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La crisis educativa es de atención

CATHERINE L´ECUYER
Leo hace sus deberes con Ipad. Aprende con una aplicación que "le divierte". Mientras, echa un vistazo al móvil. "K tal tío", "eh, kdamos?" Su hermano está con la videoconsola y Leo está pendiente del número de "vidas" que le quedan. Se oyen un timbre y Leo desvía la vista para consultar la cuenta de "me gusta" sintiendo felicidad al ver que la cifra se dispara. Está a punto de empezar su programa favorito. Vuelve a sus deberes. "Sibilino/sivilino", le pregunta la aplicación. Corta la palabra con el cursor y la pega en Google. No sabe lo que quiere decir esa palabra, pero al ver que aparece con "b" en las primeras entradas, escoge esa opción. "¡Guaaaau! No podrías haber hecho mejor esa actividad. ¡Buen trabajo!", le informa la respuesta automática generada por la aplicación informática.
¿Podemos procesar varias informaciones a la vez? Los estudios confirman de forma unánime que el multitarea es un mito. Los nativos digitales no son una excepción. Los estudios nos dicen que cuando recibimos varias informaciones, no atendemos a todas ellas a la vez, sino que dividimos nuestra atención entre ellas, de forma secuencial. Entonces, ¿qué le pasa a Leo? Como dice el Premio Nobel Herbert Simon: "¿La información consume la atención de su destinatario. En consecuencia, una riqueza de información crea pobreza de la atención. "Efectivamente, los estudios asocian el multitarea con: superficialidad en el pensamiento, colapso de la memoria de trabajo, inatención, dificultad para identificar lo relevante. Un experto en multitarea, Clifford Nass, dice que los multitaskers tecnológicos son "enamorados de la irrelevancia". Meg Wolitzer habla de "la generación que tiene información, pero carece de contexto. Tiene mantequilla pero no tiene pan. Tiene ganas, pero no sabe anhelar." ¿Cómo hemos llegado a esa dispersión?
¿Motiva la pantalla? En realidad, quien lleva las riendas ante la pantalla no es la mente aún inmadura del alumno, sino la aplicación que llama la atención superficialmente con un entorno digital lleno de recompensas frecuentes e intermitentes. Ese bombardeo sustituye su interés por aprender, convirtiéndole en un ente pasivo y haciéndole depender de esos estímulos para "motivarse". Desde luego, todo lo contrario a lo que se precisa para mantener el interés por aprender y desarrollar la capacidad de esfuerzo. "¿Esfuerzo?" Si, si, Leo, no te engañes, el aprendizaje cuesta y es lento. "Pero a mi me han dicho que se podía aprender jugando", responde Leo. Jugando sí, y también esforzándote que ya tienes 12 años, hombre. Y sobre todo no confundas juego activo con diversión pasiva delante de la pantalla, que NO es lo mismo.
No es casualidad que un estudio reciente asocie cada hora extra invertida en las pantallas con 9 puntos menos en los logros académicos. Hoy un informe de la OECD confirma que "los estudiantes que utilizan ordenadores muy a menudo en la escuela tienen muchos peores resultados". Los estudios indican que la atención es una función ejecutiva clave para el rendimiento escolar. Es lógico entonces concluir que la crisis educativa es, en gran medida, una crisis de atención que se ha acentuado por el uso creciente de las nuevas tecnologías en edades en las que el alumno aún no tiene la madurez para poder usar bien esas herramientas sin que se dispare descontroladamente su atención. Habrá que encontrar la forma de explicar a Leo el motivo por el que Newton atribuía sus descubrimientos "a la atención paciente, más que a cualquier otro talento".
Catherine L'Ecuyer es investigadora y divulgadora en educación y autora del best-seller Educar en el asombro y del recién estrenado Educar en la realidad
EL MUNDO, Martes 15 de septiembre de 2015

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