ANA M. LONGO
Nos
encontramos inmersos en plena pandemia con diversas medidas restrictivas y de
privaciones. El desarrollo óptimo de las habilidades personales desde la
infancia es una postura fundamental para el bienestar personal y el éxito en la
vida profesional y académica. “En la actualidad, el mundo de las emociones
empieza a integrarse cada vez más en del currículum académico de los centros
educativos. Puede alfabetizarse en emociones desde los tres a cuatro años”,
declara Mauro Santos,
director del centro NENOOS en Ourense y Lugo Sur (Galicia). Y añade: “Si no
somos conscientes de la importancia de su desarrollo e inclusión en el día a
día de las escuelas y familias, nuestros niños perderán una gran oportunidad
para gestionar sus emociones y las de los demás”.
El
equipo de NENOOS sigue
trabajando para los niños, para reforzar los contenidos escolares y para que
durante la Navidad disfruten de actividades lúdicas y educativas, con un
estricto protocolo frente a la covid-19. “Somos seres emocionales por
naturaleza. Las emociones se encuentran en todos los ámbitos de nuestra vida,
por tanto, no podemos reprimirlas. La clave está en buscar el equilibrio entre
razón y emoción”, sostiene Santos. “Creemos en una inteligencia múltiple que se
puede educar, varias inteligencias o capacidades que se pueden entrenar y
mejorar, entre ellas la inteligencia emocional. Esta se centra en la gestión,
con consciencia y conciencia, de las emociones y puede trabajarse con los niños
desde que nacen”, manifiesta el también docente.
Santos clasifica dos inteligencias muy
ligadas con la emoción:
- La
intrapersonal: Es la capacidad de ver con realismo y veracidad cómo somos
y qué queremos y entender cuáles son nuestras prioridades para así actuar
en consecuencia.
- La
interpersonal: Es la capacidad de entender a otras personas, de
interactuar o empatizar con ellas. Quienes poseen una alta inteligencia
interpersonal suelen tener muchos amigos y mantienen enriquecedoras
relaciones.
Desarrollar la inteligencia y gestión emocional en los
niños
Las emociones más comunes son: la ira, el miedo, la
tristeza, la sorpresa, el asco o la alegría. Otras aparecen por la
vivencia prolongada de las básicas o por la combinación de las mismas (diversión,
anticipación, desprecio, vergüenza…). Se puede trabajar la gestión en los niños
desde los cuatro años. “Algunas nos causan malestar o dolor. Puede parecer que
las hay positivas y negativas. Si ahondamos más, en realidad no hay emociones
negativas, porque es adecuado sentirte triste cuando sufres una pérdida o ira
ante una situación de injusticia. Sería inapropiado sentirte alegre cuando te
dan una mala noticia, esto es, todas las emociones pueden ser adecuadas o no,
en su justa medida y dependiendo del contexto en el que nos encontremos. Muchas
veces el niño no sabe cómo expresar determinada emoción y se bloquea y enfada”,
refiere el profesional.
Para
Santos, “el primer paso para poder desarrollar la inteligencia
emocional de los niños es que los padres y educadores seamos
conscientes de la importancia que tiene”. “Debemos servir como ejemplo positivo
de aquello que intentamos inculcar, siendo los primeros en gestionar nuestras
emociones con inteligencia y autocontrol para que los niños nos imiten”,
prosigue el experto en habilidades sociales.
Will
Glennon, escritor, en su obra La inteligencia emocional de los niños,
manifiesta que lo más importante es estar ahí para ellos (manteniendo “intactos
sus recursos emocionales”), apoyarles y hacerles sentirse queridos para que
lleguen a ser buenas personas. Mauro Santos comparte una serie de reflexiones y propuestas para inculcar,
fomentar y lograr que los niños desde dos años expresen y
desarrollen de un modo entretenido, las emociones más básicas. Otras como la
asertividad, la empatía o la escucha activa lograrán aplicarlas a partir de los
ocho años:
- Juegos con
el espejo y reconocimiento facial: Nuestra cara es el principal medio por
el que transmitimos nuestro estado de ánimo. Con estos juegos pueden
reconocerse en fotografías o dibujos e incluso en nuestros rostros. Para
niños más mayores, desde 6 años, podemos ir un paso más allá y preguntar
¿cómo se siente? (haciendo referencia al dibujo/foto). A continuación, se
le pide que imite la cara que ve en la foto y que responda a: “Yo también
me siento..., cuando...”.
- Cuentos e
historias: Para trabajar las emociones en niños de más de 6 años, podemos
recurrir a cuentos o historias y después realizar preguntas sobre ellos
acerca de lo que sienten los personajes o qué sentirían ellos en el lugar
de dichos personajes. “El monstruo de colores”, de Anna Llenas, ayuda a
relacionar cada emoción con un color. O “La rabieta de Julia”, de Beatriz
Montero, trata el enfado.
- Juegos
cooperativos y comunitarios: El sentido de pertenencia a un grupo, sentir
que todos trabajamos por un mismo fin, nos ayudará a desarrollar
habilidades sociales básicas para una vida plena en sociedad. Además,
sentirnos importantes donde estemos nos da autoestima y nos empodera.
- Aulas con
movimiento: Las personas también aprendemos a través de nuestro cuerpo, y
el movimiento libre es fundamental para muchos niños con un gran
desarrollo o predominio de la inteligencia kinestésica (capacidad por la
cual se pueden expresar sentimientos mediante el cuerpo).
- APP: Jugar
con app sobre emociones y estados de ánimos con los pequeños de una forma
controlada. Es uno de los medios para llegar a un fin: La inteligencia
emocional.
- Espacios
de diálogo bidireccional y a “ras de suelo”: Sentirte escuchado resulta
gratificante. La ya conocida “Asamblea” es una herramienta superútil para
hablar, escuchar, imitar y generar conciencia comunitaria.
- Técnicas y
juegos específicos de gestión emocional y relajación: Lograr sacar de cada
clase 10 minutos es suficiente para poder instaurar una rutina de trabajo
personal, focalización de la atención e introspección.
- Comunicación
alentadora y no alabadora: Cuando se alienta se puede poner atención al
esfuerzo y la mejoría, no simplemente al éxito. Esto fortalece la
autoestima y estimula.
- Buscar las
ideas que llevan a actuar y no solo atender al resultado o conducta
inadecuada: Escapar del “perdón” o “castigo” sin más y desarrollar el
diálogo sincero con los niños para investigar el porqué del comportamiento
y su respuesta. Confianza, amor y aceptación.
- Empatía y
asertividad desde infantil: La imitación es aceptación. Las emociones se
contagian.
- Disciplina
y límites con firmeza, pero con sensibilidad: Necesitamos saber a dónde
podemos llegar y desde dónde comenzar.
- Utilizar
las consecuencias naturales de los actos o conductas: Muchas veces como
educadores solo tenemos que ser espectadores y no tomar parte. “Si juegas
con el balón con demasiada energía es posible que se quede en el tejado.
Si se queda en el tejado, lo natural es que hasta que podamos subir al
tejado para cogerla, no podremos jugar con la pelota.”
Es
necesaria una comunicación fluida entre educadores y familias: “Los niños
pueden interiorizar la Teoría del cerebro triuno de Paul MacLean, deben saber
que cosas pasan dentro de ellos, poner nombre a esas sensaciones físicas de
bienestar o malestar”, remata Santos.
EL PAÍS, Viernes 8 de enero de 2021
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