
Casi el 60% de los bebés españoles tiene dificultades para quedarse dormido y despertares frecuentes. Así lo señala el Estudio del Sueño presentado por Dodot en el marco del Día Mundial del Sueño que se celebra hoy 14 de marzo.
El sueño de los bebés es una de las principales preocupaciones de los
padres españoles. La buena noticia es que, según Diego García
Borreguero, autor del citado informe, presidente de la Sociedad Española del Sueño y director del Instituto de Investigaciones del Sueño, parte de los malos hábitos de los bebés a la hora de dormir son conductuales, que no fisiológicos, y se pueden corregir.
—¿Cuándo debería el niño aprender a dormir?
—Al mes y medio de vida. Se trata de
un proceso gradual: de tener lugar de forma aleatoria a lo largo de las
24 horas del día durante en las primeras semanas de vida pasa a
concentrarse en los primeros seis meses fundamentalmente durante la
noche, con dos episodios de sueño diurno de hora y media dos horas cada
uno (dos siestas).
—¿Cuándo tiene lugar la desaparición o extinción de esas siestas diurnas?
—En términos estadísiticos este
comportamiento (el de la siesta de la mañana) tiende a permanecer
estable hasta el año y medio, dos años. Esto viene dado porque la
capacidad de los bebés para mantenerse despiertos durante un número de
horas seguidas está algo limitada. Este proceso se va a ir reduciendo.
Estas dos siestas van a ir reduciendo su duración a lo largo de los dos,
tres primeros años. En lugar de dos siestas de dos horas y media, con
el tiempo se irán realizando dos siestas de una hora. A los tres años
desparecen suelen desaparecer las dos. Previamente lo habrá hecho una de
ellas. Un niño hacia los tres años, tres años y medio ya debería poder
prescindir de las siestas.
—Durante
la presentación del estudio del sueño de Dodot se ha dicho que a los
cinco años el niño que duerme la siesta es patológico.
—Quizás la palabra patológico no sea la más adecuada. Sí es
anormal. Y cuando digo anormal es que debe ser entendido como
indicativo de que probablemente hay una patología subyacente, o que el
niño duerme de forma insuficiente por la noche. No podríamos hablar de
patología pero si de anormalidad.
—¿Tiene algún tipo de consecuencias que un pequeño no duerma correctamente?
—Efectivamente, que un niño no duerma lo suficiente tiene
sus consecuencias a largo plazo. Si como resultado de no dormir bien el
niño no duerme lo suficiente, esto tiene varios problemas: Uno de ellos
afectará directamente a su carácter. Estará irritable, y tendrá
alternaciones en su forma de ser, ya que se relacionará con el entorno
en base a esa irritabilidad. Por otro lado va a ser un niño con mayor
problemas de aprendizaje. Es posible también que el niño que a lo largo
de su infancia duerme mal, tenga mayor probabilidad de presentar
problemas de sueño como adulto. Hay que tener en cuenta una cosa, es que
durante el sueño se produce en el bebé el proceso fundamental de
conexión entre las terminales nerviosas de las neuronas. De hecho el
nivel de inteligencia del niño se está determinando durante esos
primeros años de vida y fundamentalmente cuando el niño está dormido.
—La responsabilidad de los padres en el sueño de sus hijos es muy grande.
—Sí, de alguna forma sí. Hay que desdramatizar, pero la
forma de interactuar con el entorno por parte de un niño va a
condicionarse durante este primer periodo infantil. También hay estudios
que muestran que los pequeños con trastornos de sueño durante los
primeros años de vida suelen ser niños con mayor tendencia a la
irritabilidad y ansiedad como adultos. El carácter, como la
inteligencia, también se está determinando de alguna forma ya en esos
primeros años de vida, y fundamentalmente durante el sueño.
—¿Cuál es la hora idónea para acostar al niño?
—La hora para acostar al niño menor de un año de edad debe
ser entre las siete y las nueve. Las nueve y media ya es tarde. Es muy
importante que siempre sea a la misma hora, es decir, regular, y que
vaya precedido de una rutina con actividad decreciente. A la cena, tiene
que seguirle el baño (o al revés). Después tiene que seguirle el
cuento, etc... Hay que tener en cuenta de que nosotros como adultos
funcionamos con los mismos mecanismos. Tenemos el periódico, el libro,
el acto de lavarnos los dientes, tumbarnos en la cama... algo que de
alguna forma hemos aprendido como niños. En el pequeño esas rutinas van a
crear conductas condicionadas, o reflejos, que van a facilitar la
conciliación del sueño. Cuantas más veces las realicemos, mejor.
—¿Hay que mantener esas rutinas de una forma tan estricta en los periodos vacacionales?
—Se pueden hacer pequeñas variaciones. Insisto, pequeñas,
que no sean bruscas. Lo mismo sirve para los fines de semana. La hora de
acostar a un niño de un año tiene que ser entre las siete y las nueve
de la noche. Y cuanto más se mantenga la regularidad de los horarios,
mejor.
—¿Que otros factores ayudan al sueño del niño?
—La otra cosa importante es que el bebé tiene que aprender a
estar en la cuna quieto, jugando... sin más. Tranquilo. Y esto debería
ser un acto previo al hecho de dormir. Debemos evitar que el niño se
duerma en los brazos de los padres. Si el pequeño incorpora a su rutina
dormirse en los brazos de los padres, cuando se despierta a media
noche... va a querer lo mismo. Algunos padres dirán «no pasa nada, lo
vuelvo a acunar». Porque que los niños se despierten a media noche es lo
normal, es fisiológico, pero insisto, el niño tiene que aprender a
dormirse solo. Los problemas de lloros por la noche se deben
fundamentalmente a que estos niños no saben volver a dormirse, porque
han aprendido a tener la presencia de los padres como parte de su rutina
para dormir.
—Dice
usted que los despertares nocturnos son normales, bien sea para pedir
agua, un abrazo, o una luz encendida cerca. Esto también es motivo de
tensión en una familia con hijos pequeños. ¿No se pueden evitar o, al
menos, disminuir? ¿Se puede reeducar?
—Vamos a ver... Esto es algo normal, y no pasa nada porque
al niño le quites esa ansiedad. Cuando está actuando así lo que quiere
es contacto, saber que sus padres están ahí, pero inicialmente, sin
mayor drama, hay que tranquilizar al niño, y después dejarle solo de
nuevo. Cuando nos pide un vaso de agua, lo que nos está pidiendo es
saber si estás ahí. De alguna forma hay que reafirmar al niño. Pero
también educarle en que los padres están siempre ahí, en la habitación
de al lado. Y que estar solo en la cama no es ningún problema. Insisto,
se le puede dar el agua que quiera, se le puede reafirmar, pero a los
dos minutos se le vuelve a dejar en la cama, y se le deja un rato solo.
Si ese rato se mantilene sin lloros, sin agitación, ni nada, es probable
que vuelva a dormirse.
—¿Pero cómo se modifica esa conducta?
—Lo que tenemos que hacer es tranquilizar ese lloro. Para
lograrlo hay métodos que se pueden aplicar también durante el día. De la
misma manera que durantela noche al niño le enseñamos a estar quieto,
solo, hay que ponerlo en práctica de día. Porque si lo que le ocurre es
que no tiene sueño, pero sabe estar tranquilo (porque aprendió la
conducta durante el día), el sueño vendrá sólo... Hay que probar a las
seis de la tarde a decir «te vas a estar un rato jugando solo, en tu
cuarto, mientras yo estoy en la cocina, o en el salón haciendo otra
cosa». Hay que disociar el hecho de estar en la cuna con el de dormirse
inmediatamente. Puede estar a las cuatro de la mañana jugando en la
cuna, tranquilamente. Mientras el niño esté en la cuna, el sueño vendrá
por sí solo. Lo importante de los despertares nocturnos no es que no se
produzcan, porque no vamos a poder evitarlos. Lo importante es que el
niño aprenda a volver a dormirse solo después. Si eso requiere más o
menos intervención de los padres en una etapa inicial transitoria, eso
ya se lo dejamos a los padres. Sencillamente hay niños con los que
funciona un método y niños con los que no. Esta es una realidad, y no se
pueden establecer normas estrictas.
—¿Qué opinión tiene usted de las diversas escuelas para enseñar a dormir al niño, con fans y enemígos acérrimos por igual?
—Hay dos grandes métodos en el mundo, y los dos fueron
desarrollados en Estados Unidos. El primero de ellos fue Ferber, más de
tipo conductual. En su día fue un gran bestseller, a comienzos de los
años ochenta. En él se basaría después en España el conocido método
Estivill. Luego surgió otro, buscando más la empatía con el niño, más
laxo en cuanto a las medidas a tomar, creado por Sears, el «No cry», o
«Sin lloros», como se conoce en España. Lo que es bueno que se conozca
es que no hay grandes estudios sobre la validez de uno frente al otro.
No se puede decir esto está bien, esto está mal. Son estudios que los
padres tienen que adaptar al caso concreto de cada niño, y a las
condiciones concretas de los padres, si estos tienen más o menos
paciencia... En ninguna parte se habla de la presión que tienen los
nuevos padres, de si estos se pueden permitir el lujo de dormir algo
menos durante un tiempo... ni de las características del bebé. A no es
mejor que B. La Academia Americana de Medicina del Sueño ha constatado
que hay muchos estudios empíricos, o experimentales, donde se coja un
determinado número de niños y a la mitad se le enseñe a dormir con un
método, a la otra mitad con otro, y se haga un recuento final. Este tipo
de estudios no abundan por lo que la citada Academia llegó a la
conclusión de que en general los métodos conductuales funcionan (tipo
Ferber), son útiles, pero dentro de los diversos métodos conductuales
hay unos siete y que se tienen que adaptar a cada caso concreto. No se
puede decir que uno sea mejor que otro.
«Nuestra forma de dormir hoy es antinatural»
ABC, Viernes 14 de marzo de 2014
Imagen: Diego 04/06/2012
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