
La adolescencia es vista por muchos padres con auténtico
temor porque es una etapa en la que los niños comienzan a dar muestras
de sus ganas de libertad e independencia algo que, a veces, puede llevar
a usar mal esa libertad. Las drogas, el alcohol, el sexo mal entendido,
los embarazos no deseados, las malas compañías son, quizás, los
problemas que más preocupan a los padres con hijos en edades
adolescentes. ¿Qué hacer? ¿Cómo resolver esos conflictos de la manera
más adecuada? No es una tarea fácil, «pero es posible», asegura Antonio
Ortuño Terriza, psicólogo Infanto-Juvenil y especialista en Psicología
Clínica. Este profesional trabaja con familias cuyos hijos e hijas
padecen diferentes problemáticas psicológicas: inseguridad, baja
autoestima, problemas de comportamiento, dificultades de relación,
ansiedad… y es autor del libro «Familias Inteligentes: claves prácticas para educar» y director y psicólogo del Centro de Psicología y Asesoramiento Familiar «Familias Inteligentes». www.familiasinteligentes.com.
—Los
amigos de nuestros hijos son una fuerte influencia durante la
adolescencia. ¿Cuáles son las mejores estrategias para evitar que
nuestros hijos se relacionen con adolescentes, digamos, más
conflictivos?
—La mejor estrategia es que los padres hayamos sido y
sigamos siendo una fuente de información válida para sus decisiones, que
nos perciban creíbles, que estemos disponibles, que confiemos y
respetemos sus decisiones. En definitiva, que los conflictos en casa se
resuelvan de una manera amable y firme, con coherencia y previsibilidad.
Creo que existe una regla: conflictos mal resueltos en casa, mayor
influencia negativa fuera de casa. Cuando una familia acude a mi
consulta porque su hijo gestiona mal los riesgos, siempre encuentro a
padres y madres que utilizan estrategias inadecuadas: regañan mucho,
castigan, control excesivo, desconfianza.
—El
sexo mal entendido trae enfermedades venéreas y embarazos no deseados.
¿Qué edad es la ideal para empezar a hablar de estos temas de una manera
abierta y sin vergüenza y qué mensaje es el más importante a
transmitir?
—Creo que para hablar de sexualidad no hay edad. Debe ser
un proceso vivido desde la naturalidad y la normalidad, respetando los
ritmos evolutivos y acomodando la información a cada edad. O más bien,
formación, es decir, que cuando pregunten por el tema, en lugar de dar
nuestra información, primero hemos de escucharles. Deben sentirse
acompañados en sus vivencias y en las emociones que siempre están
asociadas a la sexualidad y al enamoramiento.
—Los
horarios. Los horarios a los que nuestros adolescentes deben volver a
casa suele ser un motivo de disputa. ¿Qué hacer para negociar estas
vueltas? ¿Qué es lo más razonable según las edades?
—El objetivo final de de la educación debe ser la búsqueda
de su autonomía, de su independencia. En este caso, llegará un momento
en que nuestros hijos decidan por sí mismos a qué hora salen y a qué
hora vuelven. Pero antes, efectivamente, es bueno negociarlo. La primera
vez que llegue tarde, en lugar de castigar, hay que establecer un
compromiso. ¿Qué quieres que hagamos tus padres la próxima vez que
llegues tarde? Junto con el hijo, se llega un acuerdo de si llega
pronto, qué es lo que pasa, y si llega tarde, qué es lo que pasa. Y ese
compromiso es razonado, concreto y equilibrado. Y después, el hijo
decide. Y los padres cumplen lo pactado.
—Padres
agobiantes versus padres permisivos. ¿Dónde está la virtud? ¿Es bueno
querer saber dónde están tus hijos en cada momento o por el contrario
esa sensación de control puede hacernos obtener el efecto contrario?
—El control excesivo no es nada recomendable. Genera
desconfianza, falta de respeto, exceso de preocupación. Yo en mis
terapias, siempre les digo a los padres, (independientemente de si su
hijo tiene 5 años como si tiene 15 ó 25) que diferencien tres cosas: las
decisiones que tenemos que seguir tomando los padres porque nuestros
hijos no tienen los recursos necesarios (control adulto), las decisiones
que pueden ya tomar nuestros hijos pero necesitan nuestra ayuda
(control compartido), y las decisiones que ya tienen que tomar nuestros
hijos sin nuestra ayuda (control de los hijos). El equilibrio de estas
tres zonas es la clave. Un control externo respetuoso favorece el
autocontrol.
—Alcohol y drogas. ¿Cómo actuar y hablar con los hijos antes de que sea demasiado tarde?
—Me gusta matizar, el alcohol también es una droga. Lo digo
porque por mi experiencia, la mayoría de las personas que han tenido
problemas con las drogas ilegales, antes han tenido problemas con el
consumo de las legales (que no significa que el tener problemas con las
legales vaya a tener problemas con las ilegales). La conducta de inicio
de consumo de las drogas legales está entre los 13 y 14 años, pero dos
años antes todos los adolescentes tienen consumo conversacional. Me
explico, todos hablan y les hablan de las drogas, para bien o para mal. Y
las habilidades que tienen que aprender son expresar opiniones
responsables, hacer críticas, decir no… habilidades que los padres
hacemos de modelo desde que son pequeños. Y me remito a lo que he
contestado en la pregunta de sexualidad. Si tu hijo te pregunta ¿fumar
es malo, mama? En lugar de contestar «Pues claro», lo que hay que
contestar es «¿Tú qué crees?» «¿Qué sabes tú sobre esto?» «¿Qué dudas
tienes?».
—¿Qué hacer si un día un hijo de 13 o 14 años llega a casa borracho o con signos de haber consumido drogas?
—Actuar con calma, y si la hemos perdido, demorar la
conversación para otro momento. Regañar, abroncar, castigar, lejos de
resolver el problema, suele aumentarlo. Y cuando se hable con el hijo,
fuera interrogatorios y sermones. Hay que aprender a escuchar, cómo lo
ha vivido, qué conclusiones saca de su decisión, cómo va a gestionarlo
la próxima vez, en qué cree que le podemos ayudar. Y dar muestras de
confianza de que va a gestionarlo de forma responsable, mostrando
respeto por sus decisiones.
—Internet. Pautas para evitar acosos no deseados, pornografía, pederastia en la red, timos…
—Para que sepan gestionar los riesgos (el consumo de
drogas, uso de internet, sexo…) los padres tenemos que aprender a
controlar nuestra necesidad de controlar. No se puede fomentar la
responsabilidad si la preocupación está en el mundo adulto de forma
exagerada. Educar en la gestión de los riesgos que se van a encontrar es
clave. Para ello, en cada etapa evolutiva nuestros hijos tienen que ir
asumiendo las responsabilidades y obligaciones evolutivas. Es decir, hay
que preguntarse continuamente ¿en qué me necesita mi hijo realmente?
Como digo en mi libro Familias inteligentes: claves prácticas para educar,
los padres tenemos que pasar de ser imprescindibles a ser
prescindibles. Si confiamos en ellos, les hace sentir más competentes a
la hora de afrontar los riesgos. Y si les respetamos, cualquier problema
que tengan saben que estamos ahí, disponibles para acompañar, buscando
nuestro apoyo incondicional.
ABC, Sábado 22 de febrero de 2014
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