
Estoy intentando encontrar las palabras.
Me está costando
reunir las sílabas adecuadas con las que poder transmitir mi experiencia
como madre primeriza, una experiencia que mucha gente conocerá, pero de
la que pocos se atreven a hablar.
Para empezar, nadie te dice la cantidad de emociones que vas a sentir al convertirte en madre, y con eso me refiero a excitación, agotamiento, angustia y euforia.
Cuando te casas, todo el mundo empieza a preguntarte que cuándo vas a tener hijos. Incluso te animan y te empujan a tenerlos.
Hasta
hay algunas abuelas (y no quiero decir nombres) que compran ropitas
minúsculas y las cuelgan en un armario por si se te ocurriera tener
hijos en ese preciso instante y lugar.
Al igual que con el
matrimonio y las bodas, todo lo que la sociedad nos muestra de la
maternidad es lo romántico, la historia superficial con la que todo el
mundo sueña y que a la vez esconde. Prepararás un cuarto precioso para
el bebé, te harán regalos maravillosos, irás a ver a tu pediatra y te
comprarás mallas deportivas porque, al final, tendrás que aceptar que no
vas a poder ponerte tus antiguos vaqueros durante algún tiempo.
Piensas que sabes cómo va a ser porque la gente te dice: "Es duro, pero merece taaaanto la pena". Oirás esto unas 5.000 veces y entonces te convencerás de que estás decidida y lista tanto para lo bueno como para lo malo.
Pero, aquí tienes la primera cosa que no sabías sobre ser madre:
1. A veces sentirás que no vale la pena
Llegará
un momento en el que te preguntarás por qué te has convertido en madre.
Probablemente ocurrirá a eso de las tres de la mañana. Te horrorizará
pensar que, al mismo tiempo que cumples con tu obligación de alimentar a
tu angelical bebé, realmente no quieres estar haciéndolo. Aun
así, lo haces, claro está, porque eres su madre y eso es lo que hacen
las madres, pero te estás empezando a volver loca con la situación.
"¿Por qué me he metido en esto?", murmuras para ti misma. En vez de concentrarte en el momento afectivo como deberías,
lo único que quieres es irte a la cama. O mejor aún, salir con tu
marido a tomar una piña colada. Esas que van con sombrillita y una
cereza. Con suerte, hasta el camarero nos podría poner unas cerezas más
para picotear.
Te diré una cosa: no pasa nada por dejar que tu
mente vague y eche de menos lo que tenías antes. Para recordar lo que
una vez fue. La maternidad es una experiencia impactante, algo que te
cambia la vida y que ocurre muy muy rápido. Hace sólo unas semanas,
salisteis súper elegantes para vuestra "última cita antes de ser
padres", y ahora llevas unos días sin ducharte. Es una transición
inmediata, por tanto, si resulta que tu mente se pasea de allí para acá,
ten en cuenta que estoy contigo, que te comprendo y te apoyo.
2. A nadie le afectarán tanto los llantos como a ti
Tú
eres su madre y, por alguna genialidad biológica del destino, su llanto
te afectará a ti más que a cualquier otra persona. Tu marido quizás
pueda seguir durmiendo, tu madre te dirá que no es para tanto y tus
amigas llevarán lo de los lloros con tanta facilidad que te preguntarás
qué narices te pasa a ti.
Llegarás a acostumbrarte a oír
ese sonido. Pero algo en ti hace que quieras levantarte e ir
constantemente a tratar de solucionarlo. Sigo sorprendiéndome al
comprobar que aunque mi marido se acueste con el vigilabebés pegado a la
oreja y el bebé esté llorando, es capaz de seguir durmiendo
tranquilamente.
Chicas, tomáoslo como un reto y como una honra.
Recordad que algo en vuestro interior está íntimamente conectado con
vuestro bebé y que sólo vosotras tenéis ese instinto cuando pide comida o consuelo.
3. Vais a tener pesadillas
He
estado teniendo un extraño sueño en el que pienso que he dejado al bebé
en mi cama y que necesita mi ayuda. He despertado a mi marido en mitad
de la noche diciéndole que hay un bebé en la cama pero no está. He dado
la vuelta a la cama en mitad de la noche y he tocado la cabeza de mi
perro creyendo que había dejado al bebé conmigo. Esto sería imposible,
ya que mis dos bebés (tengo gemelos)
han estado durmiendo en sus cunitas desde el día en que volvimos del
hospital. Si duermes con el bebé, quizá tengas otros sueños. Si tus
bebés duermen en un moisés al lado de tu cama, quizá sueñes que no están
ahí.
Mi hija estuvo con un intercomunicador sus 12 primeras
semanas de vida. Durante un mal momento en particular, la alarma del
dispositivo empezó a sonar y la vi muy pálida y casi inconsciente.
Estuve como cinco segundos gritando su nombre y moviéndole las piernas
para que volviera en sí, y desde entonces he soñado que a su hermano le
pasa lo mismo.
No te das cuenta de que cuando te conviertes en
madre, todos tus sentidos se potencian. Las cosas te afectan más que
antes. Te preocupas por si lo estás haciendo bien o regular o si les
afectará para siempre. Te aseguras de si están respirando todo el
tiempo. Compruebas cada cinco minutos que siguen bien. Esas
preocupaciones se van aplacando con el tiempo, sobre todo cuando tienes a
tu segundo o a tu tercer hijo, pero de momento sólo puedo hablar de los
tres primeros meses de maternidad.
4. Te sentirás una estúpida desagradecida
En
mitad de todas esas emociones (echar de menos tu antigua vida, desear
con todas tus fuerzas que el bebé deje de llorar, preguntarte cómo has
podido pringarte tanto de caca), recordarás que alguien en algún lugar
quiere ser madre y no puede. A alguien le gustaría estar en tu lugar.
Alguien quiere levantarse a las tres de la mañana y luego a las cuatro, a
las cinco y a las seis. Es todo lo que querrían. Pero, ¿sabes una cosa?
No pasa nada por sentirse una desagradecida al pensar en todas esas
mujeres.
Recuerda también que tus emociones están justificadas. Tienes derecho a tener sentimientos encontrados. Tienes derecho a sentirte cansada. Y no tienes por qué disfrutar de la maternidad a cada segundo del día.
Cualquiera que te diga lo contrario o está mintiendo o lo de ser mamá
primeriza le queda tan lejos que ya se ha olvidado de lo que supone.
Resulta demasiado tener que preocuparse por el bebé y, además, por ser
una desagradecida. Lo estás haciendo genial, y tienes derecho a sentir
cualquier emoción que aflore, independientemente de lo insignificante o
lo equivocada que pueda parecerle a los demás.
5. No querrás que esta etapa termine, y a la vez estás deseando que acabe
Mi
hijo tiene los pies un poco arqueados. Puede que sea la cosa más
adorable del mundo, aunque admito que no soy demasiado imparcial. Él se
mantuvo sentado durante todo el embarazo, y con una pose de yoga al
final, pues, tras la cesárea, salió con las piernas cruzadas y sus
piececitos uno frente al otro.
Todos los días le doy un beso en
esos pequeños pies arqueados, que cada vez van reduciendo más su curva.
Lo normal es que quisiera que se enderezaran por completo. Al fin y al
cabo, este niño tendrá que andar algún día. Pero, al mismo tiempo, me
encantaría que se quedasen así para siempre. Cuando doblé su ropita de 0
a 3 meses, me puse a llorar, pero también celebro que por primera vez
duerma ocho horas seguidas y yo deje de parecer un vampiro y empiece a
recuperar mi cara de persona normal.
Todo es muy confuso. Quieres
que sigan siendo bebés para siempre, pero también quieres que te
sonrían y que gateen y que empiecen a comer otras cosas y prueben las
verduras. Uno de estos días, querremos que se saquen el carnet de
conducir para que no tengamos que llevarles siempre a su clase de
béisbol. ¡Ay, Dios mío! ¿Pero por qué he escrito eso? ¡Imposible!
***
Éstas son cosas que nadie te dice. Cuando te dicen: "Es duro, pero vale la pena", en realidad quieren decir que vas a experimentar más emociones y más sentimientos de los que nunca te imaginaste.
Lo
que quieren decir es que te vas a enamorar. De verdad. Pero que, al
mismo tiempo, vas a fantasear con irte en coche y no volver.
Quieren
decir que verás a tu marido llorar cuando sostenga a vuestra hija por
el amor tan intenso que siente por ella. Pero que también vas a pasarle a
ese mismo bebé dos días después y lo que vais a sentir es exasperación
porque la niña no deja de llorar y te va a estallar el tímpano.
Cuando te dicen: "Es duro, pero merece la pena",
quizás se referían a que estarás sentado frente al televisor mientras
el bebé duerme y, de repente, te darás cuenta de que te has convertido
en padre y de que hay una persona durmiendo en la habitación de al lado. Una personita que yo
he creado, pensarás. Y también te preguntarás cómo ha podido tu hijo
sacar ese extraño talento de hacerse pis en su propia boca antes de que
tú te des cuenta. Sin duda, la genética del marido, te dirás a ti misma.
Cuando
te dicen eso se refieren a que te vas a quedar sin palabras cuando tu
bebé se te quede mirando fijamente por primera vez. Te derretirás cuando
sus manos se enrollen en tu dedo. Sentirás orgullo cuando lloren y sólo
se calmen en tus brazos. Te preguntarás por qué eres tan afortunada.
También te sentirás ojerosa e hinchada y más cansada de lo que nunca creíste que podías estar.
Pero vale la pena.
Pero vale la pena.
Es duro, pero, en serio, vale taaaanto la pena.
EL HUFFINGTON POST, Viernes 11 de julio de 2014
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