EMILIO DE BENITO / MADRID
Un 20,7% de los niños de entre tres y cinco años participantes en el Programa Thao
contra la obesidad infantil durante el curso 2012-2013 presentan
sobrepeso u obesidad, según los últimos datos recopilados tras analizar
una muestra de 28.819 menores de entre tres y 12 años. A las causas de
este aumento (sedentarismo, mala alimentación) se ha añadido una: el
contenido en proteínas de la leche que toman los bebés. Según un estudio
publicado en The American Journal of Clinical Nutrition,hay
una relación clara entre este componente de los preparados para bebés y
el futuro peso de los niños: a más proteínas, más sobrepeso y obesidad.
En concreto, a los seis años, la tasa de obesidad es “más del doble; de
más del 8% frente al 4%”, dice Joaquín Escribano, profesor de Pediatría
de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona.
El estudio se ha llevado a cabo siguiendo a un grupo de 1.678 niños
nacidos entre octubre de 2002 y julio de 2004 en cinco países europeos,
entre ellos España. A los bebés se los repartió en tres grupos: 1.090
que recibían leches de fórmula, y 588 que fueron amamantados. A los
primeros se los dividió a su vez en dos grupos, uno que recibía leche
con bajo contenido en proteínas y otro con contenidos mayores —ambos
casos en los límites legales—. A los seis años se midió su índice de
masa corporal.
“A partir de estudios epidemiológicos sabíamos que había una relación
entre los que tomaban los bebés y su obesidad futura, pero no sabíamos
si se trataba de una relación causal o casual”, dice Escribano. “Ya
conocíamos otros factores, como que los niños que engordan más rápido
luego son más obesos, y, de adultos, eso quiere decir que tienen más
diabetes o más síndrome metabólico”, añade.
En el caso de los adultos ya se había relacionado una mayor ingesta
de proteínas con mayor propensión al sobrepeso, dice Gerardo Varela,
catedrático de Nutrición de la Universidad CEU San Pablo, pero eso tenía
“una explicación relacionada con los hábitos: el que tiende a comer
mucha proteína, en general se alimenta mal”. “Estamos tomando el doble
de las proteínas recomendadas”, añade.
Pero esta explicación no se puede aplicar a los bebés, ya que
prácticamente todos toman un mismo alimento: leche, aunque sea de
distintas fuentes. Por eso los estudios se centraron en buscar qué
componente era diferente y condicionaba los resultados futuros. Ahí es
donde aparecieron las sospechas sobre las proteínas de los preparados
lácteos.
“La EFSA [Agencia Europea de Seguridad Alimentaria] permite que estas
tengan en su composición desde 1,8 gramos por cada 100 kilocalorías de
proteína a casi el doble, 3,5”, explica Javier Daroca, responsable
científico de Nutrición Infantil de Nestlé. Este tipo de estudios ha
llevado a los fabricantes a intentar ajustar sus contenidos al mínimo,
para cumplir las necesidades nutricionales de los bebés evitándoles las
complicaciones futuras. “La leche artificial suele tener hasta el doble
de proteínas que la materna, aunque esta diferencia va a la baja”,
indica Escribano.
Estos contenidos y sus consecuencias son muy importantes, porque “un estudio publicado en el New England Journal of Medicine demostraba que el 90% de los niños obesos lo son de adolescentes, y la mayoría lo es también de adultos”, indica Escribano.
Esta relación es la que intriga a los investigadores. “De momento,
los estudios son epidemiológicos, estadísticos”, insiste Varela. Es
decir, no hay un mecanismo científico descrito que explique lo que
sucede. En los adultos, normalmente, los malos hábitos van todos juntos:
el que come peor no suele hacer ejercicio, por ejemplo. No solo toma
más proteínas, también toma más grasas y más azúcares. Pero en los bebés
esos factores del comportamiento y su efecto son más difíciles de
deslindar.
Escribano apunta a que puede haber un componente en “la cualidad de
las esas proteínas”. “Los preparados infantiles se elaboran a partir de
leche de vaca, que tiene muchas más proteínas y de distinta clase que la
leche materna”, señala.
Daroca indica que en Nestlé, por ejemplo, se le añaden aminoácidos
esenciales a los preparados, como el triptófano. Se llaman aminoácidos a
los elementos —los 21 tipos de eslabones— que forman las proteínas. De
ellos, hay nueve que se consideran esenciales porque el organismo humano
no es capaz de producirlos. El cuerpo los necesita, pero debe
adquirirlos mediante la ingesta de alimentos que sí los contengan. Otros
cuatro no son esenciales, y se fabrican con facilidad en el cuerpo. Los
ocho restantes se consideran condicionados: en general, no son
esenciales, pero hay momentos de especial demanda en el organismo en que
deben suministrarse porque este no puede fabricarlos a la velocidad
requerida.
Pese a ello, no hay una respuesta. Parece que el cuerpo desarrolla
una especie de memoria, de habituación a un tipo de dieta y que luego
arrastra los efectos. Cómo lo hace es algo que habrá que demostrar, para
ver si se puede revertir.
Causa de mortalidad
Lo que más preocupa a los investigadores en obesidad infantil es que,
al ser un problema de salud multifactorial, parece muy difícil de
revertir. “El niño obeso será un adulto obeso”, señala la Organización
Mundial de la Salud en un informe.
Los intentos para revertir la situación son muy complicados. Hay
factores genéticos involucrados: en general, el ser humano tiene
tendencia a engordar, porque a lo largo de su historia lo más frecuente
ha sido que tuviera que enfrentarse a una carestía de alimentos, por lo
que aquellos que conseguían más reservas sobrevivían más (y pasaban sus
genes a la descendencia).
Pero no hay un acuerdo sobre el impacto de estos condicionantes
innatos, que son imposibles de eliminar. Sí que lo hay sobre la ecuación
básica de la obesidad: esta aparece cuando se ingieren más calorías que
las que se gastan. Y esto involucra costumbres como el tipo de comidas y
la práctica de ejercicio.
El resultado de este desequilibrio ya se puede medir: 3,4 millones de
adultos mueren cada año en el mundo por su exceso de peso (son más del
doble que los 1,6 millones de fallecimientos atribuidos al sida). No es
una relación directa, pero la obesidad está detrás del 44% de los casos
de diabetes, del 23% de las enfermedades isquémicas del corazón y entre
el 7% y el 41% de los cánceres.
Epidemia del siglo
Prevalencia. De las distintas enfermedades que
pugnan por el título de epidemia del siglo XXI, la obesidad figura en
las primeras posiciones. Desde 1980 se han duplicado los casos. En 2008,
1.400 millones de adultos (mayores de 20 años) ya sufrían sobrepeso,
según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Por sexos. De los 500 millones de adultos obesos del mundo, según la OMS, el 60% son hombres.
Niños. Aunque todavía no es habitual, el sobrepeso y la obesidad infantil ya afectan a 40 millones de menores.
Obesidad frente a hambre. La cifra de personas en el
mundo con problemas de exceso de peso (1.400 millones) ya supera a la
de quienes pasan hambre (algo menos de mil millones).
EL PAÍS, Lunes 9 de junio de 2014
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