se fomenten las emociones positivas a pesar de las dificultades que nos rodean. Veamos cómo hacerlo con trucos sencillos, al alcance de cualquier familia.
1. Prestar atención a los temas que hablamos con más frecuencia. Nuestras conversaciones nos definen. Si estamos siempre quejándonos del trabajo o de la situación del país estaremos creando un entorno de tensión y de preocupación que a los pequeños les costará superar. La interpretación del mundo que ellos hacen depende de cómo se lo traslademos. Si necesitamos conversar sobre algún problema tenemos que enfocarlo desde las acciones que vamos a emprender para resolverlo. O desde el aprendizaje que obtenemos. Es distinto decir “qué poco me gusta mi trabajo” a reconocer “no me gusta mucho mi trabajo, pero también me ofrece cosas positivas”. O plantear “voy a buscar soluciones a mi trabajo, para que me guste más”. Quedarse anclado en la queja nos vacía… y vacía a quienes nos rodean.
2. Seamos rápidos para pedir perdón. Todos nos equivocamos. Ser padres es una tarea difícil que, muchas veces, nos despierta un sentimiento de culpabilidad. Discutimos, tenemos malos días y nos sentimos mal porque no hemos llegado a tiempo de ayudar a nuestros hijos con sus deberes. En esos casos vale la pena disculparse. Si nos gusta que nuestros hijos lo hagan, tenemos que dar ejemplo y guardar nuestro orgullo en un cajón. De esta forma, conseguimos que los más pequeños vivan el error de una manera más natural.
3. Hablemos de los logros y del esfuerzo. Es recomendable felicitar a nuestros hijos con sinceridad, aunque sea por un dibujo que ha traído del colegio. El reconocimiento debe ser sobre los resultados y sobre el esfuerzo, ya que no siempre conseguirán lo que se propongan. Cuando las cosas no les salgan bien es recomendable ayudarles a incluir la palabra “todavía”. Cuando nos digan “no sé hacer un puzle”, por ejemplo, hay que enseñarles a decir: “No sé hacer el puzle todavía”. De ese modo, conseguimos que entrenen la mentalidad de crecimiento y las emociones positivas.
4. Los tres agradecimientos del día. El psicólogo Tal Ben-Shahar, profesor de la Universidad de Harvard y experto en felicidad, recomienda que antes de dormir agradezcamos las tres cosas positivas que nos han sucedido a lo largo de nuestra jornada. Podemos ponerlo en práctica durante la cena, cuando leemos un cuento a nuestros hijos o cuando le damos un beso de buenas noches. La finalidad es muy clara: incorporar el hábito de ver el vaso medio lleno y no medio vacío, algo que es fundamental para transformar emociones negativas en positivas.
EL PAÍS, Lunes 18 de noviembre de 2019

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