KARLA LARA
De
manera positiva y creativa algunos métodos de formación como la
pedagogía Waldorf introducen el juego en el mundo de la educación de los
niños, reconociendo que el juego desarrolla un papel determinante en su
desarrollo intelectual, emocional y físico, ya que de manera natural es
a través del juego que el niño aprende y desarrolla el control de su
propio cuerpo y coordina sus movimientos, organiza su pensamiento,
explora y descubre el mundo que le rodea, descubre y reconoce sus
emociones y sentimientos y resuelve sus problemas, es con el juego que
el niño evoluciona como ser social y aprende a participar en su
comunidad, además de descubrir sus intereses y por lo tanto, aprende.
El juego implica además de movimiento,
actividad mental continua que se traduce en creación, imaginación,
exploración y fantasía. Cuando el niño juega y el juego es libre,
desarrolla su capacidad de crear cosas, inventar situaciones y buscar
soluciones a diferentes problemas que se le presentan en el juego. El
juego en el ser humano (a cualquier edad) favorece el desarrollo
intelectual. Jugando el niño desarrolla habilidades para prestar
atención a lo que está haciendo, aprende a memorizar, a razonar, etc. A
través del juego el pensamiento se desarrolla hasta lograr ser
conceptual, lógico y abstracto.
Así, el juego es una herramienta de
aprendizaje mediante la cual el niño desarrolla sus capacidades motoras y
su participación en un grupo con otros niños le permite observar,
aprender y desarrollar no solo reglas básicas de convivencia, sino
también la relación y la cooperación con otros, la empatía, la
solidaridad, la pertenencia y el respeto hacía otros, los conceptos de
amistad, muchos valores y hasta su lenguaje.
Cuando el niño juega también imita y con
ello desarrolla actitudes, comportamientos y hábitos sociales, el niño
que juega se comunica, es creativo, imaginativo y se convierte en un ser
que aprovecha el potencial de su inteligencia.
Además de todo lo anterior, está en la
naturaleza del niño sentirse atraído y motivado por el juego, con lo
cual, el aprendizaje se vuelve divertido pero sobretodo interesante para
el niño y tener la atención y la curiosidad de un niño significa que
existe una disposición voluntaria para descubrir y aprender cosas nuevas
sin que se tengan que imponer procesos de intelectualización o
estimulación en exceso.
Mediante el juego el niño descubre y
aprende a su propio ritmo de acuerdo con su proceso de madurez y va
formando algunos rasgos de su personalidad, mejora su coordinación
motriz, su percepción sensorial y su inteligencia emocional, siendo el
juego un recurso que le permite reconocer sus pensamientos y
sentimientos, porque hablar de juego no significa darle juguetes a un
niño para entretenerlo o distraerlo, dejar jugar a un niño es permitirle
desarrollar esa capacidad creativa inherente a la infancia, significa
dejarlo ser a través del juego: en la escuela, en la casa, significa
dejarlo estar en espacios abiertos, mejor aún si puede estar en contacto
con la naturaleza y con otros niños, dejar jugar a un niño es crear un
ambiente que fomente su imaginación y ese ambiente debe ser libre,
exento de tendencias ajenas que controlan las ideas de un niño, el juego
libre es aquel que diseña el propio niño con su fantasía, con su
imaginación y que no necesariamente implica juguetes, sino materiales y
objetos que le ofrezcan diferentes texturas, que pertenezcan a la vida
cotidiana o la naturaleza y que no sean peligrosos, jugar implica la
convivencia con otros niños y otros seres vivos como mascotas o plantas.
Así el juego es un método de enseñanza y
una forma de aprendizaje, en el juego pueden participar y convivir
niños con niños y niños con adultos, el juego puede y debe integrarse en
la vida cotidiana como una rutina porque es una fuente de aprendizaje.
Es importante tomar en cuenta que desde los 0 hasta los 7 años los
niños siguen desarrollando su cuerpo, sus órganos internos se siguen
configurando y la evolución de sus sentidos no se detiene y por el
contrario son el movimiento y el juego los que dan al niño conocimiento
sobre éstos, por eso determinante cuidar el ambiente de juego del niño:
los colores, sonidos, formas y texturas que lo rodean, porque se
traducen en estímulos y éstos tienen un impacto en su vida.
Jugar con los niños es fácil pero
implica dedicación y compromiso, porque los niños imitan y perciben el
interés del adulto en lo que están haciendo juntos, incorporar el juego
puede hacerse con actividades diarias en la casa, por ejemplo cuidando
el jardín o las plantas interiores, o haciendo tareas domésticas con la
vigilancia de un adulto, como barrer, lavar trastes, cocinar, hornear.
El juego repetido da al niño seguridad y confianza, lo enseña a
perfeccionar algunas habilidades y a improvisar con sus ideas. Jugar
debería ser la actividad principal de todo niño para cuidar y
desarrollar su salud física y emocional, para garantizar un sano
aprendizaje, jugar es un derecho infantil y todos los adultos deberíamos
de preocuparnos por hacer que se respete y se cumpla. Un niño que
juega, es un niño que piensa y es feliz.
Fuentes:
Piaget, Jean (1991): “La formación del símbolo en el niño: imitación, juego y sueño.” Imagen y representación. FCE, México, D.F.
MAMÁ NATURAL, 18/10/2013
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