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«¿Para qué quieres el hijo perfecto?, ¿para sentirte mejor?, ¿para que los amigos te admiren?...»

LAURA PERAITA
«La sobreprotección se ha convertido en una verdadera pandemia en nuestro país». Así de tajante se manifiesta Cristina Gutiérrez, autora de «Crecer con valentía». Asegura que detrás de la sobreprotección hay miedo. Miedo a que nuestro hijo no sea capaz, a que no tenga amigos, no sea feliz..., «sin querer, acabamos debilitándolos, haciéndolos más frágiles, desconfiados e inseguros».
Aclara que la valentía «no es no tener miedo», es tenerlo y aún así hacerlo, afrontarlo. «Hay que entrenar a nuestros hijos en ser valientes, especialmente ahora que hay tanto temores. Y cuando eso pasa, cuando afrontan sus miedos, se sienten orgullosos, su mirada brilla, les aumenta su autoestima y se sienten más seguros».
¿Qué efectos tiene la sobreprotección?
Sobreproteger es desproteger; literalmente. Cuando haces tú lo que deberían hacer ellos (llevarles la mochila, hacerles los deberes o discutir la nota de un examen con su profesor de la ESO), en realidad les estamos diciendo, me necesitas para defenderte, solo no podrás. Eso los hace dependientes (falta de autonomía) y les baja la autoestima (no se gustan a sí mismos).
Puedo decirte que en los 37 años que llevo trabajando con niños en La Granja (Granja Escuela de Madrid y Barcelona por donde pasan cada año más de 18.000 alumnos), nunca me he encontrado tantos niños con tantas carencias emocionales como ahora; miedos a casi todo, bajas autoestimas (sobre todo en la ESO), desconfianza, inseguridad y sentimiento de vacío.
¿Qué papel tiene la educación emocional?
Siempre ha sido importante, pero por cómo están las cosas, ahora añadiría que es urgente. La educación emocional nos ayuda a entender qué sentimos, por qué y cómo podemos regularlo de una manera positiva para nosotros y para los demás. Además, nos acerca al bienestar y a descubrir quiénes somos y cuál es nuestro potencial, saber en qué somos buenos. Todo ello nos hace tremendamente fuertes. Y cuando sabemos todo esto, podemos ser auténticos y brillar.
¿Qué consecuencias tiene educar hijos para que sean ganadores?
Nos enfocamos tanto en ello que estos niños sienten muchísima presión. «La felicidad de mis padres depende de mí», me dijo un niño de 6 años. Y veo a diario cómo les ocasiona ansiedad y estrés, porque desean que sus padres se sientan orgullosos de ellos, y harán todo y de todo para conseguirlo.
Si las expectativas son muy altas, muchos niños ven que no llegarán, y acaban abandonando y entrando en la espiral de la auto decepción. Si queremos tener hijos ganadores, primero preparémoslos para tolerar la frustración y gestionar la ansiedad, porque si no, acabarán explotando y dinamitando el plan perfecto que sus padres han diseñado (y esto también lo veo a diario). Y segundo, preguntémonos a qué necesidad responde querer un hijo ganador.
¿Cómo hacer entender a los hijos la derrota?
Permitiendo que se caigan y animándolos para que se vuelvan a levantar cuando eso suceda. Y cuando pase, que no nos de pena, que nuestra mirada sea de orgullo y admiración, pues la verdadera valentía y lo que los humanos admiramos es la capacidad de superación que todos llevamos dentro. El verdadero triunfo es fallar, caerte y, aún así, volverte a levantar con determinación. Eso es lo que nuestros hijos deberían entrenar desde pequeños. Y no al revés.
¿A qué tienen miedo los hijos? ¿Y los padres?
Los niños tienen hoy un montón de miedos: a la oscuridad, a dormir fuera de casa, a ir a campamentos, a suspender, a no tener amigos... El miedo es natural en los humanos, gracias a él hemos sobrevivido como especie. Es el encargado de apartarnos del peligro. De hecho, el problema no es tener miedo, sino no sentirte capaz de afrontar ese temor. Y cuando eso pasa, es el miedo quien manda en ti, el que toma un montón de decisiones, convirtiéndote literalmente en su prisionero, pues el miedo es invasivo, contagioso, te paraliza y te hace creer que no puedes pues te aleja de emociones positivas como la alegría y la esperanza. El miedo ha aumentado porque no permitimos a nuestros niños que los afronten, así que el temor acaba invadiéndoles cual virus, y se hacen mayores sin tener esa herramienta vital, la valentía, para ser autónomos y caminar con paso firme y seguro por la vida.
«¡Los padres somos cada vez más agobiantes!»
Menciona que la paciencia es una gran habilidad, pero, ¿cómo fomentarla?
¡Entrenándolos, haciéndolos esperar! Que no lo tengan todo ya. La habilidad principal que hemos de tener para tolerar la frustración es la paciencia; es decir, si no la tienes no puedes tolerar la frustración. Y cada día los entrenamos en todo lo contrario, en la impaciencia (WhatsApp, redes, aceleración del mundo). Cuando vayas al super, haz la cola más larga, y cuando tu hijo te pregunte ¿por qué? Contéstale sonriendo que estás entrenado la paciencia. Empieza tú y tus hijos te imitarán.
¿Qué es el síndrome de la familia perfecta? ¿Cómo afecta en los hogares?
Casa perfecta, cuerpo perfecto, dientes blancos perfectos... y para complementar el cuadro, hijos perfectos. Convertir a nuestros hijos en un plan, en un programa perfectamente diseñado, desde incluso antes de nacer, es un error porque los aleja de lo único que podrán llegar a ser: ellos mismos. Y alejarlos para cumplir nuestro super plan de hijo ideal e irreal, los hace sentir muy, muy vacíos y lo sufren en silencio. Y en casa se vive con ansiedad y estrés por parte de cada miembro de la familia, como cuando decimos «mañana tenemos examen de historia» y no soportamos esperar a las cinco para saber cómo le ha ido, así que le preguntamos al niño por WhatsApp en la hora de patio, saltándonos las normas del colegio. ¡Los padres somos cada vez más agobiantes!
¿Cómo quitar la venda a esos padres que creen que su hijo es el mejor? ¿O no hay que quitarles la venda?
Que se pregunten para qué necesitan el mejor hijo en todo: el más guapo, el más listo, el mejor deportista... Pero ¿para qué? ¿para sentirnos mejor? ¿para que los amigos nos admiren? Si quieres un campeón en la familia, empieza tú a entrenarte y dejemos a nuestros niños vivir una infancia en paz, disfrutando de su deporte sin presión y diciéndoles de vez en cuando que no queremos un hijo diez, porque los preferimos a ellos.
ABC, Martes 18 de febrero de 2020

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