
Desde hace un par de décadas, Jana Mohn Lone,
de la Universidad de Washington, se ha convertido en una de las mujeres
que mejor entiende los pensamientos ocultos de los niños. No es psicóloga ni pediatra.
Simplemente, se trata de una profesora de filosofía que ha promovido
uno de los proyectos más interesantes para acercar dicha disciplina a
los más pequeños. Se trata de PLATO,
una red de aprendizaje y enseñanza de la filosofía preuniversitaria que
ha llegado a un gran número de colegios estadounidenses.
“Los
padres a menudo no se enfrentan a las preguntas de sus hijos como si
estas tuviesen el potencial para abrir líneas filosóficas de pensamiento
porque tendemos a asumir, muchas veces sin pensar realmente sobre ello,
que los niños no son capaces de realizar exploraciones filosóficas”, escribe la profesora en su libro 'The Philosophical Child'
(Rowman & Littlefield). En casi todos los países, recuerda la
autora, la filosofía se considera una materia solo para adultos, al
contrario de lo que ocurre con otras como las matemáticas,
que también son muy abstractas. Por ello estamos perdiendo un gran
caudal intelectual, ya que los niños son capaces de plantear cuestiones
que quizá ni siquiera los adultos se atreverían.
No
solo eso, sino que los niños y adolescentes atraviesan etapas complejas
que los adultos suelen ignorar y que, sin embargo, pueden resultar
reveladoras. “La infancia es más que una etapa de 'adultos en formación',
y las perspectivas de los niños pueden enriquecer la forma en que
entendemos el mundo”, recuerda Lone. Con el objetivo de demostrar que
los niños pueden aportar más de lo que pensamos, la profesora ha
recogido algunas de las mejores reflexiones que ha oído de su boca para 'Business Insider'. Aquí están las mejores.
Felicidad: “La felicidad no se alcanza intentando ser feliz. Llega al buscar la felicidad de los demás” (8-9 años)
Un clásico del bienestar bien conocido en la teoría pero olvidado en la práctica. Como recordaba una investigación realizada por el profesor de Psicología de la Universidad de Oregón Ulrich Mayr,
el altruismo contribuye a despertar los centros de placer en el
cerebro. Sin embargo, incluso aquellos que hablan del egoísmo del altruismo coinciden en señalar que el camino más corto para sentirnos bien es ayudar a los demás.
Amor: “El amor y el odio son casi la misma cosa” (9-10 años)
Una de las lecciones que se aprenden al hacernos adultos es que la línea de separación
entre nuestros sentimientos no está tan clara como pensábamos. A juzgar
por esta frase, muchos niños piensan de manera semejante, y son
conscientes de que no es tan fácil separar una sensación de otra. O
quizá solo sea una forma sofisticada de decir “los polos opuestos se
atraen”…
Imaginación: “Creo que los niños no saben muchas cosas sobre el mundo y por eso nuestra mente es más libre para imaginar cosas” (7-8 años)
Basta con comparar una novela infantil con otra destinada al público adulto para comprobar cómo las primeras suelen ser mucho más libres y imaginativas
que las segundas, incluso aunque estas también sean fantásticas. A
medida que nos hacemos adultos, el autocontrol y nuestra socialización
provocan que lo que en el pasado era un juego termine viéndose
simplemente como una herramienta para entender el mundo que nos rodea.
En muchos casos, dejando la imaginación fuera de la receta.
Madurez:
“Cuando piensas por primera vez en ello, dices 'Oh, los mayores son
maduros, porque puedes confiar en ellos'. Pero también te das cuenta de
que ser fiable también significa tener tu propia opinión y ser capaz de guardar secretos.
¡Y los mayores son muy malos en eso! Sin embargo, si lo piensas bien
–hasta que parezca que te va a estallar la cabeza–, te das cuenta de que
no se trata de tu edad o de si eres mayor o un niño, se trata de quién
eres” (9-10 años)
Una de las señales de madurez es empezar a ser
responsable de su propio comportamiento. Sin embargo, cada vez es más
frecuente en la ficción (sea drama o comedia) ver a adultos
infantilizados, incapaces, como explica este alumno, de comportarse de
manera acorde a su edad, y a niños mucho más sabios que sus
progenitores. No es un síntoma casual.
Muerte: “Todo lo que está vivo morirá. Así sabemos que está vivo” (7-8 años)
Uno
de los momentos más complicados en toda relación entre padres e hijos
es cuando se aborda el tema de la muerte. Esta reflexión suena casi orientalista,
en su aceptación de la muerte como parte esencial del ciclo de la vida.
¿Y si en realidad el ser humano mantiene, de forma natural, una
relación más espontánea con la muerte y es la sociedad la que impone sus tabúes a medida que crecemos.
Animales: “Lo que pensamos sobre las criaturas más importantes para nosotros depende de nuestras preferencias. Pensamos que la gente, los perros
y los gatos y otras mascotas son más importantes que los mosquitos,
pero eso se debe a que nos relacionamos con ellos. Si alguien tuviese un
mosquito como mascota, probablemente lo verían de otra forma”.
Habrá quien califique esta reflexión de relativista o de pensamiento blando,
pero también es una pertinente reflexión sobre la flexibilidad de
nuestro sistema de valores que señala hacia una conciencia animalista en
desarrollo.
Niños: “La infancia no consiste
simplemente en convertirse en adulto. Es un tiempo para nosotros. Lo
que nos ocurre nos afecta toda nuestra vida. Eso no ocurre con los
adultos. Creo que lo que experimentamos lo sentimos con mayor
profundidad y permanece con nosotros”
¿Cuáles son sus novelas preferidas? ¿Y películas? ¿Y discos?
¿La noche más divertida de su vida? Probablemente, aquellas que leyó,
vio, escuchó o vivió durante la infancia y la adolescencia. A pesar de
la importancia que tienen esas experiencias formativas en nuestras
vidas, los adultos tienden a menospreciarlas, como bien señalan los
estudiantes de Lone. Un buen recuerdo de que vivimos en una sociedad más
“adultocéntrica” de lo que nos gustaría pensar.
Las Humanidades como salvavidas
El ambicioso proyecto de Lone, que han continuado otros como Thomas Wartenberg (actual
presidente de PLATO) tiene como objetivo “enriquecer la experiencia
educativa de los más pequeños mostrándoles los beneficios y los rigores
de la filosofía antes
de que se gradúen en el instituto”. Durante los últimos años, muchos de
los proyectos educativos implantados en las escuelas se han orientado
hacia las ciencias, en
muchos casos por una cuestión práctica: se trata de la disciplina que
con más probabilidad les va a proporcionar trabajo en su el futuro.
No
obstante, la organización recuerda que la filosofía (y el pensamiento)
son herramientas necesarias para entender el mundo en nuestro día a día:
“Las preguntas filosóficas no tratan el conocimiento como un producto o
un conjunto de hechos que pueden transmitirse a los jóvenes, sino como
algo que se crea de manera colaborativa y emerge en las clases en las
que se favorecen las preguntas, la discusión y el examen de creencias”.
Una idea que se refleja bien en otra de las frases que se recogen en el
artículo, esta vez por parte de un estudiante de 8-9 años: “Gracias a la filosofía, nuestra mente crece”.
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