
Cuarenta años de experiencia y cerca de 10.000 casos
tratados a lo largo de su vida avalan la opinión de la psicóloga Montse
Domènech, para quien «los padres de hoy están demasiado preocupados por sus hijos.
Tienen muchísima información y tanto da que se la de una vecina como un educador . Dudan, están desorientados, y al final no saben cómo intervenir
en el proceso educativo», asegura. Este pensamiento ha llevado a esta
profesional a escribir «Edúcame bien. 100 respuestas para madres y padres preocupados».
Dirigido a todas las familias con niños de cualquier edad, es una obra
eminentemente práctica que da respuesta a los posibles problemas de
convivencia surgidos entre padres e hijos, bien sea por conflictos
horarios, comportamientos inesperados, celos, desinterés en los estudios
o estados de desánimo, por ejemplo. «Estos problemas son normales y
corrientes en algún momento de su desarrollo y todos tienen solución
cuando se tratan con sentido común y con cariño». Hablamos con ella en
un breve receso entre consulta y consulta:
—Los padres de ahora están demasiado preocupados, pero los niños de ahora tampoco son como los de antes.
—Los padres de hoy en día están demasiado preocupados, lo
que les lleva a dar demasiadas vueltas al problema y no siempre eligen
la solución adecuada, porque dejan el sentido común de lado. Pero
ciertamente, los niños de ahora no son como los de antes, están sometidos a unos estímulos sociales muy potentes,
y esto hace que tengan sus propios criterios, formas de actuar, y sea
unos desconocidos hasta para el propio padre, que le cuesta identificar
que le pasa a su hijo y cómo debe afrontarlo.
—No es posible generalizar pero, ¿cuál sería el principal consejo que daría a nuestros padres lectores a la hora de educar?
—Lo básico es conseguir un acercamiento con los hijos,
porque esta es la base de la comunicación y la confianza. Este es el
único modo también de que los padres puedan transmitir los valores, las
normas, las pautas con firmeza y seguridad. Cuando los padres transmiten estas pautas con seguridad, lo que consiguen son niños seguros.
Niños que saben lo que tienen que hacer, saben que tienen que obedecer,
porque reciben esta seguridad por parte de los padres.
—¿Hay algún problema demasiado común a las familias que acuden a terapia con usted?
—Estamos detectando abundantes niños que no admiten las
normas familiares, y mucha desmotivación escolar. Son chavales que en
consulta refieren que «el colegio es aburrido», que «las materias no les
interesan»... y que para ellos acudir a clase no tiene ningún
aliciente. Para mi esto tiene que ver con que los métodos de enseñanza
se han quedado muy anticuados tal y como ha avanzado la sociedad. Cuesta
mucho que los niños aprendan por el placer de aprender. No se les
estimula lo suficiente.
—En este sentido, ¿qué podemos hacer desde casa?
—Conviene darles motivación. Los padres deben compensar
esta situación inculcando a sus hijos el valor del esfuerzo, de que
aunque no tengamos ganas de hacerlo tenemos que hacerlo. Todo lo que
cuesta trabajo nos hace crecer y ser más adultos.
—¿Le parece que en la actualidad la disciplina parece un término en desuso?
—Esto es debido a que los actuales modelos sociales no
tienen respeto por las generaciones adultas. Tratan igual a un
viejecito, que a un compañero de instituto. Les cuesta horrores entender
el concepto de autoridad. Vemos que incluso muchos niños se revelan
contra los maestros, llegando a suceder algunas situaciones dramáticas
de niños que han llegado a pegar al maestro. Aunque en mi opinión, los
maestros tienen herramientas de sobra para hacerse obedecer.
—¿A qué se debería este tipo de situación?
—Hay algunos padres que están poco tiempo con sus hijos y
cuando están con ellos les dejan hacer lo que les da la gana, son niños
mimados consentidos, y esto no puede ser, la autoridad no tiene nada que ver con ser afectivo,
se puede ser muy afectivo siendo autoritario. Es más, con afectividad
se puede transmitir el valor de la autoridad. Porque los niños necesitan
protección, y que los padres les cuiden, si no hay autoridad, eso no
existe. Insisto, necesitan sentir que los padres tienen seguridad y
firmeza al inculcar normas porque esto les confiere seguridad.
—Ahora está muy de moda que el niño opine, y la búsqueda de su felicidad por encima de todas las cosas.
—Por comodidad, es más fácil que el niño vote y opine. Esto
sucede a veces por estar cansados los padres, o por no querer esforzase
e involucrarse demasiado... Aunque no podemos decir que todos mimen o
sobreprotejan a sus hijos, hay muchas familias a las que sencillamente
les falta formación educativa, que no saben las consecuencias de educar a
un niño sin valores,
y que creen que abrazando mucho este niño va a ser más feliz. A este
niño lo que tienes que darle son recursos para que sea libre, autónomo,
responsable, y para eso es muy importante poner normas firmes. Porque si
no, los niños no estarán preparados para controlar su propia vida. No
tendrán madurez para aceptar una norma. Hay que ser coherente y dar una
línea educativa desde el nacimiento.
—Pero se debe educar desde lo positivo.
—Siempre. Todas las personas tienen una potencialidad mayor
de lo que podamos pensar por desarrollar, todos los niños tienen unas
capacidades que debemos saber potenciar. Pero no en base a las
expectativas que hemos creado como padres ante ellos, sino ante las
posibilidades que tiene aquel niño. Es decir, no podemos pretender que
un niño con dotes artísticas sea premio Nobel de la Literatura. Nuestro
deber es potenciar sus potencialidades y conseguir que se sienta
realizado como persona. Para ello debemos plantearles alternativas, y
esperar a que él se decante por unas actividades u otras. El error o el
fracaso suele darse cuando los padres tienen unas expectativas muy altas
en ese niño y de pronto este presenta algún tipo de dificultad o
retraso... Los padres se frustran y no dejan desarrollarse al pequeño
tal y como es porque están más centrados en lo negativo que en lo
positivo. De esta forma es imposible proyectarse.
ABC, Lunes 13 de abril de 2015
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