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LOS NUTRICIONISTAS UNTADOS QUE RECOMIENDAN COMIDAS INSANAS

MÓNICA ESCUDERO
Dos mujeres quedan en un McDonalds para tomar un té verde, y una comenta lo muchísimo que les gusta comer a sus hijos en esa cadena de hamburgueserías, especialmente siendo dos de ellos celíacos (por la gran variedad de elección y las posibilidades que tienen allí de comer “un pan bueno”). Las criaturas “se mueren por comer allí”, afirma. La otra le responde que cada vez se pueden encontrar productos más sanos, como zumos sin azúcares añadidos. La primera replica que se lo están currando muchísimo con las ofertas saludables, y la segunda le lleva a escoger un “saludable y super equilibrado” Happy Meal, a base de hamburguesa con queso, patatas deluxe -sin salsa y sin gluten, matiza-, piña y agua.
La escena no tendría más trascendencia si no fuera porque se trata de un anuncio de la cadena de comida rápida; la primera mujer es la chef Samantha Vallejo-Nájera y la segunda, Teresa Valero; dietista-nutricionista, tecnóloga de alimentos y directora de información y divulgación científica en la Fundación Española de Nutrición. “¿Una nutricionista alabando las bondades de la comida basura? Comidistas, dejad de inventar” estaréis pensando muchos de vosotros. Para asegurar que decimos la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad: dentro vídeo.
El dietista-nutricionista Carlos Ríos, creador del concepto Real Fooding, no tardó en difundir a través de su cuenta de Twitter no solo el anuncio en cuestión, sino también el conflicto de intereses que esconde: McDonalds es una de las empresas promotoras de la fundación de Valero (junto a otros fabricantes de productos ultraprocesados como Campofrío, Coca Cola, Pepsico, Telepizza, Nestlé o directamente bebidas alcohólicas como Vega Sicilia).
¿Cómo llegan fabricantes de los comestibles insanos a patrocinar asociaciones, instituciones o fundaciones relacionadas con la comida sana, y qué efecto tiene esto en la salud pública? Tres expertos en nutrición como Silvia Romero -especializada en nutrición infantil-, Juan Revenga y el mismo Carlos Ríos nos ayudan a arrojar luz sobre el tema. El resto de implicados en el debate -McDonalds y la susodicha fundación- no han respondido a nuestras preguntas.
El conflicto de intereses
Silvia Romero empieza respondiendo a nuestra duda sobre el evidente conflicto de intereses que hay entre esta fundación y McDonalds. “Debemos denunciarlo públicamente, no nos queda otra. Debemos luchar todos juntos contra los profesionales vendidos y/o poco actualizados. Es muy personal, pero creo que no debemos callarnos”. Carlos Ríos también denuncia cada caso que ve, a falta del control de ciertos organismos oficiales. “Es un poco triste que esto solo se intente parar como iniciativas individuales en las redes sociales. No debería ser a título particular, porque esta denuncia es para proteger al consumidor, a la población en general y a la salud pública”. A pesar de eso, renuncia a callar, porque no quiere colaborar en la impunidad en hacer ver que no pasa nada: “Si lo visibilizamos habrá más dietistas que sentirán la presión del colectivo y se lo pensarán dos veces antes de cobrar por quebrantar el código”, resuelve.
Juan Revenga responde con un fragmento del libro blanco de la nutrición en España (página 215) editado en 2013 por la propia Fundación Española de Nutrición. “No debemos olvidar que el plato [en referencia a la actual guía alimentaria de EEUU], y anteriormente la pirámide [también en referencia a la de EEUU], son instrumentos políticos, cuyo fin frecuentemente no es solamente promover la salud de los consumidores, sino las ventas de ciertas industrias. La industria de la carne y los lácteos son dos de las industrias más poderosas de Estados Unidos”. Para nuestro nutri de cabecera, este es un ejemplo más del escaso control al que alude Ríos, pero en su máxima expresión. En palabras de la Dra. Margaret Chan directora general de la OMS durante 7 años hasta junio de 2017: "Existe una tendencia bien documentada al respecto de las injerencias de cierta industria alimentaria en la formulación de políticas de salud pública. Hemos de tener por seguro que cuando esto sucede aquellas medidas más eficaces en esa materia serán o bien minimizadas o bien apartadas en su totalidad".
Según Ríos, cada vez que un profesional de la nutrición cede a este tipo de publicidad, está haciendo daño al resto de sus colegas, porque siembra dudas sobre la profesión. “El lugar donde están colegiados debería responder y avisar de que uno de sus colegiados se está saltando el código deontológico. Y a partir de aquí darles una advertencia, penalizarles o actuar en consecuencia”.
El blanqueamiento de la comida basura
A pesar del evidente conflicto de interés en la situación que acabamos de ver, Juan Revenga quiere agradecer -sí, agradecer- a la FEN el ejercicio de transparencia en la declaración de esas colaboraciones, a la que es fácil llegar a partir de su propia web. Revenga denuncia que en muchas otras entidades es mucho más difícil obtener una imagen inmediata estas relaciones.
Para no quedarnos con la duda, cita algunos ejemplos: Yogurt in Nutrition (Danone); la Cátedra Internacional de Estudios Avanzados en Hidratación (Coca Cola); la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria -con un elenco de empresas colaboradoras muy similar a las de la FEN- o el Centro de Información Cerveza y Salud, creada por la Asociación Española de Productores de Cerveza). Todos ellos -oh, sorpresa- están trufados de mensajes y estudios muy sesgados y poco rigurosos, del estilo “el vino adelgaza” o “la cerveza es buena para la salud” alabando las bondades de sus patrocinadores. “En mi opinión cuanto más ocultos esas relaciones o colaboraciones, peores son”, matiza nuestro experto.
Para Ríos, que ciertas fundaciones -que deberían promocionar la nutrición o la buena alimentación- colaboren con la industria de los ultraprocesados es como si organismos contra el cáncer colaboran con tabaqueras o fabricantes de alcohol. "Una colaboración implica que ganan ambas partes: la industria mejora su imagen porque se perciben como alimentos menos insanos, con mensajes como 'todo con moderación' o 'hay que comer de todo' y otros aparentemente científicos pero que no lo son”. Para el consumidor disminuye la percepción del riesgo; a cambio, la fundación gana dinero.
Hay ciertos conceptos -todavía usados por la vieja guardia dietista- como "dieta equilibrada", que hacen pensar que mientras mantengas los porcentajes de macronutrientes -hidratos, proteínas y grasas- todo estará bien. “Da igual si para rellenar usamos patatas fritas bollería, pan y ultraprocesados. Tenemos que desterrar de una vez el término ‘dieta equilibrada’ y cambiarlo por ‘alimentación saludable’", matiza Romero. Sorprendentemente, en el anuncio mencionan las opciones más saludables, como los palitos de zanahoria o los tomates cherry, pero van directos a las patatas fritas con sal y aceite recalentado varias veces (algo bastante sintomático de lo que pasa en realidad con la oferta sana). “La hamburguesa y los nuggets de pollo nunca son saludables:o se compensan alimentos insanos con alimentos sanos, sino que se priman los reales por encima de los ultraprocesados” termina Ríos, sin dejar lugar a dudas.
El problema infantil (obesidad y mala alimentación)
Después de que los últimos estudios apunten a que un 23% de los niños españoles tiene sobrepeso -y el 18% directamente obesidad- algunas reacciones en Twitter apuntan a los padres como únicos responsables de la alimentación de sus hijos (y culpables, o no, de llevarles a comer Happy Meal). Nuestros expertos coinciden en que este mensaje es bastante perverso, sobre todo cuando hay detrás un profesional de la nutrición, supuestamente cualificado, diciendo que es perfectamente sano. “O se puede culpabilizar a los padres cuando está saliendo una especialista diciendo que es una comida equilibrada y recomendable. ¿A quién tienen que creer? Las clases sociales más desfavorecidas frecuentan estos establecimientos, y son los que necesitan más educación nutricional. Pero, ¿qué información les está llegando? Mala, sesgada y pagada”, zanja Silvia Romero.
Revenga reflexiona que culpar únicamente al consumidor de sus elecciones -y las consecuencias que pueden acarrear- es el mensaje maniqueo en el que está enrocada la industria alimentaria de lo más insano. “Es un mensaje muy viejo y muy retorcido: en realidad esas elecciones supuestamente libres están condicionadas por la presión publicitaria, los avales de ciertas sociedades, fundaciones, celebrities y profesionales sanitarios asalariados por esa industria o mensajes de la administración condicionados por sus intereses”.
Aunque tiene relación directa con la obesidad infantil, el peor ingrediente del Happy Meal no se come, sino que es el juguete que lleva asociado, ya que ofrecer regalos asociados a la ingesta es una malísima estrategia para educar en hábitos alimentarios. El mismo Revenga apunta que “el infausto Código PAOS de autorregulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a menores, prevención de la obesidad y salud prohíbe esas prácticas, pero luego deja la puerta abierta a su realización”. Es decir: primero prohíbe y luego no, un clásico de la autorregulación (por cierto, McDonalds es firmante de este código de adhesión voluntaria). A fin de cuentas, ofrecer un juguete representa la intención de influir en la voluntad de compra de un niño, o en la presión que puede ejercer este sobre sus cuidadores para obtener ese objeto de su deseo, sin tener nada que ver con el hambre o las ganas de comer que sienta.
La trampa de la publicidad engañosa
A pesar de lo que digan en el vídeo o de la versión del mismo que se escoja, el Happy Meal no puede ser equilibrado ni saludable, y el anuncio es “una publicidad engañosa que podría denunciarse a autocontrol o asociaciones de consumidores porque falta a la verdad”, nos cuenta Carlos Ríos. El mensaje disminuye la percepción del riesgo, y esta supuesta libertad de elección ha traicionado incluso a la nutricionista que lo protagoniza, que ha cogido unas patatas fritas en lugar de tomates cherry “porque los productos apetecibles llaman a productos apetecibles: en estos casos siempre se escoge lo más palatable”.
Más allá de su perfil nutricional, este combo infantil se ofrece en un entorno caracterizado por las grandes raciones, el "rellena tu vaso de refresco gratis" y unos productos que, siendo "la marca de la casa" dejan mucho que desear desde el punto de vista nutricional. “Cierto es que en McDonalds en la actualidad hay una mayor oferta de opciones más saludables que hace años, pero seamos sinceros ¿alguien decide ir a McDonalds por las ensaladas o por la fruta?”, se pregunta Revenga. "Nos pongamos como nos pongamos a ese tipo de franquicias se va a otra cosa, y que establecimientos como McDonalds se erijan como promotores de un estilo de alimentación saludable es un grandísimo ejercicio de hipocresía, y confiar en ese mensaje equivale a poner la zorra al cuidado de las gallinas”.
Con los porcentajes de sobrepeso y obesidad infantil que marcan los últimos estudios, para Silvia Romero recomendar este tipo de comida es no tener ni una pizca de ética profesional y jugar con la salud de los más pequeños. “Estamos hartos de ver asociaciones, instituciones, fundaciones que se venden a la industria. A los sanitarios que tenemos un mínimo de ética profesional solo nos queda denunciarlo públicamente: contra el dinero no hay prácticamente nada que hacer, solo podemos intentar abrirle los ojos a la población".
Juan Revenga termina su aportación con esta reflexión: "Si un día cualquiera o todos los del año, alguien decide ir a comer o cenar con sus hijos al McDonalds u otro establecimiento similar, que lo haga. Pero no pensando que es sano y equilibrado, sino siempre teniendo claro que es una elección alimentaria nefasta; diga lo que diga el propio McDonalds de sí mismo por boca de famosos o especialistas sanitarios generosamente pagados para la ocasión".
EL PAÍS, Jueves 22 de noviembre de 2018

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